LA NUEVA EDUCACIÓN PARA LA SOCIEDAD DEL CONOCMIENTO *

En 10/5/2004, El Diario Vasco publicaba la siguiente noticia en portada (ampliada en las páginas 2 y 3): “El Gobierno Vasco crea un 'portal' para que los padres ayuden a sus hijos a hacer los deberes”. http://servicios.diariovasco.com/pg040510/prensa/noticias/AlDia/200405/10/DVA-ALD-000.html
Aparentemente es una buena noticia que habrá despertado la simpatía de aquellos a los que les preocupa el tema de la educación. Sin embargo, creo que merece la pena detenerse a analizar algunos aspectos contradictorios e incluso problemáticos que hace ya demasiado tiempo pasan inadvertidos para la opinión pública y, lo que es peor, para la comunidad educativa.
Indudablemente, entre los elementos positivos de la noticia, hay que aplaudir los esfuerzos de las  instituciones públicas por apoyar el desarrollo de la educación y las tecnologías, sobre todo teniendo en cuenta que hasta hace muy pocas fechas, la educación apenas aparecía en los primeros lugares de las agendas políticas de trabajo.
Hiru.com, que así se llama el portal, no es una iniciativa aislada, conozco experiencias similares de portales educativos apoyados desde la administración en Cataluña, Argentina o Chile. En el artículo se insiste en que nadie puede negar la relevancia del “aprendizaje a lo largo de toda la vida” ni el papel decisivo que juegan las Tecnologías de la Información y de la Comunicación (TICs) como soporte. Vivimos en un mundo en continua transformación donde los “supervivientes” ya no son los más fuertes sino los más capaces de adaptarse, es decir, los que aprenden a cambiar. Coincidimos en que el conocimiento viene con fecha de caducidad. Y parece evidente, nos agrade o no, que en ese mismo mundo, la tecnología hace ya tiempo que juega un papel preponderante, inundándolo todo. No me refiero únicamente a Internet. Dependemos de la tecnología para fabricar productos, para viajar, para cuidar la salud, para comunicarnos, para el ocio, para la ciencia... Está ahí aunque no la veamos y, en el futuro, la presencia y relevancia de las TICs sólo va a aumentar. Se dice que el 80% de las tecnologías actuales estarán obsoletas en los próximos 10 años o que a lo largo de nuestra vida laboral, nos desempeñaremos hasta en 12 trabajos distintos (yo ya llevo 5 y, para mi desgracia, me queda bastante vida laboral por delante). Por tanto, si el aprendizaje es a lo largo de toda la vida, eso implica que el conocimiento es efímero y hay que renovarlo constantemente. Si en el colegio los niños deberían aprender cosas que les serán de utilidad en la vida adulta, entonces el currículum del año 2004 no puede ser el mismo que el de hace 50 años. Debe ser flexible para ir cambiándolo permanentemente. Esto no sucede ya que existe un obstáculo fundamental, apenas advertido:
¿Estamos de acuerdo en lo que entendemos por ciudadano educado para el Siglo XXI? Parece  obvio que NO aunque actuemos dando por hecho lo contrario. Apenas hemos hecho esfuerzo alguno por considerar como han cambiado las cosas desde la época en que educación estaba reservada a una elite a la época actual donde una licenciatura universitaria es moneda corriente. Nuestro concepto de persona educada (que no es la antitesis de maleducada) permanece igual que en el Siglo XIX. Basta con echar un vistazo a lo que tienen que aprender nuestros hijos en el colegio: Literatura, poesía, filosofía, historia, matemáticas, … Pero el mundo ha cambiado bastante desde entonces. Seguimos considerando intelectuales a aquellos especialmente ilustrados en literatura, historia y humanidades que mantienen la reputación de cultos y, por tanto, mejor educados. Esto influye en la manera en que educamos a nuestros jóvenes. Se titulan miles de licenciados en geografía e historia, filosofía, arte o filología porque seguimos pensando que en eso consiste formar ciudadanos cultos. Decidimos que en los colegios se aprenda álgebra y trigonometría en lugar de nociones básicas de negocio/empresa, medicina/salud y nutrición o la tan celebrada inteligencia emocional. Y esto sucede porque pensamos que la trigonometría es más importante. Parece como si no nos diésemos cuenta de que la misión de la educación es preparar y dar herramientas a nuestros jóvenes para enfrentar con garantías la vida que tienen por delante. Cuando hacemos más hincapié en aspectos intelectuales (latín, química, gramática) en lugar de aspectos humanos como relaciones interpersonales (pareja, hijos, amigos, compañeros), comunicación, gestión de si mismo, pensamiento crítico, creatividad, innovación o imaginación es porque seguimos arrastrando la visión de la educación de remotas épocas elitistas. ¿Qué otra explicación cabe sino? Hace tiempo, una amiga me decía entre lágrimas una frase llena de sentido después del funeral por el fallecimiento de su joven hermano: “En la escuela nunca nos dijeron que estas cosas ocurren ni nunca nos enseñaron a manejar estas situaciones”. En la escuela, la confianza o la autoestima son menos importantes que aprender integrales o las leyes de newton. En la vida, sucede todo lo contrario pero cuando nos damos cuenta, ya es demasiado tarde para cambiar.
La primera conclusión es que tenemos un problema grave en lo relativo a QUE pretendemos que aprendan los jóvenes. Enseñamos muchas cosas que no sirven y dejamos de lado aquello que realmente es esencial para vivir. De aquí se deriva un segundo problema que consiste en COMO tratamos de que aprendan.
Hace ya mucho tiempo que decidimos confiar a las instituciones educativas y académicas la misión de educar a nuestros niños. El punto de partida pasaba por considerar el conocimiento para operar en el mundo como algo explicito, como una cosa, como un objeto fácilmente transmisible desde la personas que lo tienen (profesores) a las que lo necesitan (alumnos). Se diseñó el correspondiente currículum (como si la vida estuviese compuesta por asignaturas) e inventamos conceptos y ritos artificiales como las aulas, los exámenes, las notas, repetir curso, los créditos, la selectividad, etc. Cuanta frustración para tantos niños durante tantos años.
La realidad es bastante más compleja. La educación no consiste en aprobar asignaturas ni ocurre dentro de los muros de una escuela. El conocimiento necesario para sobrevivir en el mundo actual es tácito y se obtiene mediante la experiencia y la práctica, en la vida diaria y por regla general sin conciencia alguna de que se adquiere.
Si lo miramos desde la perspectiva de una entidad académica, parece obvio pensar que el papel destinado a las universidades es preparar a sus alumnos para desempeñar una carrera profesional. De hecho, casi todos los títulos universitarios se corresponden, en teoría y según el nombre, con perfiles profesionales. Por ejemplo, yo estudié derecho para ser abogado, profesión casuística por excelencia. Y ahora me pregunto ¿Cuántos de mis profesores eran abogados en ejercicio? No muchos. ¿En que se parece la carrera de derecho con el trabajo que luego desempeña un abogado? Prácticamente en nada. ¿Alguien iría a la universidad si no le diesen un título con el que poder acceder al mercado laboral? Posiblemente no. Las carreras siempre se han organizado por asignaturas que los profesores “explicaban a los alumnos”. Se partía de la premisa de que el dominio de un cuerpo de asignaturas implica habilidad para resolver problemas reales. Ya conocemos las consecuencias de esta suposición: Existe una absoluta desconexión entre la formación recibida en las aulas y su correspondiente desempeño en el puesto de trabajo.
¿Qué dicen las empresas y el mundo laboral en general sobre los jóvenes que acceden a su primer empleo? Que las competencias necesarias para desempeñarse en el puesto de trabajo por desgracia no se adquieren en un aula sino en la práctica diaria y a lo largo de muchos años y que necesitan invertir mucho tiempo y dinero en enseñarles habilidades básicas ya que todo parecido entre la carrera que han estudiado y el trabajo de un profesional es pura coincidencia. Algo no funciona, es evidente.
En la noticia se menciona repetidamente “resolución de problemas”, “ciudadanía activa y participativa” o “autonomía personal y un mayor sentido crítico” pero curiosamente en el colegio ni hay cursos sobre estos temas ni se enseñan de ninguna manera. También se habla de “búsqueda de información, análisis y síntesis” como si esto fuese a suceder de manera automática por el mero hecho de acceder a Internet cuando la realidad es que el colegio sostiene que existen las respuestas correctas, que los exámenes miden el conocimiento y que son un buen método para predecir el éxito en la vida. Las cosas no son tan simples ni triviales. Se insiste en que Hiru.com será una herramienta para ayudar a los padres con los deberes de sus hijos. ¿Nadie se ha parado a pensar que tal vez si los padres tienen problemas para ayudar a sus hijos con los deberes (se mencionan las ecuaciones de BUP) es porque durante su vida no han necesitado gran parte de lo que aprendieron en la escuela y por tanto no debe hacer tanta falta?
Tenemos que reconocer que la educación ha evolucionado muy poco a lo largo del tiempo. Sobre todo si lo comparamos con la ciencia, con el comercio, con las comunicaciones, en realidad con cualquier disciplina. Los pupitres de la famosa aula de Fray Luis de León no son muy diferentes de los que yo utilicé y de los que siguen vigentes hoy en día. La tónica habitual sigue siendo pizarra y borrador y esto significa que el profesor hace el 95% de trabajo. Habla, lee, explica, escribe, dicta, pregunta, etc. Pero lo curioso es que quien debería hacer el 95% del trabajo sería el alumno que es quien debe aprender. Quien debiese hacerse preguntas es él. ¿Alguien se imagina a un padre enseñando a montar en bici a su hijo y empleando el 95% del tiempo pedaleando sentado sobre la bici mientras su hijo mira y le escucha? ¿O aprender a cocinar viendo a Arguiñano en la televisión y luego haciendo un examen escrito? Si fuera así de sencillo, ni habría fracaso escolar ni la formación sería un negocio atractivo. ¿Qué diferencia existe entre una clase y un libro? Únicamente las posibles preguntas de los alumnos, algo poco frecuente por otra parte. El modelo educativo consiste en esta fórmula: YO sé, TÚ no sabes, YO te cuento y dentro de un tiempo te pregunto (examen) si recuerdas lo que te conté. Sin embargo esto es una falacia. No aprendemos escuchando. Aristóteles lo dijo ya hace mucho tiempo: Lo que tenemos que aprender, lo aprendemos haciendo. Lo que se memoriza se olvida y sobre todo, si lo que se aprende no proviene de la experiencia propia, no se aprende y se olvida rápidamente. La máxima de la escuela debiese ser otra radicalmente diferente: TU práctica y cuando te equivoques NOSOTROS te ayudaremos. Primero la práctica, luego la teoría, algo que suele resultar difícil de aceptar.
Llegados a este punto me atrevo a hacer una afirmación apabullante: Poquísimos profesionales seríamos capaces de aprobar a día de hoy ni uno solo de los exámenes que hicimos durante la carrera. Lo curioso es que no parece que este hecho haya tenido una influencia decisiva en nuestra carrera profesional. ¿Por qué ocurre esto? Lo malo no es que hayamos olvidado lo que estudiamos en la facultad, lo malo es que ni siquiera lo llegamos a aprender aunque muchos no lo querrán reconocer. El cerebro tiene una enorme facilidad para eliminar lo inútil, todo aquello que no volvemos a utilizar en nuestra vida. La memoria y el aprendizaje van íntimamente ligados a las emociones. Y no parece muy emocionante ni impactante saber que durante alrededor de 20 años tu papel es el de sentarte en un aula a escuchar y coger apuntes.
Necesitamos un cambio. Un cambio en lo QUË enseñamos y en el CÓMO lo enseñamos. Este cambio va a redefinir el papel del docente, del alumno y de los contenidos. ¿Qué le deberíamos pedir a un profesor? Que instale en los jóvenes el amor por aprender y no que les llene la cabeza de datos, de certezas y respuestas sino de preguntas. Einstein (un ejemplo de mal estudiante) decía que lo importante es seguir haciéndose preguntas. Aprender significa ser curioso, preguntarse por que. Eso no ocurre en el colegio donde lo que sirve es memorizar y donde nos miden y nos valoran por las respuestas. Se trata de pasar del habitual individualismo (“mira a tu hoja”, “no hables con el de al lado” “habéis entendido todos, ¿verdad?”) al intercambio, al trabajo colaborativo y las comunidades de aprendizaje. Al fin y al cabo, en la vida, en el trabajo se funciona por equipos y los problemas no tienen una sola solución correcta.
Euskadi, Cataluña o Chile (por nombrar los que me son más cercanos) como otras comunidades y países pequeños, tienen una oportunidad histórica para aprovechar el nacimiento de una nueva “era”, la sociedad del conocimiento” y, con la excusa de la revolución provocada por Internet, repensar un modelo educativo que lleva demasiado tiempo instalado entre nosotros y haciendo aguas.
Hiru.com es una buena iniciativa pero al mismo tiempo es un claro ejemplo de cómo emplear una nueva tecnología con una mentalidad antigua.
Todos sabemos que la educación tiene demasiados misterios sin resolver:
¿Cuál es la razón por la que el colegio dura 12 años y la universidad dura 5 años? ¿Qué sentido tiene enseñar, por ejemplo, el catecismo a niños para los que la fe o el matrimonio son conceptos totalmente incomprensibles (en realidad son incomprensibles también para muchos adultos)? ¿Por qué al terminar el colegio no somos bilingües (me refiero al inglés como bien comprendieron los nórdicos, con todo el respeto al resto de idiomas locales), tenemos el carné de conducir (como en EEUU), sabemos mecanografía o nos manejamos perfectamente con un ordenador (TICs)? ¿Por qué invertir 5 años en hacer una carrera para luego tener que hacer un Master y no finalizar los 5 años universitarios con la formación suficiente para trabajar en aquello para lo que se ha estado preparando? ¿Por qué tantas personas acaban trabajando en profesiones que tienen poco que ver con lo que estudiaron en la universidad? ¿Tiene sentido que todos estudiemos lo mismo, que exista un solo currículum o varios? ¿Juan Mari Arzak,  Olazábal o el propio lehendakari Ibarretxe, por nombrar 3 vascos exitosos y conocidos universalmente, aprobarían un examen de matemáticas de COU o la propia selectividad? ¿Por qué esa obsesión con las notas? Obviamente es mucho más sencillo tratar de evaluar mediante un examen (cuanto has memorizado) que mediante una demostración de desempeño (cuanto me demuestras que sabes hacer). Damos demasiada relevancia a las Palabras cuando lo que cuenta en la vida son los Hechos. A una universidad le debería preocupar evaluar como salen los alumnos de sus aulas y no como entran. En la vida, nos evalúan cada día los clientes, los jefes, los competidores, los colegas, la familia, etc. Por tanto, ¿Quién necesita exámenes?.
El libro blanco del aprendizaje a lo largo de la vida declara aspectos interesantes, proclama a Euskadi país de aprendizaje pero ya se sabe que el papel lo aguanta todo y del dicho al hecho hay un gran trecho.
Si vivimos instalados en el cambio, si los profesionales tienen que aprender continuamente porque lo que aprendieron ya no les sirve y lo que saben hoy no les servirá mañana, ¿Cómo es posible que el currículum escolar siga sin tocarse?. Aprender a aprender se convierte en la habilidad clave. Sabemos lo que necesitarán los niños cuando sean adultos, sabemos lo que no necesitarán ni les hará falta y sabemos que una parte no la podemos predecir por culpa del propio cambio. Por tanto, lo primero es consensuar el currículum y adaptarlo, lo segundo es hacerlo flexible y revisarlo continuamente, y lo tercero es cambiar la forma en que tratamos de que los niños aprendan.
¿Tendría sentido pedirle a las instituciones educativas que diseñasen el nuevo currículum para la sociedad del conocimiento? Mi opinión es que no, al menos no para llevar la iniciativa de su diseño aunque lógicamente si el de su impartición. ¿Y pedírselo a la clase política? Tampoco. Esta es una tarea compleja donde tienen que implicarse todos los agentes sociales y donde la tecnología debe jugar un papel fundamental, aunque llenar las escuelas de ordenadores no va a solucionar el problema. Lo malo es que apenas existe conciencia de que necesitemos cambiar algo. Por eso noticias como la que he comentado pasan sin pena ni gloria y en todo caso despiertan la simpatía de los padres que piensan inocentemente que van a encontrar una solución a los problemas académicos de sus hijos.

Nota del Director: este interesante artículo ya había sido publicado en www.granboyaca.org (en 2004). Se publica de nuevo hoy por su importancia y relevancia, dado el momento que Colombia vive en relación con la necesidad de introducir reformas rigurosas al modelo educativo. Ojalá que los analistas pudieran concluir que mucho o todo lo expuesto en este escrito ya está superado y si no fuere así aún es tiempo de seguir preguntando por qué no podemos avanzar en la adecuada educación para lograr la NUEVA SOCIEDAD para este siglo que ya ha dejado pasar UNA DOCENA de años con tan cuestionados resultados en la calidad de los ciudadanos educados bajo el modelo vigente. El lector tiene la palabra y el Estado la decisión.     

LA VIDA ES UNA SUCESIÓN DE CUBOS DE RUBIK





Javier Martínez Aldanondo
Gerente de Gestión del Conocimento de Catenaria 
Jmartinez@catenaria.cl
javier.martinez@knoco.com

Si hacen el ejercicio de ojear cualquier diario español, descubrirán que la palabra que aparece con mayor frecuencia es DESEMPLEO. El drama de perder el puesto de trabajo o la imposibilidad de poder acceder a un empleo es la principal pesadilla que puede sufrir un adulto en la sociedad actual. Los índices de paro, en el caso de España, son terroríficos y tienen a la población sumida en un estado de ánimo casi depresivo. Quienes tienen trabajo, viven atenazados por el miedo a perderlo. Y quienes no lo tienen, padecen la ansiedad y el stress de obtener una fuente estable de ingresos a como de lugar. Desde que se desató la crisis hace 3 años y medio, en todas las tribunas se opina sin cesar de este drama sin que por el momento aparezca la luz al final del túnel. A nadie le debería sorprender reconocer la relación directa que existe entre la gestión del conocimiento y el desempleo.
Por lo general, suelen ser 2 las situaciones por las que alguien se encuentra sin trabajo (descartando a aquellos que no quieren trabajar y se lo pueden permitir):
1. Pérdida del trabajo: Tenías un trabajo estable pero en un momento dado, eres despedido o lo que es lo mismo, llegada la ocasión, no te renuevan el contrato.
2. Dificultad para acceder al primer empleo
: Finalizado tú extenso y oneroso periodo de educación universitaria (con magister incluido, por supuesto), deseas acceder a tu primer empleo pero, por más que lo intentas, no consigues ninguna oferta ni menos aun un contrato.
¿Qué papel juega el conocimiento respecto de estas 2 situaciones?
1. Pérdida del trabajo:
La primera pregunta que hay que hacerse es ¿Por qué una organización decide despedir a alguien a quien en su momento hizo una oferta proponiéndole su incorporación? ¿Se estarán volviendo esquizofrénicas las empresas? Dejando de lado los casos indiscutibles (desempeño deficiente, comisión de un delito, etc.) lo que tenemos es un problema matemático: cuando el coste de una persona es mayor que lo que la empresa obtiene por su trabajo, la ecuación no es sostenible en el tiempo y quien sufre las consecuencias es el empleado. Y dado que durante el tiempo que la persona prestó sus servicios a la empresa, esa ecuación era equilibrada ¿Qué es lo que ha podido pasar para que el signo de esa ecuación haya cambiado? ¿Y por qué hay otras personas que mantienen el empleo? ¿Cuáles son los criterios que se tienen en cuenta para decidir quien continúa y quien abandona una empresa?
Mi conclusión no resultará agradable para muchos: si te despiden es porque no has sido capaz de gestionar adecuadamente tu conocimiento. Es evidente que resulta más sencillo culpar del despido a la avaricia de los empresarios, a la mala gestión de los directivos o a la incompetencia de los políticos y no tengo duda que en muchas circunstancias, dichas variables juegan un rol muy destacado. Pero creo que nos hacemos un flaco favor a nosotros mismos si echamos balones fuera y no hacemos un ejercicio de autorresponsabilidad.
Es obvio que si una empresa te contrató tiempo atrás, no fue por caridad sino por el hecho de que entendió que eras capaz de hacer cosas que resultaban un aporte para los productos o servicios que ofrecía a sus clientes. Es decir, reconocía que tenías un conocimiento valioso y le interesaba “alquilártelo” en unas condiciones determinadas para incorporarlo en algún proceso dentro de su cadena de valor. Y cuando te despide, ¿Qué es lo que cambió? Simplemente que el conocimiento que inicialmente tenías y que es la razón por la que te contrataron, perdió vigencia, se fue depreciando hasta resultar innecesario. Para una empresa, todo el que no suma, resta. Hay 2 elementos que van de la mano y que explican este proceso de caducidad del conocimiento: el tiempo y el cambio. Sabemos que el tiempo es el máximo innovador y que si hay algo seguro en la vida es que todo cambia, el cambio es la única constante. El futuro no es una proyección lineal del pasado. Lo que antes era válido no necesariamente lo será en adelante. La historia está llena de ejemplos que demuestran que no hay garantía alguna que lo que te hizo exitoso e imprescindible en un momento determinado, seguirá siendo igual meses o años después. Esto les ha ocurrido a personas, empresas y países que en un momento dado parecían invencibles, siendo Kodak el último gigante en caer. La lección que debiésemos extraer es que de la misma forma que es fundamental contar con el conocimiento necesario para realizar tu trabajo, de igual manera hay que entender que el conocimiento se va devaluando con el tiempo y por tanto es requisito imprescindible invertir en su renovación, en mantenerlo actualizado o en sustituirlo por otro cuando lleguemos a la conclusión de que dejó de ser útil. Un herrero de la edad media tenía conocimiento valioso cuando sus clientes le solicitaban fabricar espadas o herrar caballos (principal medio de transporte de la época) pero en el 2012 tendría pocas opciones. Si miramos nuestra trayectoria laboral, es fácil darnos cuenta de que hoy estamos haciendo tareas distintas que 10 años atrás y que requieren un conocimiento del que no disponíamos en ese entonces.  Al mismo tiempo, mucho del conocimiento que manejábamos hace tan solo una década no tiene apenas utilidad actualmente. Si aceptamos esta realidad, entonces podemos prever que de cara al futuro, nos espera la misma dinámica solo que más acelerada. ¿Quién no ha  escuchado decir que el 80% del conocimiento que utilizamos en el trabajo estará obsoleto en 5 años?
Todo esto significa que es responsabilidad de cada uno mantener actualizado su propio conocimiento, deshacerse del que ya no sirve y estar atento a incorporar el que pueda ofrecerte oportunidades futuras. Si dejas de nadar, te hundes. La pregunta entonces es: ¿Qué debería haber aprendido que si hoy lo supiera tendría asegurado un trabajo? Responder esa interrogante es esencial con independencia de que estemos inmersos en un modelo económico irracional (obsesionado con los resultados económicos y los beneficios, la competencia y el consumo) o de si la empresa en que trabajas te da oportunidades para aprender y desarrollarte. Tu situación laboral, tanto por cuenta propia como ajena, siempre va a depender del conocimiento que tengas. Si atesoras un conocimiento que el mundo reconoce como deseable (como el que tiene Messi a sus 24 años) tu presente está asegurado mientras ese conocimiento esté vigente. Mucha gente cree firmemente que una persona de 50 años que pierde el trabajo tiene casi imposible su reinserción en el mundo profesional. Esto equivaldría a asumir que alcanzada la madurez, el hombre ya no puede aprender, está condenado a no poder crear nuevo conocimiento ni reinventarse lo que es una falacia ridícula y sin base alguna. Desde luego, el esfuerzo que se requiere no es menor pero si algo caracteriza al cerebro es su plasticidad y los seres humanos son capaces de seguir aprendiendo hasta que mueren, tan solo hace falta motivación. La pregunta es: ¿Cuántas personas conoces, independientemente de su edad, que tengan planeado lo que quieren y van a aprender el próximo año?
2. Dificultad de acceso al primer empleo:
“Estoy seguro que la razón por la que surgen tantos idiotas de nuestras escuelas es porque no tienen ningún tipo de contacto con nada útil para la vida diaria. Petronio 66 A.C”. En este caso la problemática es si cabe más sangrante y la responsabilidad recae plenamente en el sistema educativo que no ha progresado nada en los últimos siglos y que insiste en que los jóvenes “sepan” mientras las organizaciones (ya sean empresas, organismos públicos, ONGs o instituciones educativas) insisten en que “hagan”.
Todos los jóvenes salen de la universidad con la esperanza de incorporarse al mercado laboral y con la perspectiva de sustentarse por sí mismos y lograr la ansiada independencia (a pesar de los mezquinos sueldos que perciben). La principal razón por la que estudiamos una carrera es precisamente para que dicho esfuerzo nos prepare para acceder de forma lo más natural posible a un puesto de trabajo donde podamos aplicar lo aprendido. ¿Entonces, porque el desempleo entre los jóvenes en España es del 50%? ¿Es que estamos ante la cosecha de jóvenes más tontos de la historia? Más bien al revés, estamos ante una generación de jóvenes sobrecalificada, la que ha dedicado más tiempo (ojo, y más dinero) que cualquier otra a estudiar y acumular títulos. ¿Por qué entonces una empresa no querría contratar a un joven con un curriculum intachable, motivado y lleno de energía, deseoso de demostrar que merece cada moneda que la empresa invierte en él, ansioso por aprender y por fin trabajar en la que es su vocación desde hace tiempo y que además le cuesta muy poco dinero? La razón es muy sencilla: Nuestros jóvenes apenas tienen conocimiento que resulte útil a una empresa. Es muy poco lo que saben hacer. A pesar de los muchos años gastados en estudiar en un aula, cuando aterrizan en su primer empleo, la empresa que los contrata sabe que prácticamente tiene que invertir 1 año para enseñarles lo necesario para empezar a justificar el sueldo que les paga. En definitiva, los jóvenes carecen del tesoro más apreciado por las empresas: Experiencia, que no es otra cosa que el conocimiento para tomar buenas decisiones y que se adquiere mediante la práctica, casi siempre a partir de haber tomado malas decisiones con anterioridad y haberlas corregido. Claro que el principal argumento para refutar esta frustrante situación es que un joven, por definición, carece de experiencia… Es incuestionable que hemos traicionado gravemente la promesa que les hemos hecho a nuestros jóvenes. Les hemos bombardeado reiteradamente con la quimera de que “cuanta más educación, mayor prosperidad” pero hoy les ofrecemos una educación que no soluciona su principal objetivo mínimo que no es otro que garantizarles un modo de ganarse la vida.
¿Hay algo que podamos hacer para ayudar a que nuestros jóvenes acumulen conocimiento útil durante su largo tránsito (14 años) por el sistema educativo? Por supuesto, basta con echar un vistazo a la historia.
Nuestros antepasados, que carecían de formación en pedagogía pero que desbordaban sentido común, diseñaron un modelo de aprendizaje natural en el que los niños simplemente practicaban las mismas tareas y por tanto desarrollaban las mismas habilidades que iban a requerir cuando se hiciesen adultos. Para llegar a ser un buen rastreador, cazador, médico o cosechador, el niño tenía que haber dedicado mucho tiempo a rastrear, cazar, curar o cosechar durante su crecimiento y siempre bajo la supervisión de un adulto que le corregía y le ayudaba a progresar. Cuando se producía la transición al mundo adulto, el joven estaba perfectamente preparado y seguro de poder ejecutar las tareas requeridas porque contaba con la experiencia de haberlas realizado en innumerables ocasiones con anterioridad. Los niños de hoy apenas tienen experiencia en las tareas que tendrán que ejecutar cuando se incorporen al entorno laboral ya que durante largos años, no hacen mucho más que ir al colegio y a la universidad, estudiar y relacionarse con sus semejantes. Si partimos de la base de que la experiencia configura al cerebro, la oportunidad que tienen nuestros jóvenes de acceder a experiencias útiles y enriquecedoras es prácticamente nula. Y por lo tanto, lo que hay que hacer para que adquieran conocimientos útiles para su ingreso al mundo laboral es llevar a cabo una revisión crítica y en profundidad de los curriculums (qué estamos enseñando y cómo lo estamos enseñando) y adaptarlos para que se parezcan lo más posible al mundo que les recibirá. Esto obliga, entre otras cosas a modificar la relación entre la universidad y la empresa, a rediseñar las carreras en base a proyectos en lugar de asignaturas y a incorporar a profesionales del universo corporativo dentro de los cuerpos de profesores. Es imperativo, por tanto, reconocer que en la mayor parte de los casos, seguimos enseñando a “herrar caballos” y además, lo hacemos de forma teórica (explicando a los alumnos cómo se hace) y sin darles ninguna oportunidad de practicar. La educación sigue insistiendo en enseñarte qué pensar en lugar de enseñarte cómo pensar y la diferencia, como comprobamos al enfrentar los desafíos cotidianos, es sideral.
El conocimiento no es algo que tienes sino algo que haces. Por eso en el mundo laboral no hablamos de saber sino de saber hacer, no importa lo que sabes sino lo que haces con lo que sabes. Hay que reconocer que el idioma castellano no es muy preciso cuando se refiere al término “saber” ya que la definición engloba ambas acepciones y no distingue lo que sabes teóricamente de lo que eres capaz de aplicar. Pero en una empresa, a nadie le pagan su sueldo por lo que sabe ni le hacen un examen a fin de mes sobre lo que sabe o lo que aprendió. A todos nos pagan por lo que hacemos y por hacerlo bien.
Cualquiera que haya visto la película Forrest Gump, recordará una de las frases favoritas de su protagonista: “Mamá siempre decía que la vida es como una caja de bombones, nunca sabes lo que te va a tocar”. Podemos aplicar una metáfora similar intercambiando los bombones por cubos de rubik. Nuestra trayectoria laboral no deja de ser una sucesión de cubos de rubik cada vez más complejos y que debemos ir enfrentando paulatinamente. El cubo de rubik solo representa un problema mientras careces del conocimiento para resolverlo. Sin embargo, para quien conoce el método, no supone más que una tarea que únicamente le demanda un poco de tiempo para solucionarlo. Una vez adquieres dicho conocimiento, el cubo deja de convertirse en un obstáculo y puedes avanzar hasta que otro cubo rubik distinto y más sofisticado (una petición inédita de un cliente, un proyecto desafiante, un competidor, un cambio legal, una crisis…) se interpone en tu camino obligándote a tener que aprender cómo resolverlo y así sucesivamente.
En otras ocasiones he insistido en que podemos considerar a una persona inteligente cuando saca partido de lo que sabe e incorpora lo que no sabe. La innovación empieza por uno mismo. No puedes vivir del pasado. Si no innovas en tu conocimiento, si te conformas con lo que sabes, rápidamente te estancas, silenciosamente te empiezas a depreciar hasta que caducas. Por eso es importante invertir tiempo y esfuerzo en aprender, en crear y generar nuevo conocimiento antes de que el tuyo ya no valga nada. Cualquier país angustiado por el desempleo no tiene otro remedio que reformar radicalmente la educación y apoyar inequívocamente a sus ciudadanos a renovar sus conocimientos de manera constante. Es importante reaccionar antes de que sea demasiado tarde. No hay nada más potente que una idea y la máquina que produce ideas es el cerebro. Por suerte, todos tenemos uno.

CONTÁCTENOS: < director@granboyaca.org >



 

RECORDANDO BIEN A JUAN CLÍMACO HERNÁNDEZ*

Enrique Medina Flórez 

Escritor y Secretario Perpetuo de la Academia Boyacense de Historia

"Vuelto a leer, después de muchos años, “Escenas y Leyendas del Páramo” de Juan Clímaco Hernández, es imposible desenraizar sus vívidos relatos indigenistas de la estampa menuda, cojeante, ensimismada, del querido maestro, del generoso médico, del regocijado contertulio, del orientador político y de esa alma, en fin, grande y candorosa que fue el Negro Hernández.

Sus discursos, leyendas, columnas periodísticas editadas por El Tiempo eran un continuo alegato a favor de la autenticidad provinciana. Juan C. Prefería la copla campesina al culteranismo de Góngora. Juan C. Exaltaba la belleza de los frailejones boyacenses, por el peluqueado simetrismo de los jardines europeos. Juan C. Vivió y murió fiel a la tierra, convencido de que las sabias y magnetismos del paisaje nativo, nos curan, nos subliman, nos fraternizan. Y vivió convencido de que toda imposición cultural atenta contra la dignidad de América.
Era su principal núcleo de ideas, el de la indianidad libérrima; indianidad que asimila con discreción y discernimiento lúcido lo mejor de las culturas lejanas. Tenía el maestro Juan C. Preferencia comprensible por la filosofía y la ciencia de Francia. Mostraba también inclinación por los panteísmos orientales. Unos días, oficiando como antiguo hierofante en su biblioteca, me ofreció un bello libro de Filosofía y Religiones de la India. Antes de poner el volumen en mis manos, me explicó en síntesis inolvidable su alto contenido místico metafísico. Con igual unción, otro día, bajó de un empinado anaquel de la Biblioteca Departamental, - que él dirigió por muchos años-, una traducción amarillenta del “paraíso Perdido” de Milton, traducida por el tunjano Enrique Alvarez Bonilla. El Negro no prestaba libros sin ceremonia de presentación. Hacía compendio del libro y resumen de la vida del autor. A toda hora era maestro, amigo, ejemplo vivo de disciplina intelectual y de bondad.
El libro que voy prologando, fue escrito por Juan C. Sobre los años treintas, cuando Tunja se preparaba para celebrar los 400 años de Fundación Hispánica.
Magistrales catedráticos y Poetas entonaban loas en homenaje a los valores culturales de España. –El Negro rendía tributo a los valores aborígenes-.

Se levantaban monumentos a los hidalgos cristianos. – Juan C. Dejaba en relatos como “el Peñón de los Muertos, un memorial de agravios y un himno al heroísmo tunebo. –Los amigos hispanistas pagaban Te Deum para loar al Altísimo por el beneficio de la Evangelización y la canora magia del idioma castellano.-Juan C. Nos evocaba la quema del Templo del Sol y las bellezas del paisaje, hoy deforestado, en prosas tan patéticas como “El Viento” y “Un Son”, ambas del libro “Escenas y Leyendas del Páramo”.

Cuando fue Rector del Colegio de Boyacá en los años treintas, cuarentas, infundió su espíritu ecléctico, universalista, pero siempre con raíz pivotante hundida en lo nuestro, en lo vernáculo, en lo telúrico. Por eso no tuvo ningún temor a que los alumnos conocieran las ideas de Marx, junto a las de Adams Smith y las de Voltarire al tiempo con las de San Pedro Claver, defensor  de los negros. Juan C. Practicó aquello de que educar es infundir con amor todo conocimiento sobre el ser humano. Nada de lo humano le fue ajeno. Era humanista de tiempo completo.

Cuando los restos de San Pedro Claver fueron traídos a Tunja –donde el Santo había estudiado como Novicio de la Compañía de Jesús por allá en el Siglo XVII-, Juan C. leyó, en el colegio de Boyacá, unos hermosos versos en homenaje al apóstol de los negros.

Se diría que en la grande alma del médico tunjano, del pedagogo indigenista, del humanísimo escritor, había espacio suficiente para que convivieran los diversos espíritus y culturas: Lo Chibcha, lo Africano, lo Europeo, lo Asiático. Esto daba lugar a una gran síntesis y a una gran polémica. Finalmente, cuando se acercaba a los ochenta años floreció en él la suprema síntesis del científico, el místico, el artista. La muerte del maestro Juan Clímaco Hernández, fue de ejemplar dulcedumbre cristiana. Retornó a su fuente primigenia del amor al crucificado.

El alma de Juan C., que resonó a toda idea noble, a toda filosofía superior, no se ha borrado de Tunja: Vive en el Centenario Claustro del colegio de Boyacá. Recorre las imprentas donde publicó sus sentidas y hondas páginas. Ambula por la calle del club Boyacá.

Los que tuvimos el gozo de oírlo, escuchamos su perenne lección de humanismo en los apacibles o huracanados vientos que mantienen limpia de contaminaciones la atmósfera de Hunza.”

* El título de este escrito ha sido editado. Ver, HERNÁNDEZ, Juan Clímaco, “Escenas y Leyendas del Páramo” Impresión Editorial de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, Tunja – Octubre de 1992. Una sala de conferencias, localizada en la imponente Biblioteca Central de la UPTC en Tunja, lleva desde 1989 el nombre de Juan Clímaco Hernández hombre sabio de cuna humilde y olvidada. 
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ESTUDIO Y FORMACIÓN


Hugo Arias Castellanos*

Hasta donde se percibe, estudiar es una actividad propia y exclusiva de los seres humanos, a través de la cual se alcanza el conocimiento, se aprende, se cree, se supera, se compara y se decide para actuar positivamente.
Esos atributos del humano, bien preparado y educado, lo habilitan, según la calidad de su formación, para que sus conductas tengan soporte suficiente de lógica y eficiencia en el conjunto de personas con quienes comparte física y espiritualmente su vida.
El ser humano debe estudiar para formarse integralmente durante toda su vida consciente. De él, la sociedad espera comportamientos positivos siempre, y cada vez más participativos, más eficientes y más eficaces tratándose de la obligación de resolver problemas personales, de su comunidad, municipio, departamento y país. 

La sociedad hace enormes esfuerzos de todo orden buscando tener centros de estudio riguroso, para el cultivo de la personalidad y el carácter, formación personal continua, fomento de la creatividad y aprendizaje de las ciencias, las artes y las técnicas. Con esto, el Estado pretende garantizar que la vida individual y comunitaria transcurra en condiciones ciertas y sostenidas de dignidad y equidad.

Las escuelas, colegios y universidades y demás formadores de juventudes deben ser centros incuestionables de formación integral que lleven a los miembros de una sociedad a avanzar con seguridad hacia etapas de superación mental que ha de reflejarse en las conductas individuales. Por esto, la formación integral debe ser rigurosa y sostenida, con metodologías de estudio y análisis que conduzcan al hallazgo de la verdad, orientadas con precisión por maestros - apóstoles de profesión, convencidos de la necesidad y bondad de ese proceso, e incondicionalmente comprometidos en el logro de resultados óptimos.
La formación de los humanos es el más delicado y sensible de todos los procesos porque una equivocación en éste, aunque sea débil, produce consecuencias sociales muy graves y prácticamente irreparables.
Un ciudadano bien formado, a través del estudio con rigor científico, tiene las condiciones suficientes para actuar con verdadera libertad, es decir conscientemente, sin prejuicios, con decisión y responsabilidad.
Qué sociedad puede negarse a tener a todos sus ciudadanos formados para la libertad con estos atributos? Sin embargo, lo que vive el mundo de hoy, y desde luego nuestro país y nuestros pueblos, indica que hay serios vacíos y equivocaciones en el proceso de la formación de los ciudadanos. Algo está fallando, alguien está orientando mal, alguien conduce a la sociedad por caminos errados y lleva a nuestras juventudes hacia precipicios insospechados, en la práctica destructiva del "dejar hacer, dejar pasar". 

Nuestros jóvenes no encuentran los paradigmas para su formación (los dirigentes y gobernantes se los están escondiendo o negando), son testigos vivos de la contradicción operacional entre lo que se dice y lo que se hace, entre lo que se aprende y se vive, entre la teoría y la práctica. 

Nuestros jóvenes, es decir la sociedad del presente y del futuro inmediato, no tienen despejado un panorama de calidad aceptable de vida para todos; y eso, hace que la comunidad, como conjunto humano, sea frágil y vulnerable en todos los elementos de su estructura básica.

Puede afirmarse, sin complejos, que no hay Universidad "mala". Hay estudiantes que pierden el tiempo de su formación (el tiempo es recurso limitado e irrecuperable), dilapidan el divino tesoro de su juventud y muchos otros recursos, y se conforman con lo mínimo y a veces con menos. Prevalecen la "locha", la deseada "capadera"de clase, la calificación simplemente aprobatoria y una aterradora irresponsabilidad frente a las necesidades y sacrificos de sus familias y de la sociedad. Nos engañamos a nosotros mismos y nos frustramos. Con estudiantes buenos y dedicados a su exigente quehacer de compromiso social no podría haber educadores  "malos" ni directivos "malos"  (la comunidad estudiosa no los toleraría, por obvias razones, sería el mayor engaño a todos). 

Los estudiantes han de fundamentar su  proyecto de vida en el rigor de su privilegiada formación estudiantil porque esta es la misión que se han propuesto y que la sociedad les ha asignado (ninguna otra). Quienes incumplen con esto o lo distorsionan, despilfarran injustamente  valiosísimos recursos académicos y económicos que merecen optimalidad funcional (doctores investigadores, bibliotecas, laboratorios, campos y actividades de prácticas, salas de informática, equipos de ayudas audiovisuales, proyectos, tutorías, conferencias, seminarios, cuantiosos presupuestos, etc.). Si los estudiantes todos se dedicaran a coadyuvar en la construcción de país y de futuro, con seriedad y sensibilidad familiar y social, no habría, tampoco,  profesionales ineficientes ni improductivos en términos técnicos y científicos.  
Muy buen aporte han de hacer de oficio, con visión prospectiva, los pensantes y académicos para ayudar a establecer cuál es el tipo de sociedad que tenemos y cuál es el tipo de sociedad que Colombia necesita, con la finalidad de que ésta sea formada bien en la familia, colegios, universidades y demás posibilidades, mediante un modelo científico pertinente de educación que nos comprometa a todos y en su debida proporción y dimensión.

* Director del CGB - GRANBOYACÁ (Centro de Pensamiento para el Desarrollo en Boyacá)

< director@granboyaca.org > 
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VEO VEO

 
E D I C I Ó N - N ° 7 1 - F E B R E R O - 2 0 1 2
   
 
 
Veo veo
Javier Martínez Aldanondo
Gerente de Gestión del Conocimiento de Catenaria
jmartinez@catenaria.cl y javier.martinez@knoco.com
 

 

 

Cualquiera que haya tenido hijos sabe que uno de sus pasatiempos favoritos cuando están aprendiendo a hablar (y casualmente mientras van en el automóvil), es jugar al Veo Veo. La esencia del juego exige pensar en objetos que se encuentren al alcance de la vista de los participantes, lo que excluye cualquier ente inmaterial. Durante su proceso de desarrollo, lo primero que los niños descubren son las "cosas" (papá, mamá, chupete, biberón), objetos tangibles que pueden percibir fácilmente mediante los sentidos. Sólo más tarde, empiezan a comprender conceptos abstractos más sofisticados, que no se pueden ver, tocar u oler, difíciles de precisar y de definir y que denominamos intangibles: felicidad, valor, solidaridad, entusiasmo, liderazgo… ¿Te imaginas cómo sería el mundo si únicamente pudieses percibir los elementos físicos? Serías únicamente un robot.

Las organizaciones se comportan de la misma manera que esos niños que están aprendiendo pero con una diferencia sustancial: la mayoría todavía no han podido dar el salto al mundo de los intangibles. Actúan como máquinas pensando en que lo que no se ve, simplemente no existe. Esto es importante porque a pesar de que sabemos que las organizaciones no son máquinas sino seres vivos, permanecen ciegas a un porcentaje enorme de sus activos que quedan automáticamente fuera del alcance de sus radares. De hecho, son ciegas a la parte que mayor impacto tiene en su desempeño y desde luego en sus resultados. Nada menos. Los intangibles tienen una característica fundamental: están asociados a las personas y el más importante de todos ellos es el conocimiento. Los resultados de una empresa dependen no tanto de sus procesos, sistemas, maquinaria o productos sino del conocimiento que tienen sus integrantes para llevar a cabo sus actividades. Si mañana llegan a trabajar a tu empresa un grupo de esquimales, de jugadores de beisbol o de bomberos, nada funcionará correctamente por mucho conocimiento que ellos aporten en sus respectivas disciplinas. ¿Puede una empresa permitirse el lujo de hacer caso omiso de sus intangibles y en concreto de su conocimiento? La metáfora tecnológica resulta aplastante: Cualquier hardware es inútil sin el software adecuado.

Son 3 las preguntas que vamos a abordar, que aun siendo obvias, muy pocos directivos tienen una respuesta consistente para las mismas.
1. ¿Por qué debemos gestionar el conocimiento?
2. ¿Por qué no lo hemos hecho hasta ahora?
3. ¿Cómo se gestiona el conocimiento'

1. ¿Por qué debemos gestionar el conocimiento? Mi pueblo pereció por falta de conocimiento, Oseas: 4;6. 4,1,19
¿Te gustaría que cada vez que vas a hacer cualquier tarea en tu trabajo, pudieses tener al alcance de tu mano todo lo que tu empresa sabe sobre la misma, lo que mejor funciona, lo que hay que evitar, los errores cometidos, acceso a expertos internos y a sus recomendaciones? A quien no. Las razones para gestionar el conocimiento son múltiples, y como bien se menciona en la biblia,  se trata de una cuestión de vida o muerte.
Razones empresariales:
- La variable que hace la diferencia en la operación y los resultados de una empresa es el conocimiento. El valor de libro de la mayoría de empresas no se explica tan solo a partir de sus activos físicos, sino por sus intangibles. En algunos casos como Google, Facebook o Microsoft, esos activos físicos son casi insignificantes. Si preguntas a cualquier directivo cuál es la clave del negocio de su empresa, su ventaja competitiva (razón por la que sus clientes prefieren a su empresa respecto de sus competidores) comprobarás que casi siempre dicha ventaja se sostiene sobre un conocimiento específico, algo que su empresa sabe hacer mejor que las demás y que resulta difícilmente copiable porque se basa en la experiencia. Aquí tenéis un ejemplo claro en el nicho del diseño de lagunas artificiales. Si la clave de tu negocio se basa en un conocimiento, entonces es prioritario contar con una estrategia para gestionarlo: evitar perderlo, sistematizarlo, compartirlo, actualizarlo, incrementarlo, etc. Al mismo tiempo, el plan estratégico de tu empresa establece el foco y los objetivos que se pretende alcanzar en el futuro: por ejemplo crecimiento o control de costos o innovación… ¿Cuáles son los conocimientos que se requiere gestionar para lograrlo? ¿Los tienes actualmente o deberás  incorporarlos? Aquí podéis ver un ejemplo de búsqueda de conocimiento faltante, en este caso sobre cómo Australia ha logrado combatir la sequía.
- Lo preocupante no son los problemas sino la falta de conocimiento para resolverlos.
+ Los problemas actuales de negocio de tu empresa tienen su raíz y al mismo tiempo su solución en el conocimiento: Ventas inferiores a lo esperado, insatisfacción de clientes, errores en la calidad, accidentes, continuidad operacional, demora en el desarrollo de productos, baja productividad, rotación y pérdida de talento, desmotivación de los equipos,  gestión de cambios organizativos, reducir el tiempo de incorporación al puesto de trabajo… Cualquiera de estos problemas se puede resolver fácilmente contando con el conocimiento adecuado. Repito la frase de Einstein "no puedes resolver un problema en el mismo estado mental en que se creó".
+ Los desafíos futuros de mercado son de conocimiento: escenarios cambiantes, regulación más exigente, competencia agresiva, presión por mejores resultados, obsesión por eficiencia, procesos de outsourcing, lanzamiento continuo de nuevos productos, énfasis en disminución costos, innovación tecnológica diaria… Mientras no dispongas del conocimiento necesario para enfrentarlos, estos desafíos se perciben aterradores.
- No puedes permitirte seguir despilfarrando el principal activo de tu organización. El conocimiento es gratis en el sentido de que la mayor inversión ya la has hecho. Si tu empresa funciona, es porque dispone de gran cantidad del conocimiento que necesita para fabricar y entregar productos o servicios a sus clientes. Por tanto, si no administras dicho activo de manera rigurosa y planificada, simplemente lo estás derrochando y a su vez, concediendo una ventaja imperdonable a tu competencia.
- La materia prima con la que trabajan los profesionales y organizaciones actuales es el  conocimiento. La mayoría de nosotros somos trabajadores "intelectuales". Alrededor del 70% de la economía mundial se basa en el sector servicios (intangibles). El 94% de los directivos reconoce el impacto que tienen los intangibles en los resultados de su empresa (aunque solo un 4% reconoce hacer algo al respecto). El conocimiento es como el aire que respiramos, aunque no lo vemos lo necesitamos para vivir y, a estas alturas, las empresas están convencidas de que tienen que administrar sus intangibles pero no saben cómo hacerlo.
Razones biológicas:
- No puedes no gestionar el conocimiento. Para todo lo que haces, desde que naces hasta que mueres y desde que te despiertas hasta que te duermes, necesitas conocimiento. Igual que un coche necesita combustible para avanzar, una persona necesita conocimiento para actuar. Todo aquello que no es fruto de la naturaleza, es fruto del conocimiento humano. Casi nada de lo que nos rodea hoy en nuestra vida cotidiana existía hace 5.000 años. Las personas gestionamos el conocimiento cada segundo de nuestra vida pero de forma inconsciente (generalmente no contamos con una estrategia explicita para ello, simplemente actuamos). Sin embargo, como organización también gestionas el conocimiento sin darte cuenta, con la diferencia de que no te puedes permitir el lujo de que ocurra inconscientemente. Cada actividad y cada proceso que se ejecuta en una organización tienen un propósito, un objetivo, involucra personas, requiere recursos, comporta riesgos y por tanto nada puede ocurrir simplemente al azar. Cada tarea que se lleva a cabo debiese asegurar que aprovecha todo lo que la organización ha aprendido anteriormente ya que por lo general, realizamos tareas repetitivas que se han hecho miles de veces anteriormente.

La conclusión es que el conocimiento es un intangible y un activo primordial para toda organización ya que es responsable de los resultados y, evidentemente, debe ser gestionado.

2. ¿Por qué no lo hemos hecho hasta ahora? No todo lo que importa puede ser contado, ni todo lo que puede ser contado importa, Albert Einstein.
Les comparto algunas paradojas que resulta habitual escuchar a nuestros clientes:
- Realizamos proyectos innovadores… pero nos cuesta aprender de ellos, compartir nuestras experiencias y evitar que se repitan los errores.
- Contamos con expertos en distintos temas… pero no existen instancias para que quienes los necesitan puedan sacar partido de su conocimiento.
- Documentamos lo que hacemos... pero no tenemos buenas formas de acceder y organizar la información y pocas personas saben cómo encontrarla y reutilizarla para no reinventar ruedas.
- Pedimos que se comparta el conocimiento... pero no existen incentivos ni canales formales  que lo permitan y nos guardamos lo que cada uno sabe.
- Buscamos aprender de otros... pero sabemos poco de nuestro propio know how.
- Invertimos mucho en desarrollar a nuestros colaboradores... pero perdemos ese talento y no sabemos cómo evitarlo.
¿Por qué ocurre esto? Hace unos meses me referí a este tema en el artículo Vivimos en un mundo dirigido por ingenieros. La explicación es bastante simple. Las actuales herramientas de gestión que manejan los directivos les permiten administrar con precisión los activos tangibles de sus compañías pero no les entregan ninguna información sobre sus intangibles y por tanto, no actúan al respecto. Si queremos averiguar, por ejemplo, cómo se desempeñó una empresa el año pasado, nada mejor que ojear su ultima memoria anual. La mayor parte del documento suele estar dedicado a desglosar con detalle sus estados financieros: ingresos y egresos, activos y pasivo, resultado, EBITDA, etc. Ninguna de esas dimensiones dice absolutamente nada respecto del conocimiento que atesora la organización como tampoco lo indican otras herramientas de gestión como puede ser el balanced scorecard o el mapa estratégico. Contar con un amplio stock de activos físicos hace tiempo que dejó de ser sinónimo o garantía de riqueza. La semana pasada, el embajador libio en España reconocía que "tener tanto petróleo ha sido un desastre para el país" A pesar de que el petróleo es uno de los bienes más codiciados, rara vez los países productores de petróleo son los más desarrollados del mundo, privilegio que corresponde a los países que más conocimiento acumulan como Noruega, capaz de convertir sus ingresos del petróleo en intangibles como educación, innovación… Es hora de darse cuenta que el conocimiento ya se convirtió en la principal moneda de cambio.

La conclusión es lapidaria: estamos gestionando lo que podemos medir pero no necesariamente lo más importante. Estoy seguro de que no se trata de algo deliberado (ya que los directivos reconocen la importancia de los intangibles) pero si de un comportamiento consistente. Año tras año siguen ignorando lo que posiblemente tiene mayor impacto en sus resultados. Volviendo al ejemplo tecnológico, sabemos mucho de lo que menos importa (hardware) pero apenas sabemos de lo que realmente importa (software) y la razón es que todavía desconocemos cómo medir los intangibles. El conocimiento está en la cabeza de los empleados, lo que lo hace extremadamente difícil de cuantificar y por supuesto de gestionar. Al no contar con ninguna herramienta diseñada para gestionar intangibles, las empresas son incapaces de evaluar su stock de conocimiento, en qué estado se encuentra y qué riesgos lo amenazan. La consecuencia es que terminan desperdiciándolo.
Nadie debería sorprenderse de esta situación porque es el producto de nuestra educación cartesiana. El sistema educativo se preocupa de enseñar lo que es más fácil y aquello que pueda medirse en un examen (algebra o geografía), en lugar de enseñar lo más importante como la creatividad o el liderazgo, precisamente porque es más difícil de enseñar y de medir.

A esto hay que añadir otro inconveniente: nuestras organizaciones no fueron creadas para administrar intangibles algo que abordamos en la columna de octubre de 2011. Fueron creadas en un mundo mecanicista donde incluso la propia definición de gestión jamás fue pensada para incluir activos intangibles. Aunque hoy reconocemos que lo esencial es colaborar, innovar, aprender y compartir, el diseño ingenieril de nuestras empresas fue concebido para comprar, vender, almacenar, fabricar y transportar cosas y no conocimientos. Por eso mismo, va a resultar imposible incorporar hábitos de gestión de intangibles sin que ello suponga modificar la estructura y la lógica sobre las que están diseñadas nuestras empresas. No basta cambiar algunos elementos aislados, se requiere cambiar las reglas del juego lo que incluye varios paradigmas muy asentados. Marcelo Bielsa, de moda ahora en España y al que nos referimos años atrás, es un ejemplo de cómo gestionar intangibles, canalizarlos, ponerles método y estructura mediante su particular metodología. Sobre el futbol y su modelo de organización hay mucho que aprender y como prueba, lean esta noticia sobre un delantero que cobra por cada pase de gol que da.

3. ¿Cómo se gestiona el conocimiento'
Necesitamos aprender de los incidentes del pasado para resolver problemas presentes y anticipar problemas futuros" Extraído de la estrategia de KM de una empresa industrial. En otras columnas hemos escrito sobre la imposibilidad de gestionar el conocimiento de forma directa y de transferirlo. ¿Cómo se gestionan entonces los intangibles? La verdad es que no puedes actuar sobre ellos directamente ya que no se comportan igual que los activos físicos, no son objetos manipulables ni acumulables. En el caso concreto del conocimiento, más bien se trata de facilitar las condiciones para que se pueda crear (innovación), registrar, compartir, reaprovechar y aplicar, actualizar, etc. Y esto obliga a crear canales adecuados, incentivos correctos, roles específicos, indicadores adhoc, tecnologías apropiadas…, es decir, casi equivale a rediseñar una organización completamente nueva alrededor del conocimiento. En las personas, existe un órgano especializado que se preocupa de gestionar tu conocimiento que se llama cerebro. ¿Quién hace la función del cerebro en una organización?
Podemos hablar de buenas y malas noticias respecto de la gestión del conocimiento: Las buenas son que la mayor inversión ya está hecha (nuestra organización tiene toneladas de conocimiento que además crece cada día), que el conocimiento además de ser gratis, es el activo que sostiene nuestra ventaja competitiva y la base de nuestra estrategia futura y que aunque sea involuntariamente, de alguna manera lo estamos gestionando.
Las malas son que ese conocimiento es invisible y al estar vinculado a las personas no es propiedad de la empresa sino de las personas quienes son libres de marcharse cuando lo estiman conveniente. Es decir, el principal activo de una empresa ni siquiera le pertenece. Por ultimo, todo conocimiento se va devaluando con el tiempo hasta que caduca. ¿Habéis escuchado decir que el 80% del conocimiento que utilizamos en el trabajo estará obsoleto en 5 años?

¿Qué hacemos entonces? Si el conocimiento es un activo imprescindible, entonces hay que gestionarlo. Para ello, es imperativo establecer un marco estratégico que se haga cargo de la estructura de roles y responsabilidades, procesos y tecnologías. Dado que toda organización ya gestiona de alguna manera su conocimiento, la primera actividad dentro de este marco consiste en analizar cómo se está gestionando el conocimiento actualmente: qué sabemos en esta empresa, cómo lo estamos aprovechando, mediante qué canales, instancias, herramientas, etc. La segunda actividad, partiendo de la base de que las organizaciones no saben qué conocimiento tienen, consiste en identificarlo. Como no es realista pensar en gestionar todo el conocimiento de una organización, la pregunta clave a responder es ¿Cuál es el conocimiento más importante que tenemos aquí y por qué?  Es la misma pregunta que te haces cuando decides ir al médico para hacerte un chequeo general. En este ultimo caso, como por ti mismo no eres capaz de determinar en qué estado se encuentran los principales órganos de tu cuerpo y, menos aun, qué deberías hacer al respecto, te pones en manos de alguien que tiene ese conocimiento (médico) y que tiene acceso a conocimiento (tecnología) para realizar los  exámenes pertinentes. El equivalente al chequeo para una organización consiste en elaborar un Mapa de Conocimiento Crítico que permite establecer qué conocimiento es el más estratégico, en qué situación se encuentra (y por consiguiente, quien lo tiene y quien lo necesita) y qué hacer con él (planes de acción).
Mientras las organizaciones no avancen por esta senda, colocando la conocimiento en el centro de su actividad, seguiremos teniendo empresas ciegas y sin memoria, aunque eso si, vanamente orgullosas de su lustroso pero inútil stock de hardware.

El martes 20 de marzo, en Santiago en la Sala Matte, segundo piso del Centro de Extensión de la Universidad Católica en Alameda 390 impartiremos una conferencia en el marco del lanzamiento del IV Curso de Fundamentos y Herramientas de la Gestión del Conocimiento.
El viernes 23 de marzo, también en Santiago, impartiremos la conferencia ¿Por qué las organizaciones no saben aprender? en el marco del Club ORH y organizado por WRK
El miércoles 28 de marzo en Bogotá, impartiremos el Taller Gestión Estratégica del Conocimiento organizado por Alta Gerencia

 
 

Catenaria - Gestión del Conocimiento
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