INTEGRACIÓN REGIONAL DE BOYACÁ CON SUS VECINOS Y VICEVERSA



 HUGO ARIAS CASTELLANOS*

En términos espaciales a Boyacá le correspondió un buen vecindario que podría facilitar una integración a manera de región geopolítica, como sumatoria organizada y funcional de varios departamentos, para adelantar acciones conjuntas, progresistas y sostenidas.

En edición anterior de GRAN BOYACÁ se enunciaron los límites y coordenadas astronómicas de nuestro departamento.

La vecindad con Venezuela y con los departamentos de Cundinamarca, Meta, Casanare, Arauca, Antioquia, Caldas, Santander y Norte de Santander debiera obligar a que las relaciones o vínculos de Boyacá con todos ellos y de todos ellos con Boyacá, sean fluidas, muy fuertes y, en especial, mutuamente provechosas. Las discrepancias o conflictos limítrofes promovidos por intereses particulares no deben seguir aplazando o negando las posibilidades de un esfuerzo conjunto y sostenido para lograr, entre todos, una integración regional útil y productiva. Vale la pena considerar algunas preguntas que merecen respuestas operativas serias, de parte de alguien con responsabilidad política y social; por ejemplo (Dennis Rondinelli,1988):

 ¿Cómo se distribuyen geográficamente las funciones (servicios, facilidades, infraestructura, actividades socio-económicas) entre asentamientos o comunidades?

¿Qué acceso físico tienen los residentes de los asentamientos poblacionales y de las áreas rurales circundantes a las funciones localizadas en los lugares centrales?

¿Con qué amplitud los servicios y facilidades localizadas en los asentamientos de todas partes de la región sirven sus áreas rurales circundantes?

¿Cómo mejorar la distribución de funciones y de asentamientos, y cómo incrementar el acceso físico de los residentes rurales?

Sobresale la necesidad de que, por lo menos, la red vial primaria de responsabilidad de la Nación - que ha de integrar funcional y competitivamente a estos departamentos - tenga especificaciones técnicas modernas en capacidad vial, velocidad de diseño, radios de curvatura adecuados, pendientes inferiores al 6%, sentidos de circulación con separador central, superficie de rodamiento en las mejores y permanentes condiciones, excelente señalización y controles eficientes de tránsito; y además, garantía presupuestal para los programas de conservación rutinaria, mantenimiento preventivo, mejoramiento, rehabilitación y modernización. Esta podría ser una base física determinante para una real integración regional. 

Voluntad política Inter e intra departamental, compromiso comunitario serio y acción consistente es lo que se requiere, mucho más que nuevas leyes, buenas intenciones, protocolos, convenios y demás figuras que han tratado o que tratan de reglamentar  el cómo y el porqué de este aspecto tantas veces citado pero débilmente desarrollado. Es tiempo de pensar seriamente sobre este aspecto y es pertinente tener en cuenta que la iniciativa de la integración regional debe hacerse realidad, bajo el liderazgo y trabajo de quienes de verdad entiendan su importancia, utilidad y trascendencia. Esta es política de verdad y de la buena.

*Ex rector de la UPTC y 
Director de CGB - GRAN BOYACÁ (Centro de Pensamiento para el Desarrollo en Boyacá)

CONTÁCTENOS: < director@granboyaca.org >


LA NUEVA EDUCACIÓN PARA LA SOCIEDAD DEL CONOCMIENTO *

En 10/5/2004, El Diario Vasco publicaba la siguiente noticia en portada (ampliada en las páginas 2 y 3): “El Gobierno Vasco crea un 'portal' para que los padres ayuden a sus hijos a hacer los deberes”. http://servicios.diariovasco.com/pg040510/prensa/noticias/AlDia/200405/10/DVA-ALD-000.html
Aparentemente es una buena noticia que habrá despertado la simpatía de aquellos a los que les preocupa el tema de la educación. Sin embargo, creo que merece la pena detenerse a analizar algunos aspectos contradictorios e incluso problemáticos que hace ya demasiado tiempo pasan inadvertidos para la opinión pública y, lo que es peor, para la comunidad educativa.
Indudablemente, entre los elementos positivos de la noticia, hay que aplaudir los esfuerzos de las  instituciones públicas por apoyar el desarrollo de la educación y las tecnologías, sobre todo teniendo en cuenta que hasta hace muy pocas fechas, la educación apenas aparecía en los primeros lugares de las agendas políticas de trabajo.
Hiru.com, que así se llama el portal, no es una iniciativa aislada, conozco experiencias similares de portales educativos apoyados desde la administración en Cataluña, Argentina o Chile. En el artículo se insiste en que nadie puede negar la relevancia del “aprendizaje a lo largo de toda la vida” ni el papel decisivo que juegan las Tecnologías de la Información y de la Comunicación (TICs) como soporte. Vivimos en un mundo en continua transformación donde los “supervivientes” ya no son los más fuertes sino los más capaces de adaptarse, es decir, los que aprenden a cambiar. Coincidimos en que el conocimiento viene con fecha de caducidad. Y parece evidente, nos agrade o no, que en ese mismo mundo, la tecnología hace ya tiempo que juega un papel preponderante, inundándolo todo. No me refiero únicamente a Internet. Dependemos de la tecnología para fabricar productos, para viajar, para cuidar la salud, para comunicarnos, para el ocio, para la ciencia... Está ahí aunque no la veamos y, en el futuro, la presencia y relevancia de las TICs sólo va a aumentar. Se dice que el 80% de las tecnologías actuales estarán obsoletas en los próximos 10 años o que a lo largo de nuestra vida laboral, nos desempeñaremos hasta en 12 trabajos distintos (yo ya llevo 5 y, para mi desgracia, me queda bastante vida laboral por delante). Por tanto, si el aprendizaje es a lo largo de toda la vida, eso implica que el conocimiento es efímero y hay que renovarlo constantemente. Si en el colegio los niños deberían aprender cosas que les serán de utilidad en la vida adulta, entonces el currículum del año 2004 no puede ser el mismo que el de hace 50 años. Debe ser flexible para ir cambiándolo permanentemente. Esto no sucede ya que existe un obstáculo fundamental, apenas advertido:
¿Estamos de acuerdo en lo que entendemos por ciudadano educado para el Siglo XXI? Parece  obvio que NO aunque actuemos dando por hecho lo contrario. Apenas hemos hecho esfuerzo alguno por considerar como han cambiado las cosas desde la época en que educación estaba reservada a una elite a la época actual donde una licenciatura universitaria es moneda corriente. Nuestro concepto de persona educada (que no es la antitesis de maleducada) permanece igual que en el Siglo XIX. Basta con echar un vistazo a lo que tienen que aprender nuestros hijos en el colegio: Literatura, poesía, filosofía, historia, matemáticas, … Pero el mundo ha cambiado bastante desde entonces. Seguimos considerando intelectuales a aquellos especialmente ilustrados en literatura, historia y humanidades que mantienen la reputación de cultos y, por tanto, mejor educados. Esto influye en la manera en que educamos a nuestros jóvenes. Se titulan miles de licenciados en geografía e historia, filosofía, arte o filología porque seguimos pensando que en eso consiste formar ciudadanos cultos. Decidimos que en los colegios se aprenda álgebra y trigonometría en lugar de nociones básicas de negocio/empresa, medicina/salud y nutrición o la tan celebrada inteligencia emocional. Y esto sucede porque pensamos que la trigonometría es más importante. Parece como si no nos diésemos cuenta de que la misión de la educación es preparar y dar herramientas a nuestros jóvenes para enfrentar con garantías la vida que tienen por delante. Cuando hacemos más hincapié en aspectos intelectuales (latín, química, gramática) en lugar de aspectos humanos como relaciones interpersonales (pareja, hijos, amigos, compañeros), comunicación, gestión de si mismo, pensamiento crítico, creatividad, innovación o imaginación es porque seguimos arrastrando la visión de la educación de remotas épocas elitistas. ¿Qué otra explicación cabe sino? Hace tiempo, una amiga me decía entre lágrimas una frase llena de sentido después del funeral por el fallecimiento de su joven hermano: “En la escuela nunca nos dijeron que estas cosas ocurren ni nunca nos enseñaron a manejar estas situaciones”. En la escuela, la confianza o la autoestima son menos importantes que aprender integrales o las leyes de newton. En la vida, sucede todo lo contrario pero cuando nos damos cuenta, ya es demasiado tarde para cambiar.
La primera conclusión es que tenemos un problema grave en lo relativo a QUE pretendemos que aprendan los jóvenes. Enseñamos muchas cosas que no sirven y dejamos de lado aquello que realmente es esencial para vivir. De aquí se deriva un segundo problema que consiste en COMO tratamos de que aprendan.
Hace ya mucho tiempo que decidimos confiar a las instituciones educativas y académicas la misión de educar a nuestros niños. El punto de partida pasaba por considerar el conocimiento para operar en el mundo como algo explicito, como una cosa, como un objeto fácilmente transmisible desde la personas que lo tienen (profesores) a las que lo necesitan (alumnos). Se diseñó el correspondiente currículum (como si la vida estuviese compuesta por asignaturas) e inventamos conceptos y ritos artificiales como las aulas, los exámenes, las notas, repetir curso, los créditos, la selectividad, etc. Cuanta frustración para tantos niños durante tantos años.
La realidad es bastante más compleja. La educación no consiste en aprobar asignaturas ni ocurre dentro de los muros de una escuela. El conocimiento necesario para sobrevivir en el mundo actual es tácito y se obtiene mediante la experiencia y la práctica, en la vida diaria y por regla general sin conciencia alguna de que se adquiere.
Si lo miramos desde la perspectiva de una entidad académica, parece obvio pensar que el papel destinado a las universidades es preparar a sus alumnos para desempeñar una carrera profesional. De hecho, casi todos los títulos universitarios se corresponden, en teoría y según el nombre, con perfiles profesionales. Por ejemplo, yo estudié derecho para ser abogado, profesión casuística por excelencia. Y ahora me pregunto ¿Cuántos de mis profesores eran abogados en ejercicio? No muchos. ¿En que se parece la carrera de derecho con el trabajo que luego desempeña un abogado? Prácticamente en nada. ¿Alguien iría a la universidad si no le diesen un título con el que poder acceder al mercado laboral? Posiblemente no. Las carreras siempre se han organizado por asignaturas que los profesores “explicaban a los alumnos”. Se partía de la premisa de que el dominio de un cuerpo de asignaturas implica habilidad para resolver problemas reales. Ya conocemos las consecuencias de esta suposición: Existe una absoluta desconexión entre la formación recibida en las aulas y su correspondiente desempeño en el puesto de trabajo.
¿Qué dicen las empresas y el mundo laboral en general sobre los jóvenes que acceden a su primer empleo? Que las competencias necesarias para desempeñarse en el puesto de trabajo por desgracia no se adquieren en un aula sino en la práctica diaria y a lo largo de muchos años y que necesitan invertir mucho tiempo y dinero en enseñarles habilidades básicas ya que todo parecido entre la carrera que han estudiado y el trabajo de un profesional es pura coincidencia. Algo no funciona, es evidente.
En la noticia se menciona repetidamente “resolución de problemas”, “ciudadanía activa y participativa” o “autonomía personal y un mayor sentido crítico” pero curiosamente en el colegio ni hay cursos sobre estos temas ni se enseñan de ninguna manera. También se habla de “búsqueda de información, análisis y síntesis” como si esto fuese a suceder de manera automática por el mero hecho de acceder a Internet cuando la realidad es que el colegio sostiene que existen las respuestas correctas, que los exámenes miden el conocimiento y que son un buen método para predecir el éxito en la vida. Las cosas no son tan simples ni triviales. Se insiste en que Hiru.com será una herramienta para ayudar a los padres con los deberes de sus hijos. ¿Nadie se ha parado a pensar que tal vez si los padres tienen problemas para ayudar a sus hijos con los deberes (se mencionan las ecuaciones de BUP) es porque durante su vida no han necesitado gran parte de lo que aprendieron en la escuela y por tanto no debe hacer tanta falta?
Tenemos que reconocer que la educación ha evolucionado muy poco a lo largo del tiempo. Sobre todo si lo comparamos con la ciencia, con el comercio, con las comunicaciones, en realidad con cualquier disciplina. Los pupitres de la famosa aula de Fray Luis de León no son muy diferentes de los que yo utilicé y de los que siguen vigentes hoy en día. La tónica habitual sigue siendo pizarra y borrador y esto significa que el profesor hace el 95% de trabajo. Habla, lee, explica, escribe, dicta, pregunta, etc. Pero lo curioso es que quien debería hacer el 95% del trabajo sería el alumno que es quien debe aprender. Quien debiese hacerse preguntas es él. ¿Alguien se imagina a un padre enseñando a montar en bici a su hijo y empleando el 95% del tiempo pedaleando sentado sobre la bici mientras su hijo mira y le escucha? ¿O aprender a cocinar viendo a Arguiñano en la televisión y luego haciendo un examen escrito? Si fuera así de sencillo, ni habría fracaso escolar ni la formación sería un negocio atractivo. ¿Qué diferencia existe entre una clase y un libro? Únicamente las posibles preguntas de los alumnos, algo poco frecuente por otra parte. El modelo educativo consiste en esta fórmula: YO sé, TÚ no sabes, YO te cuento y dentro de un tiempo te pregunto (examen) si recuerdas lo que te conté. Sin embargo esto es una falacia. No aprendemos escuchando. Aristóteles lo dijo ya hace mucho tiempo: Lo que tenemos que aprender, lo aprendemos haciendo. Lo que se memoriza se olvida y sobre todo, si lo que se aprende no proviene de la experiencia propia, no se aprende y se olvida rápidamente. La máxima de la escuela debiese ser otra radicalmente diferente: TU práctica y cuando te equivoques NOSOTROS te ayudaremos. Primero la práctica, luego la teoría, algo que suele resultar difícil de aceptar.
Llegados a este punto me atrevo a hacer una afirmación apabullante: Poquísimos profesionales seríamos capaces de aprobar a día de hoy ni uno solo de los exámenes que hicimos durante la carrera. Lo curioso es que no parece que este hecho haya tenido una influencia decisiva en nuestra carrera profesional. ¿Por qué ocurre esto? Lo malo no es que hayamos olvidado lo que estudiamos en la facultad, lo malo es que ni siquiera lo llegamos a aprender aunque muchos no lo querrán reconocer. El cerebro tiene una enorme facilidad para eliminar lo inútil, todo aquello que no volvemos a utilizar en nuestra vida. La memoria y el aprendizaje van íntimamente ligados a las emociones. Y no parece muy emocionante ni impactante saber que durante alrededor de 20 años tu papel es el de sentarte en un aula a escuchar y coger apuntes.
Necesitamos un cambio. Un cambio en lo QUË enseñamos y en el CÓMO lo enseñamos. Este cambio va a redefinir el papel del docente, del alumno y de los contenidos. ¿Qué le deberíamos pedir a un profesor? Que instale en los jóvenes el amor por aprender y no que les llene la cabeza de datos, de certezas y respuestas sino de preguntas. Einstein (un ejemplo de mal estudiante) decía que lo importante es seguir haciéndose preguntas. Aprender significa ser curioso, preguntarse por que. Eso no ocurre en el colegio donde lo que sirve es memorizar y donde nos miden y nos valoran por las respuestas. Se trata de pasar del habitual individualismo (“mira a tu hoja”, “no hables con el de al lado” “habéis entendido todos, ¿verdad?”) al intercambio, al trabajo colaborativo y las comunidades de aprendizaje. Al fin y al cabo, en la vida, en el trabajo se funciona por equipos y los problemas no tienen una sola solución correcta.
Euskadi, Cataluña o Chile (por nombrar los que me son más cercanos) como otras comunidades y países pequeños, tienen una oportunidad histórica para aprovechar el nacimiento de una nueva “era”, la sociedad del conocimiento” y, con la excusa de la revolución provocada por Internet, repensar un modelo educativo que lleva demasiado tiempo instalado entre nosotros y haciendo aguas.
Hiru.com es una buena iniciativa pero al mismo tiempo es un claro ejemplo de cómo emplear una nueva tecnología con una mentalidad antigua.
Todos sabemos que la educación tiene demasiados misterios sin resolver:
¿Cuál es la razón por la que el colegio dura 12 años y la universidad dura 5 años? ¿Qué sentido tiene enseñar, por ejemplo, el catecismo a niños para los que la fe o el matrimonio son conceptos totalmente incomprensibles (en realidad son incomprensibles también para muchos adultos)? ¿Por qué al terminar el colegio no somos bilingües (me refiero al inglés como bien comprendieron los nórdicos, con todo el respeto al resto de idiomas locales), tenemos el carné de conducir (como en EEUU), sabemos mecanografía o nos manejamos perfectamente con un ordenador (TICs)? ¿Por qué invertir 5 años en hacer una carrera para luego tener que hacer un Master y no finalizar los 5 años universitarios con la formación suficiente para trabajar en aquello para lo que se ha estado preparando? ¿Por qué tantas personas acaban trabajando en profesiones que tienen poco que ver con lo que estudiaron en la universidad? ¿Tiene sentido que todos estudiemos lo mismo, que exista un solo currículum o varios? ¿Juan Mari Arzak,  Olazábal o el propio lehendakari Ibarretxe, por nombrar 3 vascos exitosos y conocidos universalmente, aprobarían un examen de matemáticas de COU o la propia selectividad? ¿Por qué esa obsesión con las notas? Obviamente es mucho más sencillo tratar de evaluar mediante un examen (cuanto has memorizado) que mediante una demostración de desempeño (cuanto me demuestras que sabes hacer). Damos demasiada relevancia a las Palabras cuando lo que cuenta en la vida son los Hechos. A una universidad le debería preocupar evaluar como salen los alumnos de sus aulas y no como entran. En la vida, nos evalúan cada día los clientes, los jefes, los competidores, los colegas, la familia, etc. Por tanto, ¿Quién necesita exámenes?.
El libro blanco del aprendizaje a lo largo de la vida declara aspectos interesantes, proclama a Euskadi país de aprendizaje pero ya se sabe que el papel lo aguanta todo y del dicho al hecho hay un gran trecho.
Si vivimos instalados en el cambio, si los profesionales tienen que aprender continuamente porque lo que aprendieron ya no les sirve y lo que saben hoy no les servirá mañana, ¿Cómo es posible que el currículum escolar siga sin tocarse?. Aprender a aprender se convierte en la habilidad clave. Sabemos lo que necesitarán los niños cuando sean adultos, sabemos lo que no necesitarán ni les hará falta y sabemos que una parte no la podemos predecir por culpa del propio cambio. Por tanto, lo primero es consensuar el currículum y adaptarlo, lo segundo es hacerlo flexible y revisarlo continuamente, y lo tercero es cambiar la forma en que tratamos de que los niños aprendan.
¿Tendría sentido pedirle a las instituciones educativas que diseñasen el nuevo currículum para la sociedad del conocimiento? Mi opinión es que no, al menos no para llevar la iniciativa de su diseño aunque lógicamente si el de su impartición. ¿Y pedírselo a la clase política? Tampoco. Esta es una tarea compleja donde tienen que implicarse todos los agentes sociales y donde la tecnología debe jugar un papel fundamental, aunque llenar las escuelas de ordenadores no va a solucionar el problema. Lo malo es que apenas existe conciencia de que necesitemos cambiar algo. Por eso noticias como la que he comentado pasan sin pena ni gloria y en todo caso despiertan la simpatía de los padres que piensan inocentemente que van a encontrar una solución a los problemas académicos de sus hijos.

Nota del Director: este interesante artículo ya había sido publicado en www.granboyaca.org (en 2004). Se publica de nuevo hoy por su importancia y relevancia, dado el momento que Colombia vive en relación con la necesidad de introducir reformas rigurosas al modelo educativo. Ojalá que los analistas pudieran concluir que mucho o todo lo expuesto en este escrito ya está superado y si no fuere así aún es tiempo de seguir preguntando por qué no podemos avanzar en la adecuada educación para lograr la NUEVA SOCIEDAD para este siglo que ya ha dejado pasar UNA DOCENA de años con tan cuestionados resultados en la calidad de los ciudadanos educados bajo el modelo vigente. El lector tiene la palabra y el Estado la decisión.     

LA VIDA ES UNA SUCESIÓN DE CUBOS DE RUBIK





Javier Martínez Aldanondo
Gerente de Gestión del Conocimento de Catenaria 
Jmartinez@catenaria.cl
javier.martinez@knoco.com

Si hacen el ejercicio de ojear cualquier diario español, descubrirán que la palabra que aparece con mayor frecuencia es DESEMPLEO. El drama de perder el puesto de trabajo o la imposibilidad de poder acceder a un empleo es la principal pesadilla que puede sufrir un adulto en la sociedad actual. Los índices de paro, en el caso de España, son terroríficos y tienen a la población sumida en un estado de ánimo casi depresivo. Quienes tienen trabajo, viven atenazados por el miedo a perderlo. Y quienes no lo tienen, padecen la ansiedad y el stress de obtener una fuente estable de ingresos a como de lugar. Desde que se desató la crisis hace 3 años y medio, en todas las tribunas se opina sin cesar de este drama sin que por el momento aparezca la luz al final del túnel. A nadie le debería sorprender reconocer la relación directa que existe entre la gestión del conocimiento y el desempleo.
Por lo general, suelen ser 2 las situaciones por las que alguien se encuentra sin trabajo (descartando a aquellos que no quieren trabajar y se lo pueden permitir):
1. Pérdida del trabajo: Tenías un trabajo estable pero en un momento dado, eres despedido o lo que es lo mismo, llegada la ocasión, no te renuevan el contrato.
2. Dificultad para acceder al primer empleo
: Finalizado tú extenso y oneroso periodo de educación universitaria (con magister incluido, por supuesto), deseas acceder a tu primer empleo pero, por más que lo intentas, no consigues ninguna oferta ni menos aun un contrato.
¿Qué papel juega el conocimiento respecto de estas 2 situaciones?
1. Pérdida del trabajo:
La primera pregunta que hay que hacerse es ¿Por qué una organización decide despedir a alguien a quien en su momento hizo una oferta proponiéndole su incorporación? ¿Se estarán volviendo esquizofrénicas las empresas? Dejando de lado los casos indiscutibles (desempeño deficiente, comisión de un delito, etc.) lo que tenemos es un problema matemático: cuando el coste de una persona es mayor que lo que la empresa obtiene por su trabajo, la ecuación no es sostenible en el tiempo y quien sufre las consecuencias es el empleado. Y dado que durante el tiempo que la persona prestó sus servicios a la empresa, esa ecuación era equilibrada ¿Qué es lo que ha podido pasar para que el signo de esa ecuación haya cambiado? ¿Y por qué hay otras personas que mantienen el empleo? ¿Cuáles son los criterios que se tienen en cuenta para decidir quien continúa y quien abandona una empresa?
Mi conclusión no resultará agradable para muchos: si te despiden es porque no has sido capaz de gestionar adecuadamente tu conocimiento. Es evidente que resulta más sencillo culpar del despido a la avaricia de los empresarios, a la mala gestión de los directivos o a la incompetencia de los políticos y no tengo duda que en muchas circunstancias, dichas variables juegan un rol muy destacado. Pero creo que nos hacemos un flaco favor a nosotros mismos si echamos balones fuera y no hacemos un ejercicio de autorresponsabilidad.
Es obvio que si una empresa te contrató tiempo atrás, no fue por caridad sino por el hecho de que entendió que eras capaz de hacer cosas que resultaban un aporte para los productos o servicios que ofrecía a sus clientes. Es decir, reconocía que tenías un conocimiento valioso y le interesaba “alquilártelo” en unas condiciones determinadas para incorporarlo en algún proceso dentro de su cadena de valor. Y cuando te despide, ¿Qué es lo que cambió? Simplemente que el conocimiento que inicialmente tenías y que es la razón por la que te contrataron, perdió vigencia, se fue depreciando hasta resultar innecesario. Para una empresa, todo el que no suma, resta. Hay 2 elementos que van de la mano y que explican este proceso de caducidad del conocimiento: el tiempo y el cambio. Sabemos que el tiempo es el máximo innovador y que si hay algo seguro en la vida es que todo cambia, el cambio es la única constante. El futuro no es una proyección lineal del pasado. Lo que antes era válido no necesariamente lo será en adelante. La historia está llena de ejemplos que demuestran que no hay garantía alguna que lo que te hizo exitoso e imprescindible en un momento determinado, seguirá siendo igual meses o años después. Esto les ha ocurrido a personas, empresas y países que en un momento dado parecían invencibles, siendo Kodak el último gigante en caer. La lección que debiésemos extraer es que de la misma forma que es fundamental contar con el conocimiento necesario para realizar tu trabajo, de igual manera hay que entender que el conocimiento se va devaluando con el tiempo y por tanto es requisito imprescindible invertir en su renovación, en mantenerlo actualizado o en sustituirlo por otro cuando lleguemos a la conclusión de que dejó de ser útil. Un herrero de la edad media tenía conocimiento valioso cuando sus clientes le solicitaban fabricar espadas o herrar caballos (principal medio de transporte de la época) pero en el 2012 tendría pocas opciones. Si miramos nuestra trayectoria laboral, es fácil darnos cuenta de que hoy estamos haciendo tareas distintas que 10 años atrás y que requieren un conocimiento del que no disponíamos en ese entonces.  Al mismo tiempo, mucho del conocimiento que manejábamos hace tan solo una década no tiene apenas utilidad actualmente. Si aceptamos esta realidad, entonces podemos prever que de cara al futuro, nos espera la misma dinámica solo que más acelerada. ¿Quién no ha  escuchado decir que el 80% del conocimiento que utilizamos en el trabajo estará obsoleto en 5 años?
Todo esto significa que es responsabilidad de cada uno mantener actualizado su propio conocimiento, deshacerse del que ya no sirve y estar atento a incorporar el que pueda ofrecerte oportunidades futuras. Si dejas de nadar, te hundes. La pregunta entonces es: ¿Qué debería haber aprendido que si hoy lo supiera tendría asegurado un trabajo? Responder esa interrogante es esencial con independencia de que estemos inmersos en un modelo económico irracional (obsesionado con los resultados económicos y los beneficios, la competencia y el consumo) o de si la empresa en que trabajas te da oportunidades para aprender y desarrollarte. Tu situación laboral, tanto por cuenta propia como ajena, siempre va a depender del conocimiento que tengas. Si atesoras un conocimiento que el mundo reconoce como deseable (como el que tiene Messi a sus 24 años) tu presente está asegurado mientras ese conocimiento esté vigente. Mucha gente cree firmemente que una persona de 50 años que pierde el trabajo tiene casi imposible su reinserción en el mundo profesional. Esto equivaldría a asumir que alcanzada la madurez, el hombre ya no puede aprender, está condenado a no poder crear nuevo conocimiento ni reinventarse lo que es una falacia ridícula y sin base alguna. Desde luego, el esfuerzo que se requiere no es menor pero si algo caracteriza al cerebro es su plasticidad y los seres humanos son capaces de seguir aprendiendo hasta que mueren, tan solo hace falta motivación. La pregunta es: ¿Cuántas personas conoces, independientemente de su edad, que tengan planeado lo que quieren y van a aprender el próximo año?
2. Dificultad de acceso al primer empleo:
“Estoy seguro que la razón por la que surgen tantos idiotas de nuestras escuelas es porque no tienen ningún tipo de contacto con nada útil para la vida diaria. Petronio 66 A.C”. En este caso la problemática es si cabe más sangrante y la responsabilidad recae plenamente en el sistema educativo que no ha progresado nada en los últimos siglos y que insiste en que los jóvenes “sepan” mientras las organizaciones (ya sean empresas, organismos públicos, ONGs o instituciones educativas) insisten en que “hagan”.
Todos los jóvenes salen de la universidad con la esperanza de incorporarse al mercado laboral y con la perspectiva de sustentarse por sí mismos y lograr la ansiada independencia (a pesar de los mezquinos sueldos que perciben). La principal razón por la que estudiamos una carrera es precisamente para que dicho esfuerzo nos prepare para acceder de forma lo más natural posible a un puesto de trabajo donde podamos aplicar lo aprendido. ¿Entonces, porque el desempleo entre los jóvenes en España es del 50%? ¿Es que estamos ante la cosecha de jóvenes más tontos de la historia? Más bien al revés, estamos ante una generación de jóvenes sobrecalificada, la que ha dedicado más tiempo (ojo, y más dinero) que cualquier otra a estudiar y acumular títulos. ¿Por qué entonces una empresa no querría contratar a un joven con un curriculum intachable, motivado y lleno de energía, deseoso de demostrar que merece cada moneda que la empresa invierte en él, ansioso por aprender y por fin trabajar en la que es su vocación desde hace tiempo y que además le cuesta muy poco dinero? La razón es muy sencilla: Nuestros jóvenes apenas tienen conocimiento que resulte útil a una empresa. Es muy poco lo que saben hacer. A pesar de los muchos años gastados en estudiar en un aula, cuando aterrizan en su primer empleo, la empresa que los contrata sabe que prácticamente tiene que invertir 1 año para enseñarles lo necesario para empezar a justificar el sueldo que les paga. En definitiva, los jóvenes carecen del tesoro más apreciado por las empresas: Experiencia, que no es otra cosa que el conocimiento para tomar buenas decisiones y que se adquiere mediante la práctica, casi siempre a partir de haber tomado malas decisiones con anterioridad y haberlas corregido. Claro que el principal argumento para refutar esta frustrante situación es que un joven, por definición, carece de experiencia… Es incuestionable que hemos traicionado gravemente la promesa que les hemos hecho a nuestros jóvenes. Les hemos bombardeado reiteradamente con la quimera de que “cuanta más educación, mayor prosperidad” pero hoy les ofrecemos una educación que no soluciona su principal objetivo mínimo que no es otro que garantizarles un modo de ganarse la vida.
¿Hay algo que podamos hacer para ayudar a que nuestros jóvenes acumulen conocimiento útil durante su largo tránsito (14 años) por el sistema educativo? Por supuesto, basta con echar un vistazo a la historia.
Nuestros antepasados, que carecían de formación en pedagogía pero que desbordaban sentido común, diseñaron un modelo de aprendizaje natural en el que los niños simplemente practicaban las mismas tareas y por tanto desarrollaban las mismas habilidades que iban a requerir cuando se hiciesen adultos. Para llegar a ser un buen rastreador, cazador, médico o cosechador, el niño tenía que haber dedicado mucho tiempo a rastrear, cazar, curar o cosechar durante su crecimiento y siempre bajo la supervisión de un adulto que le corregía y le ayudaba a progresar. Cuando se producía la transición al mundo adulto, el joven estaba perfectamente preparado y seguro de poder ejecutar las tareas requeridas porque contaba con la experiencia de haberlas realizado en innumerables ocasiones con anterioridad. Los niños de hoy apenas tienen experiencia en las tareas que tendrán que ejecutar cuando se incorporen al entorno laboral ya que durante largos años, no hacen mucho más que ir al colegio y a la universidad, estudiar y relacionarse con sus semejantes. Si partimos de la base de que la experiencia configura al cerebro, la oportunidad que tienen nuestros jóvenes de acceder a experiencias útiles y enriquecedoras es prácticamente nula. Y por lo tanto, lo que hay que hacer para que adquieran conocimientos útiles para su ingreso al mundo laboral es llevar a cabo una revisión crítica y en profundidad de los curriculums (qué estamos enseñando y cómo lo estamos enseñando) y adaptarlos para que se parezcan lo más posible al mundo que les recibirá. Esto obliga, entre otras cosas a modificar la relación entre la universidad y la empresa, a rediseñar las carreras en base a proyectos en lugar de asignaturas y a incorporar a profesionales del universo corporativo dentro de los cuerpos de profesores. Es imperativo, por tanto, reconocer que en la mayor parte de los casos, seguimos enseñando a “herrar caballos” y además, lo hacemos de forma teórica (explicando a los alumnos cómo se hace) y sin darles ninguna oportunidad de practicar. La educación sigue insistiendo en enseñarte qué pensar en lugar de enseñarte cómo pensar y la diferencia, como comprobamos al enfrentar los desafíos cotidianos, es sideral.
El conocimiento no es algo que tienes sino algo que haces. Por eso en el mundo laboral no hablamos de saber sino de saber hacer, no importa lo que sabes sino lo que haces con lo que sabes. Hay que reconocer que el idioma castellano no es muy preciso cuando se refiere al término “saber” ya que la definición engloba ambas acepciones y no distingue lo que sabes teóricamente de lo que eres capaz de aplicar. Pero en una empresa, a nadie le pagan su sueldo por lo que sabe ni le hacen un examen a fin de mes sobre lo que sabe o lo que aprendió. A todos nos pagan por lo que hacemos y por hacerlo bien.
Cualquiera que haya visto la película Forrest Gump, recordará una de las frases favoritas de su protagonista: “Mamá siempre decía que la vida es como una caja de bombones, nunca sabes lo que te va a tocar”. Podemos aplicar una metáfora similar intercambiando los bombones por cubos de rubik. Nuestra trayectoria laboral no deja de ser una sucesión de cubos de rubik cada vez más complejos y que debemos ir enfrentando paulatinamente. El cubo de rubik solo representa un problema mientras careces del conocimiento para resolverlo. Sin embargo, para quien conoce el método, no supone más que una tarea que únicamente le demanda un poco de tiempo para solucionarlo. Una vez adquieres dicho conocimiento, el cubo deja de convertirse en un obstáculo y puedes avanzar hasta que otro cubo rubik distinto y más sofisticado (una petición inédita de un cliente, un proyecto desafiante, un competidor, un cambio legal, una crisis…) se interpone en tu camino obligándote a tener que aprender cómo resolverlo y así sucesivamente.
En otras ocasiones he insistido en que podemos considerar a una persona inteligente cuando saca partido de lo que sabe e incorpora lo que no sabe. La innovación empieza por uno mismo. No puedes vivir del pasado. Si no innovas en tu conocimiento, si te conformas con lo que sabes, rápidamente te estancas, silenciosamente te empiezas a depreciar hasta que caducas. Por eso es importante invertir tiempo y esfuerzo en aprender, en crear y generar nuevo conocimiento antes de que el tuyo ya no valga nada. Cualquier país angustiado por el desempleo no tiene otro remedio que reformar radicalmente la educación y apoyar inequívocamente a sus ciudadanos a renovar sus conocimientos de manera constante. Es importante reaccionar antes de que sea demasiado tarde. No hay nada más potente que una idea y la máquina que produce ideas es el cerebro. Por suerte, todos tenemos uno.

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