UNO PARA TODOS Y TODOS PARA UNO: Gestión del conocimiento entre profesores


JAVIER MARTÍNEZ ALDANONDO 
Gerente de Gestión del Conocimiento de Catenaria
gestiondelconocimento@catenaria.cl 
jmartinez@catenaria.cl

(Artículo publicado en el blog de ayuda al estudiante del diario El País)
Poca gente sabe que la frase popularizada por los 3 mosqueteros en la
inmortal obra de Alejandro Dumas es también el lema no oficial de un
país como Suiza. Lo preocupante es que esa consigna, que representa el
máximo paradigma del compromiso colectivo, se cumple muy
esporádicamente en una civilización como la nuestra que goza de tantos
recursos y conocimiento que compartir.

Diariamente somos testigos pero también protagonistas de
comportamientos que persiguen a toda costa el interés personal. Los
abundantes episodios de corrupción que inundan los medios de
comunicación no son más que la punta del iceberg de esa fiebre de
egoísmo. No debiese sorprendernos, solamente estamos cosechando lo que
sembramos. Hace tiempo que apostamos decididamente por un modelo de
sociedad basado en la competencia despiadada y en derrotar al rival a
toda costa, en lugar de buscar el interés común y la colaboración. Lo
sorprendente es que existen multitud de evidencias que confirman la
naturaleza colaborativa del ser humano. El hombre nace altruista y con
inclinación a cooperar y ayudar al prójimo, lo que demuestra que,
desprovistos del barniz cultural, estamos intuitivamente dispuestos a
colaborar con nuestros semejantes sin necesidad de que existan
gratificaciones o castigos. ¿Dónde comienza entonces esta epidemia
individualista?

Como padre, una de tus obsesiones es fomentar la colaboración entre
tus hijos y desterrar el egocentrismo. Pero si analizamos el sistema
educativo, comprobamos que los niños compiten encarnizadamente entre
sí desde muy pequeños. La competencia no solo tiene lugar dentro del
aula sino que se ha extendido incluso al proceso de incorporación en
el que numerosos centros educativos exigen exámenes de admisión a
criaturas de 5 años. El mensaje que les enviamos es inequívoco: tus
compañeros son rivales que buscan alcanzar el mismo premio que tú,
arréglatelas por ti mismo, nadie te va a ayudar, tu vida depende de tu
esfuerzo personal. En este contexto, me llaman la atención las enormes
dificultades que encuentra para trabajar de forma colaborativa un
gremio especialmente estratégico como el de los profesores quienes
"teóricamente" son expertos en aprendizaje y actores importantes en el
proceso de formación de los ciudadanos del futuro. Los profesores no
viven ni trabajan aislados de la sociedad a la que pertenecen, de la
que son uno de los colectivos mejor valorados por los ciudadanos

No cabe duda de que los profesores operan en el "negocio" del
conocimiento. La principal misión que, equivocadamente, les hemos
asignado, consiste en transferir su conocimiento técnico (asignaturas)
a sus alumnos, lo que les obliga a cumplir algunos supuestos
elementales:

Para tener conocimiento que transferir, previamente hace falta haberlo
adquirido, es decir haber aprendido. Si partimos de la base de que el
principal activo que tiene un profesor es su conocimiento, entonces no
puedes ser profesor y enseñar a otros si no eres un experto en
aprendizaje. Y si los profesores fuesen expertos en aprendizaje, no
enseñarían como enseñan…
Dado que el mundo cambia vertiginosamente, un profesor necesita estar
en proceso de aprendizaje continuo, al igual que cualquier otro
profesional. El objetivo de un profesor no debiese ser únicamente que
sus alumnos aprendan sino sobre todo que se apasionen con aprender.
Para ello, el profesor tiene que predicar con el ejemplo y
actualizarse e incrementar su stock de conocimiento de forma
permanente con especial énfasis en sus habilidades para ayudar a que
sus alumnos aprendan. Cuanto más conocimiento tiene un profesor, más
valioso se vuelve para sí mismo, sus alumnos, sus pares y por ende,
para la sociedad en su conjunto.

¿Cómo aprenden los profesores? Una vez que un profesor ingresa a
trabajar en un centro educativo, dispone de diferentes maneras de
abordar ese proceso:

Existe siempre la posibilidad de que cada profesor acometa el proceso
de aprendizaje por su cuenta y riesgo, de forma individual e
independiente. Esta opción, que forma parte de la manera en que las
personas nos desarrollamos, se demuestra una estrategia muy limitada
cuando se convierte en la única alternativa. Aprender en solitario,
por ensayo y error, es lento y sobre todo muy ineficiente pero además,
se evidencia absurdo en un entorno tan rico en posibilidades.
Otra opción es que cada profesor aprenda CON y DE sus pares que, a fin
de cuentas, viven la misma realidad que él y en muchos casos, cuentan
con mayor experiencia y conocimiento que le podría ser muy útil. A
esto se le llama colaboración. La oferta de actividades de aprendizaje
(más allá de cursos y talleres formales) es casi infinita sobre todo
si tenemos en cuenta las inmensas posibilidades que provee la
tecnología. Por ello, resultan contradictorios los enormes esfuerzos
que hacemos por lograr que los niños trabajen en equipo, desarrollen
habilidades de comunicación, resolución de conflictos y aprendan
colaborativamente mientras sus profesores no predican con el ejemplo.

¿Qué significa gestionar el conocimiento? Uno de los pilares que
sostiene la gestión del conocimiento es el acto de colaborar (que no
es sinónimo de compartir). Todas las personas contamos con
conocimiento que nos permite desempeñarnos en nuestros puestos de
trabajo. Dicho conocimiento aumenta enormemente su valor en el momento
en que se pone en circulación, fluye y puede ser aprovechado por
aquellos que lo necesitan. Al mismo tiempo, este mismo conocimiento se
desperdicia y caduca rápidamente si cada persona se lo guarda para sí
misma y lo gestiona de forma individual. Por tanto, gestionar el
conocimiento implica sacar partido de todo lo que sabemos (que es
mucho) y ofrecerlo como un activo que aportamos para el bien común y
que está disponible para todo aquel que lo requiera. Gestionar el
conocimiento obliga a declarar: "me comprometo a poner a disposición
de los demás mi conocimiento, lo que yo sé, sin obtener más
contraprestación que la confianza en que cuando yo necesite
conocimiento, otros pondrán el suyo a mi disposición". La gestión del
conocimiento trata el conocimiento como un activo de propiedad
colectiva y no individual.

¿Por qué tiene sentido gestionar el conocimiento y aprender de forma
colaborativa? En un planeta cuya complejidad no cesa de crecer, nadie
trabaja solo, nadie puede resolver problemas sofisticados por sí mismo
y sobre todo, nadie lo sabe todo ni sabe más que todo el mundo. Cuando
eres capaz de dominar la realidad gracias a que tu conocimiento te
resulta suficiente, aprender no es una prioridad para ti. Pero en el
momento que esa realidad cambia y tu conocimiento se demuestra
insuficiente, entonces comienzas a lidiar con problemas (aquello que
no sabes cómo se resuelve) y aprender se convierte en una urgencia, a
veces cuestión de vida o muerte. En esos casos, existen muchas
posibilidades de que lo que necesitas aprender ya lo sepa otra persona
y por tanto, en lugar de recorrer todo el camino desde cero, te puedas
beneficiar de ello, ahorrar tiempo e innumerables sinsabores y errores
inútiles. El mantra de la colaboración se basa en ayudar (estoy
disponible para entregar el conocimiento que tengo a quienes lo
necesiten) y pedir ayuda (reconozco que no sé y espero recibir el
conocimiento que no tengo cuando me haga falta). El conocimiento como
intangible es un activo muy especial porque al contrario que los
activos tangibles, no se pierde cuando se comparte. Si cada uno
tenemos una manzana y tú me das la tuya, entonces yo tengo 2 manzanas
y tú te quedas sin ninguna. Pero si cada uno tenemos un conocimiento y
lo compartimos, entonces ambos nos quedamos con 2 conocimientos cada
uno. Cuando comparto lo que sé, siempre gano ya que no pierdo lo que
tengo y siempre tengo la oportunidad de incrementarlo. Conviene no
olvidar que todos hemos llegado hasta donde estamos gracias a que
otros nos ayudaron compartiendo su conocimiento, empezando por tus
padres.

¿Qué conocimiento merece la pena compartir? Para responder esta
pregunta, primero habría que decidir qué conocimiento es el más
importante que tiene un profesor y que resulte de utilidad para sus
pares y sus estudiantes. Contrariamente a lo que opina la mayoría, el
conocimiento crítico no es el de sus asignaturas sino aquel
conocimiento que permite a los profesores resolver los principales
desafíos con los que tienen que lidiar para cumplir con sus objetivos,
ya sean estos de manejo de sus alumnos, la relación con sus pares,
alcanzar los resultados establecidos por el centro, el Ministerio de
Educación, etc. El conocimiento técnico ni siquiera es muy relevante
para los alumnos que, una vez adultos, sabemos que difícilmente harán
la diferencia en tu vida como si la hacen una serie habilidades
necesarias para aspirar a llevar una existencia madura, plena y que
brillan por su ausencia en la sala de clases: aprender con facilidad,
creatividad, análisis de situaciones complejas y razonamiento,
comunicarte, trabajar con otros y resolver conflictos, tolerar el
fracaso, escuchar, inteligencia emocional, etc. G.M: Treveylan lo
expresa sabiamente "La educación ha producido muchos individuos
capaces de leer pero muy pocos capaces de decidir qué merece la pena
leer." La paradoja es que la mayoría de lo que enseñamos no sirve y
lo que de verdad sirve, no sabemos cómo enseñarlo. ¿Están preparados
los profesores para enseñar a sus alumnos ese tipo de habilidades? ¿O
acaso lo más importante que aprendiste de tus padres fue cómo resolver
ecuaciones o la capital de algún país exótico?

Son varios los conocimientos críticos susceptibles de ser compartidos
entre los profesores

Aquello que dominas, lo que haces bien, te da buenos resultados y
puede resultar útil para otros que todavía no lo saben. Se trata de
aquellos activos de conocimiento que puedes ofrecer a los demás como
fruto de tu experiencia y que denominamos buenas practicas
Aquello que no funciona, lo que sabes que no favorece conseguir los
objetivos y que por tanto hay que evitar. Es lo que conocemos como
lecciones aprendidas y que son fruto de errores de los que hemos sido
capaces de aprender y pueden ayudar a que otros los eviten
Aquello que no sabes, es decir, las preguntas para las que no tienes
respuesta, lo que te genera dudas, lo que te causa problemas y que te
sería de gran ayuda aprender y de lo que se aprovecharían tus alumnos

Si los beneficios de compartir conocimiento son tan evidentes, ¿Por
qué cuesta tanto que los profesores gestionen su conocimiento y lo
compartan? ¿Qué condiciones deben darse para que la gestión del
conocimiento pueda ocurrir entre profesores?

Tienen que querer: Me cuesta trabajo imaginar a una persona que escoja
una carrera vocacional como la de profesor y no sienta pasión por su
profesión. Alguien apasionado está siempre sumamente motivado a
compartir y aprender cosas nuevas. Ocasionalmente es posible encontrar
individuos que optan por guardarse el conocimiento para sí mismos en
un intento por mantener su cuota de poder pero por suerte, esta
situación no está generalizada. También podría pensarse que a medida
que un profesor va cumpliendo años, corre el riesgo de desencantarse
con su trabajo lo que disminuye su interés y su ánimo por aprender y
colaborar. Sin embargo, cuanto más se acerca un profesor a la edad de
jubilación, es cuando más conocimiento tiene y por tanto, cuando más
valioso resulta. El peor enemigo para el aprendizaje es no querer
aprender, considerar que ya lo sabes todo o que el resto de tus
colegas no tienen nada que enseñarte. Es cierto que resulta difícil
hacer que alguien comparta si no quiere hacerlo pero al igual que
pasa, por ejemplo, en un equipo de futbol, si un jugador no quiere
pasar el balón a sus compañeros, en poco tiempo será excluido del
grupo y no podrá seguir jugando. Compartir el conocimiento se tiene
que convertir en un requisito de entrada a la profesión docente y
desde luego una condición de permanencia. Si no estás dispuesto a
compartir con tus colegas, no tienes sitio en esta organización sin
importar lo que mucho que sepas. El cambio cultural consiste en pasar
del "yo" al "nosotros" de manera que el todo termine por ser más que
la suma de las partes y no menos. Necesitamos creer que trabajar
compartiendo con otros, preguntando, ayudando, co-diseñando es mejor y
más productivo que hacerlo por nuestra cuenta. Claro que una cosa es
tener que trabajar colaborativamente porque la organización te lo
exige y otra muy distinta es creer que trabajar con otros es más
provechoso que hacerlo solo, aporta más valor, mejora la calidad del
trabajo y genera aprendizajes que aportan, Sin entrar en el ámbito de
las situaciones que ocurren en todo colectivo humano (malas relaciones
entre compañeros, celos, competencia, etc), en general, los profesores
quieren aprender y están dispuestos a colaborar con sus pares y
transferir conocimiento entre sí. Hoy por ti, mañana por mí.
Tienen que poder: Aunque los profesores quieran compartir, las
condiciones laborales en las que se desempeñan no solo no incentivan
ni favorecen el intercambio de conocimiento sino que muchas veces lo
obstaculizan no dejando espacio alguno para que pueda ocurrir. No
existen roles, responsables ni procesos para la colaboración. Si
queremos fomentar una actitud colaborativa entre los docentes, hace
falta generar instancias para que dicha interacción sea posible. Eso
implica habilitar espacios físicos adecuados, asignar tiempos
específicos y entregar recursos que faciliten la interacción entre
pares y la sistematización de lo aprendido. Felizmente, las TICs
favorecen que un profesor pueda acceder de forma casi instantánea al
conocimiento y a la información que necesite sin apenas restricciones
de tiempo o lugar geográfico. Las TICs facilitan también que el
conocimiento generado en cualquier actividad de aprendizaje pueda ser
registrado, almacenado y reutilizado por terceros de manera muy
sencilla. Necesitamos instaurar medidas para que todo aquel que
contribuya a aumentar el conocimiento de los demás sea reconocido y
todo aquel que no esté dispuesto a compartir tenga claro que está
trabajando en el sitio equivocado. La unidad de gestión y medición
tiene que ser el equipo en lugar del individuo. Ahora bien, el
elemento crítico consiste en que estas instancias colaborativas
(espacio físico, tiempo y recursos) formen parte de la forma en que se
trabaja y no, como hasta ahora, de algo que ocurre por caridad, si
tenemos tiempo, si me caes bien, si nos queda presupuesto,… El desafío
no menor es lograr que esas instancias ocurran de forma sistemática,
planificada y estructurada y no como una actividad esporádica. Por
suerte, tenemos un imponente arsenal de herramientas tecnológicas que
nos facilitan la tarea.
Tienen que saber: En la mayor parte de los casos, las personas no
comparten su conocimiento porque no saben cómo hacerlo y la razón es
muy fácil: Nunca les enseñamos. Si toda tu trayectoria por el sistema
educativo está organizada como una competición donde tu único objetivo
es sacar la mejor nota posible y donde colaborar con el aprendizaje de
los demás y compartir lo que sabes no tiene espacio alguno, es lógico
que tu vida laboral la ejecutes como una prolongación de esa misma
competición donde solo se puede ganar si otros pierden y donde todos
los esfuerzos los colocas en tu propio provecho individual. La
solución pasa por formar a los profesores en una serie de metodologías
y técnicas colaborativas y de trabajo y aprendizaje en equipo para que
cada vez que un profesor va a enfrentar una tarea compleja:
Antes de comenzar a trabajar, indague qué conocimiento hay disponible
sobre ese tema y quien lo puede tener (acostumbrarse a buscar
colaboración)
Mientras ejecuta la tarea, necesitamos que reflexione sobre lo que
aprende y cómo lo aprende y se dé el tiempo para sistematizarlo con la
vista puesta en su reutilización posterior
Cuando finaliza la tarea, es obligatorio que entregue como resultado
de la misma el conocimiento y los aprendizajes generados durante el
proceso para que terceros puedan sacar provecho

Por tanto, el foco se concentra en enseñar a los profesores a
colaborar y compartir, a reflexionar sobre su experiencia (de forma
individual y grupal), a sistematizar lo aprendido y almacenarlo para
su reutilización posterior, a ejecutar actividades de puesta en común,
a mejorar su habilidad para escuchar (están entrenados para hablar) y
para preguntar (están entrenados para responder), a comunicar su
experiencia (mediante historias y casos), a no tener miedo de
reconocer ignorancia y a transparentar los errores.

Conclusiones:
Resulta curioso que a los expertos en aprendizaje les cueste tanto
trabajo aprender unos de otros. No podemos hacer competir a los
profesores igual que hacemos con sus alumnos y con tantos otros
profesionales. El cáncer de la educación es obligar a los niños a
competir para lograr su propio éxito personal, en lugar de buscar el
bien común. La competencia interna corrompe el espíritu de la gestión
del conocimiento ya que se trata de un acto colectivo más que
individual que basa toda su potencia en un concepto simple:
generosidad, es decir, estoy dispuesto a compartir lo más importante
que tengo que es mi conocimiento. En realidad, consiste en sumar el
conocimiento de otros a tu stock de conocimiento personal. Pasamos de
"el conocimiento es poder" a "el conocimiento compartido es poder". El
conocimiento se malgasta y se termina marchitando cuando se guarda
para uno mismo y por el contrario, se enriquece y cobra vida nueva
cuando se comparte. Implementar la gestión del conocimiento entre
profesores y lograr que compartir sea un acto reflejo y transparente
es ante todo un cambio cultural, responsabilidad ineludible de los
líderes educativos.

Un profesor solo puede hacer bien su trabajo si está equipado con todo
el conocimiento posible y para lograrlo, dedicar tiempo a aprender es
sagrado. El taller anual de profesores o la participación en un curso
puntual no es suficiente. El proceso tiene que ser continuo, las
actividades de aprendizaje tienen que formar parte del día a día por
diseño. Por pura coherencia, los profesores no solo deben exigir a sus
alumnos aprender diariamente y formarlos en la actitud de aprender y
educarse toda la vida, sino que ellos mismos tienen que aprender y
compartir con sus colegas. A fin de cuentas, el arte de convertirse en
un buen profesor se aprende todos los días y nunca se termina de
dominar.





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