NADIE TE ENSEÑÓ A TRABAJAR





CATENARIA - Gestión del Conocimiento
 
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Nadie te enseñó a trabajar
Javier Martínez Aldanondo
Gerente de Gestión del Conocimiento de Catenaria
jmartinez@catenaria.cl y javier.martinez@knoco.com Twitter: @javitomar
   
Es un hecho que las personas son menos productivas de lo que podrían ser y desde luego, de lo que los directivos desearían. Por regla general, la razón estriba en que no saben hacerlo mejor. Aunque parezca mentira, nadie te enseñó nunca a trabajar. ¿Por qué ni el colegio ni la universidad te entregan las herramientas básicas para que llegado el momento puedas trabajar de forma eficiente? El asunto no es menor, son muy pocos lo que se libran de dedicar no menos de 40 años a trabajar. ¿Cómo es posible que nadie denuncie al sistema educativo por insistir en enseñarnos un sinnúmero de cosas inútiles en lugar de asegurarse que aprendemos un método de trabajo que nos servirá para toda la vida? Este emprendedor colombiano expresa claramente lo que todos sabemos pero pocos se atreven a reconocer: la educación te enseña muy bien a seguir instrucciones pero no te entrena para aprender solo, trabajar en equipo o resolver problemas que es como funciona el mundo real. Es cierto que, en ocasiones, encontramos personas que no quieren o no pueden hacer más de lo que hacen ya que o bien realizan tareas que no les interesan o trabajan en contextos que les desagradan o les resultan directamente hostiles. Sin embargo, y como veremos en el newsletter del próximo mes, en esos casos son las organizaciones las que tienen una mayor cuota de responsabilidad.
La principal preocupación de los responsables de las organizaciones son siempre los resultados. Y es que su propia supervivencia depende de ello puesto que deben rendir cuentas a sus respectivos consejos directivos y accionistas. Los resultados se mejoran reduciendo costos y/o aumentando ingresos. Para ello, las empresas actúan básicamente en 2 frentes: Intentan sacar el máximo partido posible de su infraestructura física, sobre todo maquinaría y tecnología, mediante procesos de eficiencia operacional y automatización y tratan de mejorar el rendimiento de su capital humano, lo que comúnmente se conoce como productividad. De lo que no cabe duda alguna es que la presión desmedida ejercida hacia las personas para mejorar continuamente los resultados está teniendo unos efectos altamente peligrosos, en particular sobre la salud: tasas de ausentismo y estrés nunca antes conocidas que han llevado a que en Francia se reduzca la jornada laboral y se obligue a apagar celulares y computadores durante 11 horas diarias. No en vano vivimos la era de las enfermedades mentales. Estas dinámicas, especialmente dañinas en épocas de crisis donde las personas tienen terror a quedar sin empleo, generan índices de frustración generalizada de los empleados con sus organizaciones. Esto no deja de resultar contradictorio ya que los directivos manifiestan que lograr el compromiso de sus colaboradores es su mayor prioridad.
Que las personas sean mucho menos eficientes de lo que podrían ser no significa que no sean productivas del todo.  Si así fuera, hace tiempo que habrían sido despedidas y sus empresas habrían quebrado. Sería absurdo, eso sí, no reconocer que cuentan con un amplio margen de mejora o que podrían lograr los mismos resultados que obtienen actualmente sin tener que sufrir ni pagar los elevados costes que hoy pagan.  Un ejemplo es lo que ocurre con la gestión de proyectos. Actualmente, casi todas las organizaciones trabajan por proyectos y muchos de sus colaboradores son contratados bajo esa modalidad. Sin embargo, la mayoría de personas jamás reciben formación alguna sobre gestión de proyectos durante su trayectoria universitaria y por tanto, tienen que aprender una vez se incorporan a una organización. Lo preocupante es que ese proceso de aprendizaje está resultando un fracaso: aunque las estadísticas varían mucho, se estima que entre un 70% y un 80% de los proyectos no cumplen con los plazos previstos, con el presupuesto o con los objetivos definidos. Y si no se lo creen, prueben a hacer una obra en su casa para comprobarlo. Es decir, un gigantesco porcentaje de profesionales carecen de habilidades básicas de planificación, organización y ejecución de proyectos. Resultaría increíble si no fuese por la cantidad de evidencias que lo confirman.
Si de verdad queremos contar con profesionales productivos, necesitamos que aprendan lo más temprano posible -ojalá desde el colegio- una serie de hábitos y prácticas que tienen el mismo nivel de trascendencia que saber leer, escribir y dominar las operaciones de aritmética básica. Cualquier padre sabe lo importante y al mismo tiempo lo titánico de lograr que sus hijos aprendan a ser autónomos y a responsabilizarse de sus obligaciones sin depender de alguien que los persiga. Existen muchas habilidades críticas tanto a nivel de gestión de uno mismo (empatía, autoestima, razonamiento, etc.) como de gestión de personas (comunicación, negociación, manejo de conflictos, etc.) pero en mi opinión, hay 4 que resultan prioritarias y que son la base sobre las que se van asentando las demás.
  1. Administrar el tiempo: Aunque la jornada laboral de 8 horas sea un estándar internacional, el aprovechamiento que hacemos de ese tiempo tiene un impacto decisivo en los resultados. Ya es común que cada persona decida cómo organizar su trabajo y por ende su tiempo: qué tareas llevar a cabo, con qué grado de prioridad, qué relegar para otro momento, cómo distribuir el tiempo para poder cumplir con sus distintos objetivos y compromisos… Pero claramente esa autonomía no parece dar buenos resultados porque es habitual escuchar frases como: "La cantidad de trabajo me supera", "tengo que dedicar mi tiempo libre y el de mi familia para terminar trabajo pendiente", "pierdo mucho tiempo en reuniones poco productivas". Es decir, las personas reconocen que administran su tiempo de manera deficiente lo que se plasma en la sensación de agobio permanente ya que la jornada laboral no alcanza para cumplir las tareas pendientes en los plazos acordados. Se vive con el sentimiento continuo de que hay cosas que se te pueden estar olvidando, lo que conduce incluso a trastornos del sueño, y a estar más pendiente por la actividad que sigue a continuación que por resolver la tarea presente.
    ¿Qué hacer para trabajar de una forma más organizada? 3 cosas:
    a. Planificación: Resulta inexplicable la cantidad de personas que se ponen a trabajar sin planificar previamente lo que van a hacer, especialmente sin tener claro cuál es el resultado final que quieren obtener y qué pasos deben dar para lograrlo.
    b. Priorización: Dado que lo más habitual es que estemos trabajando en varios temas en paralelo, es fundamental contar con criterios inequívocos para decidir qué acciones deben ser abordadas con urgencia y por qué, qué acciones podemos aplazar y cómo recordaremos cuándo llevarlas a cabo.
    c. Seguimiento: Todo el esfuerzo de planificar y priorizar resulta estéril si no contamos con una estrategia fiable que nos permita monitorear el estado de avance de cada una de las tareas en que estamos involucrados de forma que evitemos sorpresas desagradables.
2. Gestionar tu información: Nadie está a salvo del tsunami informativo que nos inunda diariamente. Recibimos, sin solicitarla, más información de la que necesitamos y de la que somos capaces de digerir pero al mismo tiempo, trabajamos con información y por tanto, generamos  gran cantidad de documentos en forma de propuestas, informes, estudios, dossiers, presentaciones, etc. Por ello, es lógico que hagamos esfuerzos ingentes para tratar de organizar todo este inmenso caudal de información de una manera coherente. Lo más llamativo es que si haces la prueba de asomarte al computador de cualquier persona, descubrirás 2 cosas:
1. Que cada uno tiene una forma diferente de clasificar y almacenar la información
2. Que esa forma no suele resultar muy efectiva porque de nuevo, lo más frecuente es escuchar frases como "¿para qué proyecto trabajamos antes este mismo tema?" "¿dónde estará aquella propuesta en que abordamos un requerimiento similar?". Las consecuencias de esta deficiencia a la hora de gestionar la información son nefastas pero sobradamente conocidas: desperdiciamos tiempo en buscar lo que sabemos que ya hicimos. Y cuando no lo encontramos nos vemos obligados a hacerlo de nuevo -reinventar ruedas- perdiendo más tiempo y no poco esfuerzo. Incluso, y esto me consta, gastando dinero en información que ya habíamos pagado anteriormente, contratando, por ejemplo, la misma consultoría o idéntico informe.
Si decidimos guardar información es porque tenemos intención de volver a reutilizarla en el futuro, bien por qué tendremos que consultarla o simplemente como respaldo. De modo que necesitamos definir con claridad los siguientes aspectos:
a. Qué documentos e información merece la pena guardar, cuales no y por qué
b. Cómo guardarla y qué información adicional incluir (metadatos) para poder encontrarla
c. Dónde guardarla de forma que sea fácil de encontrar cuando la necesite de nuevo
3. Sacar partido de las herramientas tecnológicas: Es una obviedad afirmar que somos totalmente dependientes de la tecnología para trabajar, comunicarnos y en realidad, para todas las actividades de nuestra vida diaria. Desde luego, el futuro no nos traerá menos tecnología sino cada vez más. Si el objetivo de la tecnología es ayudarnos a hacer el trabajo más fácil, entonces existen 2 desafíos que resulta urgente abordar:
a. Decidir qué herramientas necesitamos para trabajar y aprender su uso. Es un hecho que la inmensa mayoría subutilizamos las herramientas de uso habitual ya que aprendimos a usarlas de forma artesanal y autodidacta.
b. Actualizarte tecnológicamente de forma permanente. Existen muchas herramientas que podrían resultar tremendamente útiles pero que no ocupamos simplemente porque las desconocemos y carecemos de tiempo para identificarlas y dominarlas.
4. Gestión del conocimiento personal: Tu conocimiento es el activo que te hace empleable y por tanto la base sobre la que asientas el presente y construyes el futuro. Respecto del presente, y para poder gestionarlo adecuadamente, es imprescindible que sepas qué conocimiento tienes (ya que es la razón por la que tu empresa te paga y tus clientes te eligen), cómo lo obtuviste y cómo lo puedes transferir a otros y convertirte en un proveedor de conocimiento valioso y eficiente.
En cuanto al futuro, es primordial decidir qué necesitarás aprender, es decir, qué conocimiento no tienes y vas a necesitar y cómo lo vas a adquirir.
Finalmente y como dice una frase popular, "no necesito saberlo todo sino tener el teléfono del que sabe": necesitas administrar tu red de contactos. Eso implica identificar quienes forman parte de tu red, qué conocimiento tienen, cómo conectar con ellos rápidamente y, desde luego, preocuparte de alimentar la base regularmente.
EL 15 de mayo estaremos Puerto Montt en el Congreso Percade que organiza La Araucana participando en el panel "Construyendo empresas con sentido". Y el 29 y 30 de mayo estaremos en Sao Paulo participando en el Global Make Conference que este año lleva por lema: Redes corporativas, el poder de compartir y aplicar conocimientos.


 
 
 

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TU VIDA DEPENDE DE TU CAPACIDAD DE APRENDER

De: Javier Martínez Aldanondo <gestiondelconocimiento@catenaria.cl>
Fecha: 31 de marzo de 2014, 21:09
Asunto: Gestión del Conocimiento, Newsletter Nº 96 Marzo 2014 Catenaria.
Para: granboyaca@gmail.com


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Tu vida depende de tu capacidad de aprender
Javier Martínez Aldanondo
Gerente de Gestión del Conocimiento de Catenaria
jmartinez@catenaria.cl y javier.martinez@knoco.com Twitter: @javitomar
Posiblemente nunca te lo has planteado en esos términos pero tu vida, tanto el pasado como el presente y sobre todo el futuro, dependen de tu capacidad de aprender. Lo que eres hoy es fruto de lo que has aprendido hasta el momento, ni más ni menos. De la misma manera, tu futuro está en función de lo que seas capaz de aprender de aquí en adelante. No podrás ser ni hacer nada que no hayas aprendido previamente, es imposible. Y en el caso de que tengas familia, el porvenir de tus descendientes depende extraordinariamente de tu capacidad de transferirles lo que sabes. La conclusión entonces es clara: no hay nada más importante que aprender. Sin embargo ¿Cuánto sabes de aprendizaje? ¿Alguien alguna vez te enseñó a aprender? ¿Y a ayudar a que otros aprendan? Me temo que conozco la respuesta...
La trascendencia capital del aprendizaje es fácil de comprobar viendo, por ejemplo, documentales de Animal Planet de los que soy testigo frecuente ya que siguen entusiasmando a mis hijos. Cualquier carnívoro, por ejemplo, desde que nace depende de su capacidad de aprender a sobrevivir en un medio hostil y concretamente a enfrentar 2 desafíos vitales:
  • Alimentarse (para lo que deberá aprender a cazar)
  • Y defenderse (para lo que deberá aprender a identificar posibles fuentes de peligro y ponerse a salvo de amenazas a riesgo de ser eliminado por sus enemigos).
Los cachorros recién nacidos no pueden llevar a cabo este sofisticado proceso de aprendizaje por su cuenta sino que necesitan de alguien que les proteja, les ayude y sobre todo les eduque y este es el rol que juegan sus padres: enseñarles hasta que son capaces de valerse por sí mismos. Si no estuvieran acompañados por sus progenitores a lo largo de ese periodo de aprendizaje, morirían rápidamente de hambre o bien devorados por otros depredadores.
En el caso de las personas, el proceso ocurre de forma muy parecida aunque resulta bastante más prolongado y complejo. De hecho, el ser humano cuenta con notables desventajas físicas respecto del resto de animales: es más lento, tiene mucha menos fuerza, peor vista y olfato, carece de garras o dientes para luchar, etc. La única razón que explica por qué el ser humano domina al resto de las especies es gracias a su capacidad de aprender y generar conocimiento. Nuestro principal músculo es el cerebro. Hace poco escuchaba la historia de una persona atrapada entre los escombros de un edificio destruido durante el terremoto de Haití y que había sufrido una herida profunda en la pierna que amenazaba con desangrarle. Por suerte, tenía consigo un smartphone y pudo consultar y aprender cómo hacerse un torniquete y detener la hemorragia lo que le permitió salvar la vida mientras los equipos de rescate trataban de llegar hasta él.
Dado que aprender es verdaderamente un asunto de vida o muerte existen algunos aspectos que merece la pena considerar.
A nivel personal
Nadie nace sabiendo: Nada de lo que hoy eres capaz de hacer venía contigo cuando naciste. Como es casi imposible que puedas recordar cómo aprendiste la gran mayoría de lo que hoy sabes, no hay mejor manera de comprobarlo que observar el proceso de aprendizaje de tus hijos a los que tienes que enseñar (con infinita paciencia) absolutamente todo: desde caminar, hablar, leer, escribir, coger un cuchillo o atarse los zapatos. Utilizando un ejemplo de las artes marciales, nunca perdamos de vista que todos aquellos que hoy son cinturón negro, empezaron siendo cinturón blanco y no sabían nada. Por lo tanto, la vida no es otra cosa que un proceso de aprendizaje continuo y tu devenir en ella, tus alegrías y tus padecimientos están estrechamente ligados con tu habilidad para aprender. Nelson Mandela decía que el día que dejas de aprender y compartir te vuelves irrelevante.
Nadie te enseña a aprender: Resulta curioso que a pesar de lo crítico que resulta aprender, nadie jamás te explica cómo ocurre el proceso de aprendizaje ni menos aún, te enseña a aprender. Pero lo más increíble de todo es que de forma natural sabemos aprender aunque no sepamos cómo lo hacemos. ¿Por qué tenemos entonces tantos problemas con la educación? Simplemente porque nos han convencido de que por el hecho de ir al colegio, el proceso de aprendizaje ocurre automáticamente: asistes a clase, escuchas a un profesor explicar su asignatura, tomas apuntes, estudias y memorizas y luego haces el correspondiente examen y ya sabes aprender. Pero claro, acumular información no es sinónimo de aprender, ojala fuese tan simple. Las cosas importantes que aprendes en tu vida no las aprendes escuchando ni estudiando sino haciendo. Y es que si no practicas, no aprendes. Sí los padres fuesen expertos en aprendizaje, avanzaríamos considerablemente en la educación de los niños (y los colegios se verían obligados a eliminar las innumerables aberraciones que cometen). ¿Por qué nunca nos paramos a pensar cómo aprendemos, cómo podríamos hacerlo mejor y, menos aún, cómo ayudar a otros a aprender? Un componente esencial del proceso educativo debiese consistir en inocularte la pasión por aprender (aprendizaje continuo) y a perfeccionar permanentemente tu habilidad para aprender ya que se trata de la llave de tu vida. El modelo educativo que nos acompaña desde hace siglos es justamente lo opuesto a la forma en que naturalmente nuestro cerebro aprende y eso es algo que quienes denuncia n las falencias de la educación parecen incapaces de entender. ¿O es que en casa a tus hijos les enseñaste a andar en bicicleta o a hacerse el desayuno sentándoles en su pupitre, leyéndoles un libro o un powerpoint y haciéndoles un test de respuesta múltiple? Las instituciones educativas se centran en enseñarte respuestas, lo que ya se sabe. El mensaje es: “esto es lo que debes saber, esta es la pregunta que importa y ya está comprobado que esta es la respuesta correcta”. Sabemos que en este simulacro, siempre ganan los que tiene buena memoria o los muy obedientes que además se esfuerzan mucho, aunque la buena educación es la que te ayuda a desarrollar tus propias ideas. G.M. Treveylan lo expresa sabiamente “La educación ha producido muchos individuos capaces de leer pero muy pocos capaces de decidir qué merece la pena leer” La vida sin embargo, no gira sobre lo que ya se sabe sino sobre preguntas que no tienen respuesta, que no sabes cómo se resuelven y que cuando consigues aprenderlas, al poco tiempo cambian de nuevo y tienes que empezar otra vez. En ese mundo, que ya hace tiempo que es nuestro mundo y que es el que seguro espera a nuestros hijos, memorizar respuestas no sirve de mucho. Todo aprendizaje empieza siempre con una pregunta. Por eso la educación tiene que prepararte para un mundo donde tienes que encontrar respuestas que no existen (innovar) a preguntas que nadie se ha hecho. Es hora de que nos demos cuenta de que si nuestros niños no pueden aprender de la forma en que les enseñamos, debiésemos enseñarles de la manera en que verdaderamente aprenden.
Todo se puede aprender: “Si quieres algo pero no puedes conseguirlo, entonces aprendes para lograrlo (Woody Allen)”.  Existe también la creencia de que hay cosas que no se pueden aprender sino que vienen insertas en tu ADN, las tienes o no las tienes como por ejemplo la voluntad, la compasión, la creatividad, la mentalidad, el optimismo o la felicidad. Sin embargo, la realidad es la opuesta, todo ello se puede aprender pero no se puede enseñar que es muy diferente. Eso sí, para aprender ese tipo de intangibles, que son los que verdaderamente marcan la diferencia en nuestras vidas, no nos sirven ni los cursos ni las lecciones magistrales ni tampoco son esenciales los profesores. El recientemente fallecido ex presidente del gobierno español Adolfo Suarez y el ex Fiscal Anticorrupción se titularon como abogados por libre sin asistir nunca a clase y Palmer Luckey que no pisó el colegio hasta los 14 años (y acaba de vender su empresa de gafas de realidad virtual a Facebook) son los ejemplos más recientes.
El aprendizaje exige acción, por eso estudiar no tiene mucho que ver con aprender. Asistir a clase es un acto pasivo, vivir una experiencia es algo totalmente diferente. Seguimos diseñando los centros educativos como hoteles en los que servimos a los alumnos “cosas” que ellos no nos han pedido, en lugar de pensarlos como laboratorios donde puedan probar, practicar, tener experiencias, compartirlas y no tener miedo de equivocarse. El ciclo del aprendizaje no se completa si no incluye acción. Saber es interesante (y es verdad que no ocupa lugar pero requiere mucho tiempo y energía) pero no estamos preparando a nuestros jóvenes para ganar concursos de memoria en la televisión. Sin embargo, hacer, aplicar lo que sabes es insuperable. Leer y estudiar son claramente insuficientes sino te ayudan a aprender a hacer cosas que antes no podías hacer y que es lo que te permite progresar en la vida. Solamente puedo verificar que aprendiste algo cuando me lo demuestras y no cuando me lo dices. Por tanto, solo puedes aprender algo cuando lo haces y no cuando lo lees o lo escuchas. La acción está inseparablemente unida a la  evolución del ser humano. Si comprimiésemos la historia de la humanidad en un solo día, con la aparición del hombre ocurriendo a las 12:01 AM, tardaríamos hasta las 11:12 PM en descubrir el fuego y el lenguaje solo aparecería a las 11:59 y 58 segundos… Es decir, estamos programados por naturaleza para la acción, mucho más predispuestos hacia aprender a través de la experiencia directa que de la palabra o el texto. Un lector me compartía meses atrás esta anécdota para ilustrarlo: Mi padre decía: "En la universidad te ponen un video del serrucho, en un taller te van a dar un serrucho y vas a aprender como tomar el serrucho y la posición y acción de serruchar un trozo de madera".
A nivel organizacional
Las organizaciones no saben aprender aunque pueden hacerlo (y no les queda más remedio). Lo más importante para una empresa no es lo que ya pasó sino lo que está por pasar. Toda empresa existe porque ha sido capaz de aprender, no perder ese conocimiento y transferirlo a sus miembros. Pero su supervivencia depende de lo que sea capaz de seguir aprendiendo y del nuevo conocimiento que vaya generando (innovación). Una empresa no se define ni se juega su futuro por lo que hizo sino por lo que hará y para ello lo fundamental es su capacidad de aprender. Claro que el fenómeno del aprendizaje viene en los genes de las personas pero no en los de las organizaciones.
Las personas cada vez necesitan saber más cosas y más rápido y las empresas no pueden dejar de invertir en incrementar las competencias de sus colaboradores y proveerles el conocimiento que necesitan. Según Henry Ford, “solo hay algo más caro que formar a las personas y que se marchen: no formarlos y que se queden”. La manera en que un profesional aprende su trabajo es haciéndolo, el puesto de trabajo es un mejor lugar para aprender que el aula. Trabajar es aprender y la línea que separa aprendizaje de trabajo se está diluyendo velozmente lo que significa que una organización tiene que estar diseñada como un espacio de aprendizaje permanente y todo profesional debe ser, al unísono, un experto en el arte de aprender lo que no sabe y de enseñar lo que sabe
Conclusiones:
Aprender es sagrado. El oxígeno y los alimentos te permiten mantenerte vivo pero es el aprendizaje el que te permite proyectar el futuro. En las empresas pasa lo mismo, los clientes, los productos o los ingresos permiten sobrevivir en el presente pero aprender es lo único que asegura que la organización seguirá existiendo dentro de 10 años. Si en el pasado, emplearse en una empresa era garantía de trabajo para siempre jamás, hoy la seguridad en el trabajo ya no existe, todo depende de tu nivel de conocimiento. Y para ello, la capacidad de aprender, de actualizarte constantemente, reinventarte y desarrollar habilidades nuevas como las que demandan las organizaciones es lo único que te garantiza estar a salvo de la amenaza de quedar sin empleo.
Cualquier cosa que haces en la vida la puedes hacer porque tienes conocimiento. Y ese conocimiento lo tienes porque previamente aprendiste. ¿Y cómo lo aprendiste? Seguramente haciéndolo. Aunque parezca una perogrullada, aprendemos lo que no sabemos lo que nos obliga a responder una pregunta simple: ¿sabes lo que no sabes y necesitaras saber? y ¿sabes cómo lo vas a aprender? El aprendizaje ocurre cuando alguien quiere aprender no cuando alguien quiere enseñar. Tu educación es un trabajo que toma toda la vida, más te vale que comiences cuanto antes.
El 10 de abril, en el congreso Percade que organiza La Araucana en Antofagasta, nos referiremos a las nuevas organizaciones y profesionales que se requerirán para el mundo que nos espera. Y a todos los interesados en la gestión del conocimiento, les invito a participar en esta encuesta a nivel mundial que estamos llevando a cabo desde Knoco y que pueden acceder aquí http://www.knoco.com/knowledge-management-survey.htm

 
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