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Esta es la primera de una traducción de dos partes sobre las
lecciones aprendidas de “Reach Up”, una iniciativa para la primera
infancia con vasta influencia más allá de América Latina y el Caribe.
Una versión completa de este artículo apareció originalmente en Apolitical, una plataforma global para servidores públicos. El original está disponible aquí, como parte de una serie de artículos de impacto social a escala.
Apolitical publica artículos acerca de lo que está funcionando en
materia de formulación de políticas y permite a los servidores públicos
conectarse con sus colegas en todo el mundo. Tiene un enfoque particular
en la innovación gubernamental.
Por Tom Graham.
La intervención de primera infancia
Reach Up
fue inicialmente concebida en Kingston, Jamaica, hace alrededor de 50
años. En la actualidad está siendo testeado en 10 países, se ha
desplegado como política nacional en Perú y al parecer los gobiernos de
dos países están a punto de adoptarla: Bangladesh y, por fin, su país de
origen.
Reach Up partió de la constatación de que los niños que
nacen en la pobreza se desarrollan muy precariamente. Enfrentan
desventajas de distinta índole: no solo que la comida, la vivienda y la
atención médica son escasas e inciertas, sino que sus padres están a
menudo tan concentrados en proveerles de estas cosas que no suelen jugar
con ellos. Puede sonar como una omisión relativamente menor, pero es
crucial. Porque jugar con un niño es decisivo para el desarrollo de su
cerebro.
Reach Up fue uno de los primeros programas que realmente tomó conciencia al respecto.
En su materialización inicial, el programa incluyó visitas semanales
de médicos y enfermeras a las madres en sus hogares, a las que llevaban
juguetes y libros para mostrarles cómo jugar con sus niños y mejorar su
desarrollo. De ese modo, en vez de aprender solo una vez por semana
cuando las enfermeras hacían su visita, los niños aprenderían de sus
madres todo el tiempo. Las visitas se realizaron durante dos años.
Los estudios resultantes encontraron que los niños cuyas madres
recibieron instrucción de los médicos y enfermeras lograron beneficios
significativos para su desarrollo. Pero lo realmente notable fue cómo
duraron esos beneficios.
El economista James Heckman, ganador del premio Nobel,
hizo un seguimiento de esos niños que, veintidós años antes, se habían beneficiado del programa
Reach Up,
con visitas a cargo de promotoras de salud capacitadas y ya no de
enfermeras o médicos. Encontró que mantenían las mejoras en desarrollo
cognitivo, que mostraban un mejor desempeño en la escuela y que eran
menos proclives a involucrarse en crímenes violentos. También ganaban
más dinero: un 25% más que sus pares equivalentes que no habían recibido
el tratamiento y la misma cantidad que sus pares más aventajados.
En síntesis,
Reach Up parecía compensar, más tarde en la
vida, los primeros retrasos en el desarrollo, estrechar la brecha del
rendimiento y reducir la desigualdad.
“El ensayo muestra el potencial de la intervención”, dice la
catedrática Susan Walker, que ahora dirige el equipo de investigación de
Reach Up en Jamaica. “Pero debemos ser cautelosos en lo que se
refiere a extrapolar lo que podría suceder al ampliar el programa a
escala. Porque la ampliación necesariamente cambiará las cosas”.
Ampliar y cambiar
El desafío para el equipo de
Reach Up era claro: tenían que
asumir un programa pequeño, estrechamente controlado y conducido por
investigadores, y transformarlo en algo que los gobiernos pudieran
entregar eficazmente y a bajo costo a nivel nacional.
Lo primero que había que hacer era volver al programa más costo-efectivo.
Los investigadores comenzaron usando juguetes reciclables de
fabricación casera. Diseñaron un currículo estructurado que pudiera ser
implementado en los hogares por promotoras de salud antes que por
profesionales altamente entrenados. Y para asegurar que la calidad se
mantuviera, introdujeron la supervisión ocasional de las visitas al
hogar.
Luego, mediante una serie de ensayos, intentaron hacer varios cambios
en la frecuencia de las visitas y la duración del programa.
“Encontramos una suerte de dosis-respuesta: mientras mayor la frecuencia
de las visitas, mayor el beneficio para el niño”, dice la catedrática
Sally Grantham-McGregor, una de las diseñadoras del programa original.
Esto puso de manifiesto que las visitas semanales eran ideales, pero tal
vez no absolutamente necesarias.
Actualmente en Jamaica, un programa de
Reach Up de un año de
duración con visitas semanales cuesta alrededor de USD 245 por niño, lo
que está lejos de ser barato. Calcular los beneficios de las
intervenciones de primera infancia resulta complicado, pero estimaciones
conservadoras de los de
Reach Up los ubican en alrededor de USD 928 por niño, lo que representa una relación beneficio-costo de aproximadamente 3,8.
Una vez disminuido el costo, el próximo desafío era reducir la
dependencia del equipo central de investigadores de Jamaica. Con ese
propósito, el equipo organizó el paquete de intervención del programa en
una serie de
manuales digitales.
Al comienzo, estos estaban a libre disposición en línea, pero quienes
los compilaron decidieron que se requería una mayor supervisión para
asegurar la fidelidad al original. “Los manuales están disponibles
gratuitamente, pero desde el comienzo decidimos insistir en que la
planificación y adaptación iniciales y el entrenamiento inicial de los
supervisores se harían con la participación de alguien que tuviera
experiencia en el programa”, dice Walker.
Uno de esos manuales está dedicado a la adaptación y
Reach Up ha sido hasta hoy adaptado en diez países y más, de Bangladesh y China a Brasil y Colombia.
“Cuando llevamos
Reach Up a otros países, quieren hacerlo
suyo”, dice Grantham-McGregor. “Y uno quiere que lo hagan, pero al mismo
tiempo se quiere fidelidad al original. ¿Dónde trazar la línea?”.
Algunas cosas, como los juguetes y los materiales, siempre se
adaptan. “Hay que pensar seriamente en el entorno del niño y hacer que
se refleje en los materiales”, dice Grantham-McGregor. “Realizamos una
encuesta para recopilar todos los juegos locales y las canciones y
juguetes, y los incluimos. Por ejemplo, los juegos de dedos. En
Inglaterra tienen el ‘este cochinito fue al mercado…’. Y hay un
equivalente en casi todos los países donde hemos estado”.
“Si se miran los libros que están disponibles en los almacenes… son
inservibles”, agrega Grantham-McGregor. “Cosas como las fiestas de
cumpleaños con niños blancos de clase media y osos que hablan. Los
nuestros son muy simples, y parecen funcionar”.
Más allá de solo adaptar los materiales, el equipo de
Reach Up
busca oportunidades de interacción familiar en la cultura de un país.
“Por ejemplo, en Perú a veces suelen contar historias en la noche,
cuando la familia está reunida”, dice Grantham-McGregor. “También, las
madres cargan a sus hijos en la espalda durante largos periodos. Y en
Jamaica les trenzan el pelo”.
Continúa leyendo la Parte II para conocer los esfuerzos de ampliación del programa en la región.
¿Conoces programas como
Reach Up? ¿Cómo han contribuido al
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@BIDgente en Twitter.
Tom Graham es un periodista independiente que escribe sobre políticas y ciencias.
* Fuente autorizada : Boletín del Banco Interamericano de Desarrolllo - BID - ver en Twitter: @BIDgente