Enrique Medina Flórez
Escritor y Secretario Perpetuo de la Academia Boyacense de Historia
"Vuelto a leer, después de muchos años, “Escenas y Leyendas del Páramo” de Juan Clímaco Hernández, es imposible desenraizar sus vívidos relatos indigenistas de la estampa menuda, cojeante, ensimismada, del querido maestro, del generoso médico, del regocijado contertulio, del orientador político y de esa alma, en fin, grande y candorosa que fue el Negro Hernández.
Sus discursos, leyendas, columnas periodísticas editadas por El Tiempo eran un continuo alegato a favor de la autenticidad provinciana. Juan C. Prefería la copla campesina al culteranismo de Góngora. Juan C. Exaltaba la belleza de los frailejones boyacenses, por el peluqueado simetrismo de los jardines europeos. Juan C. Vivió y murió fiel a la tierra, convencido de que las sabias y magnetismos del paisaje nativo, nos curan, nos subliman, nos fraternizan. Y vivió convencido de que toda imposición cultural atenta contra la dignidad de América.
Era su principal núcleo de ideas, el de la indianidad libérrima; indianidad que asimila con discreción y discernimiento lúcido lo mejor de las culturas lejanas. Tenía el maestro Juan C. Preferencia comprensible por la filosofía y la ciencia de Francia. Mostraba también inclinación por los panteísmos orientales. Unos días, oficiando como antiguo hierofante en su biblioteca, me ofreció un bello libro de Filosofía y Religiones de la India. Antes de poner el volumen en mis manos, me explicó en síntesis inolvidable su alto contenido místico metafísico. Con igual unción, otro día, bajó de un empinado anaquel de la Biblioteca Departamental, - que él dirigió por muchos años-, una traducción amarillenta del “paraíso Perdido” de Milton, traducida por el tunjano Enrique Alvarez Bonilla. El Negro no prestaba libros sin ceremonia de presentación. Hacía compendio del libro y resumen de la vida del autor. A toda hora era maestro, amigo, ejemplo vivo de disciplina intelectual y de bondad.
El libro que voy prologando, fue escrito por Juan C. Sobre los años treintas, cuando Tunja se preparaba para celebrar los 400 años de Fundación Hispánica.
Magistrales catedráticos y Poetas entonaban loas en homenaje a los valores culturales de España. –El Negro rendía tributo a los valores aborígenes-.
Se levantaban monumentos a los hidalgos cristianos. – Juan C. Dejaba en relatos como “el Peñón de los Muertos, un memorial de agravios y un himno al heroísmo tunebo. –Los amigos hispanistas pagaban Te Deum para loar al Altísimo por el beneficio de la Evangelización y la canora magia del idioma castellano.-Juan C. Nos evocaba la quema del Templo del Sol y las bellezas del paisaje, hoy deforestado, en prosas tan patéticas como “El Viento” y “Un Son”, ambas del libro “Escenas y Leyendas del Páramo”.
Cuando fue Rector del Colegio de Boyacá en los años treintas, cuarentas, infundió su espíritu ecléctico, universalista, pero siempre con raíz pivotante hundida en lo nuestro, en lo vernáculo, en lo telúrico. Por eso no tuvo ningún temor a que los alumnos conocieran las ideas de Marx, junto a las de Adams Smith y las de Voltarire al tiempo con las de San Pedro Claver, defensor de los negros. Juan C. Practicó aquello de que educar es infundir con amor todo conocimiento sobre el ser humano. Nada de lo humano le fue ajeno. Era humanista de tiempo completo.
Cuando los restos de San Pedro Claver fueron traídos a Tunja –donde el Santo había estudiado como Novicio de la Compañía de Jesús por allá en el Siglo XVII-, Juan C. leyó, en el colegio de Boyacá, unos hermosos versos en homenaje al apóstol de los negros.
Se diría que en la grande alma del médico tunjano, del pedagogo indigenista, del humanísimo escritor, había espacio suficiente para que convivieran los diversos espíritus y culturas: Lo Chibcha, lo Africano, lo Europeo, lo Asiático. Esto daba lugar a una gran síntesis y a una gran polémica. Finalmente, cuando se acercaba a los ochenta años floreció en él la suprema síntesis del científico, el místico, el artista. La muerte del maestro Juan Clímaco Hernández, fue de ejemplar dulcedumbre cristiana. Retornó a su fuente primigenia del amor al crucificado.
El alma de Juan C., que resonó a toda idea noble, a toda filosofía superior, no se ha borrado de Tunja: Vive en el Centenario Claustro del colegio de Boyacá. Recorre las imprentas donde publicó sus sentidas y hondas páginas. Ambula por la calle del club Boyacá.
Los que tuvimos el gozo de oírlo, escuchamos su perenne lección de humanismo en los apacibles o huracanados vientos que mantienen limpia de contaminaciones la atmósfera de Hunza.”
* El título de este escrito ha sido editado. Ver, HERNÁNDEZ, Juan Clímaco, “Escenas y Leyendas del Páramo” Impresión Editorial de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, Tunja – Octubre de 1992. Una sala de conferencias, localizada en la imponente Biblioteca Central de la UPTC en Tunja, lleva desde 1989 el nombre de Juan Clímaco Hernández hombre sabio de cuna humilde y olvidada.
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