CONOCIMIENTO Y APRENDIZAJE CIRCULAR


 
 
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Conocimiento y aprendizaje circular
Javier Martínez Aldanondo
Gerente de Gestión del Conocimiento de Catenaria
jmartinez@catenaria.cl y javier.martinez@knoco.com Twitter: @javitomar
 

 

Nuestro enfoque hacia la gestión del conocimiento va mucho más allá del palo y la zanahoria. Nosotros decimos "compartir conocimiento es tu obligación, hazlo". Como recompensa, podrás mantener tu trabajo (Bob Buckman ex- presidente de Buckman Laboratories)

La semana pasada me tocó viajar a Punta Arenas, la última gran ciudad del extremo sur de Chile, a los pies del estrecho de Magallanes, el cabo de Hornos y tierra de fuego, lugares míticos que tanto resuenan en la imaginación gracias a las fantásticas historias sobre la expedición de Magallanes y Elcano que dio la primera vuelta al mundo. Mientras unos días antes me abrasaba en Madrid a más de 40 grados, la Patagonia me recibía con temperaturas bajo cero y abundante nieve y hielo. Nada más acomodarme en el avión, al estar sentado en la salida de emergencia, la azafata me entregó el folleto con las instrucciones sobre cómo actuar en caso de accidente y me preguntó si aceptaba desempeñar las funciones requeridas. Mientras leía el documento, se me empezaban a acumular las dudas: en el caso de que ocurra un incidente ¿sabré localizar la salida de emergencia y reconocer el mecanismo para operarla? ¿seré capaz de calcular si abrir la salida incrementará el peligro al que se expondrían los pasajeros? ¿podré evaluar la condición del tobogán de escape, activarlo y estabilizarlo? ¿cómo valoraré, seleccionaré y seguiré un camino seguro para alejarse de la salida de emergencia? Y todo ello en los escasos segundos que dura una situación de ese tipo. Parece arriesgado apostar a qué sabré hacer algo que nunca he hecho antes…

Es cada vez más frecuente escuchar sobre el modelo de economía circular qué están impulsando el Parlamento y Consejo Europeo (este artículo reciente explica las medidas tomadas en Austria). La economía circular propone un cambio drástico en el manejo de nuestros recursos pasando del tradicional (y nefasto) extraer -  producir – comprar - usar - tirar al mucho más sensato y sostenible reparar - reutilizar - reciclar. Justamente, el espíritu de la gestión del conocimiento se basa en reutilizar el conocimiento que tenemos con una pequeña ventaja: los intangibles no se desgastan con su uso, más bien al contrario, se revalorizan. Pero claro, para reutilizar el conocimiento necesitamos haberlo aprendido.

Antes de que naciese mi primer hijo, mi madre me regaló un libro (Qué esperar cuando estás esperando) con todo lujo de detalles sobre cómo criar a un recién nacido. Dado que nunca había sido padre, no tenía conocimiento sobre cómo manejar la llegada del nuevo integrante de la familia. Desafortunadamente, no importa cuántos consejos te entreguen tus padres o tus amigos, cuántos libros leas o cuantos documentales puedas ver, hasta que no nace tu primer hijo no sabes qué significa cambiar pañales, tratar de hacerlo dormir, darle de comer o identificar porqué llora desconsoladamente. El conocimiento no es algo que tienes sino algo que haces y para eso, necesitas aprender. No hay otro sustituto para aprender esas lecciones que la experiencia práctica. Eso si, cuando llega tu segundo hijo, ya no necesitas volver a aprender todo de nuevo, sino que gestionas (reutilizas) el conocimiento de lo que aprendiste con el primero. Aprender es la inversión que haces generalmente la primera vez que abordas una tarea. A partir de ahí, tratas de gestionar tu conocimiento aunque (igual que pasa con los hijos) no te queda más remedio que seguir aprendiendo a medida que las tareas van mutando hacia desafíos cada vez más complejos.

Ya sabemos que, sin conocimiento, no puedes actuar. 2 semanas atrás participé, en mi tierra, en un taller de trabajo colaborativo organizado por Tknika. Al finalizar el evento, una de las personas a cargo de la organización tenía que "volar" literalmente a dictar un curso en otra localidad, pero cuando se subió a su automóvil, se dio cuenta de que tenía un neumático pinchado. Dado que no sabía cómo cambiar la rueda, acudió a la estrategia más inteligente que siempre usamos los seres humanos: Buscar al que tiene el conocimiento. Allí apareció rápidamente Agustín que, en menos de 10 minutos le resolvió el problema. No es lo mismo saber cómo se hace algo que saber hacerlo, sobre todo cuando nunca lo has hecho antes. Por regla general, el sistema educativo (y la inmensa mayoría de procesos formativos) se concentran en enseñarnos la teoría y descuidan gravemente su puesta en práctica. Y claro, en la vida, y en el mundo profesional en particular, lo que cuenta no es lo que sabes sino lo que eres capaz de hacer con lo que sabes. Hechos y no palabras.

Conocimiento y aprendizaje son caras de una misma moneda porque uno no puede existir sin el otro. No hay conocimiento sin un proceso de aprendizaje previo, el conocimiento es el resultado de aprender. Pero mientras el conocimiento es un acto inmediato, un estado presente, el aprendizaje es un proceso que nunca termina. Llegado el momento de enfrentar una situación (cambiar una rueda, criar un niño o liderar una evacuación durante una emergencia) o sabes o no sabes, o puedes hacerlo o no. Evidentemente no existe una única manera de resolver los problemas y el conocimiento admite gradaciones, está siempre en permanente evolución. Pero si nunca antes aprendiste, simplemente no puedes hacerlo. El aprendizaje es un proceso complejo porque exige motivación (querer), tiempo y práctica. Aprender requiere paciencia (esa virtud cada vez más escasa), resulta caro, sacrificado y demanda una alta dosis de esfuerzo. Pero aprender es igual que comer, si no te nutres (en este caso de conocimiento para poder decidir y actuar) tarde o temprano mueres.
Dado que solo puedes reutilizar aquello que ya tienes, la paradoja es que las organizaciones son menos dueñas de su conocimiento de lo que creen. Acabamos de realizar el diagnóstico del estado de la gestión del conocimiento de una institución española con presencia en varios continentes. Han aparecido 2 conclusiones que se repiten en la mayoría de empresas:

1. Las organizaciones cuentan con un amplio y rico acervo de conocimiento, sin embargo, dicho conocimiento es más patrimonio de los individuos que de la institución. Cualquier empresa exitosa cuenta con individuos con un alto y sofisticado conocimiento especializado. Sin embargo, existen muy pocas instancias diseñadas para que ese conocimiento circule y se comparta. Sabemos que el conocimiento es un atributo humano que radica en el cerebro. Como nos decía uno de los entrevistados "por muy buenos manuales o informes que hagas, por muy buenos videos o píldoras de contenidos que elabores, nada sustituye el intercambio de conocimiento entre personas". Una empresa química nos comentaba recientemente: "Dentro de 10 años, el 60% de la plantilla actual (que es la que más conocimiento acumula), ya no estará aquí". La prioridad para las organizaciones radica en convertir ese conocimiento individual en patrimonio y activo institucional y, por tanto, no sujeto a tantos riesgos porque en el momento en que las personas se marchan, se lo llevan consigo descapitalizando a la empresa. ¿Qué significa esto? Que las organizaciones están obligadas a generar mecanismos para aprender y no depender de sus integrantes. Y eso les exige asegurarse de que, por ejemplo, quienes se incorporan a la organización estén operativos lo antes posible o que quienes más saben (expertos) transfirieran su conocimiento de manera continua mucho antes de jubilarse. No se trata de un camino imposible, lo que hace falta es crear rutinas para que el conocimiento no permanezca estático, sino que fluya de los que lo tienen a los que lo necesitan. La parte más simple consiste en sistematizar y generar activos de conocimiento (procedimientos, guías, manuales, metodologías, checklists, recomendaciones, errores, prácticas, lecciones, casos, etc.). La parte más valiosa y más complicada consiste en crear instancias y actividades de intercambio de conocimiento, aprendizaje y colaboración entre los miembros de la empresa.

2. Las organizaciones aprenden muy poco de lo que hacen. Como nos decía el Director de la institución, "donde más se aprende de nuestro negocio es en la evaluación". Las mejores oportunidades para aprender y gestionar el conocimiento ocurren cuando se dan 2 condiciones: haces tareas repetitivas (algo que les ocurre al 99% de las organizaciones a pesar de que supuestamente vivimos en la era de la innovación) y además las ejecutas en varios sitios simultáneamente. Si lo que se hace en una empresa se ha hecho antes miles de veces, entonces existe una casuística gigantesca, un enorme stock de conocimiento del que echar mano. Cada vez que repites una tarea, debieses hacerla mejor y en ese espacio, generas mucho conocimiento que no siempre se aprovecha. Si ofreces un producto o servicio estandarizado, es seguro que sabes mucho de cómo fabricarlo y venderlo o proveerlo y el foco de tu estrategia necesariamente tiene que consistir en reutilizar ese conocimiento. Pero para ello, necesitas capturar esa experiencia, sistematizarla y transferirla. Sorprendentemente, la mayor parte de organizaciones tienen poca cultura de evaluar con el objetivo de aprender. Apenas existe tiempo para reflexionar, sistematizar lo aprendido y compartirlo. Como me contaban en un evento sobre seguridad "no hay accidentes nuevos, lo que hay son personas nuevas que sufren los mismos accidentes". Evaluar exige cuestionarnos nuestro actuar. Para aprender hay que hacerse preguntas y no somos muy diestros en el arte de preguntar. La principal razón para evitar la evaluación es que nos obliga a analizar los errores cometidos y eso no es fácil de asimilar en nuestra cultura exitista y tan poco tolerante con las equivocaciones. Y si no aprendes de los errores, te expones irremediablemente a repetirlos. La única manera de asegurar que ocurra el aprendizaje pasa por incluirlo como parte indisoluble del proceso. Una tarea no concluye hasta que soy capaz de explicar lo que aprendí al realizarla.

Ahora que los programas de cocina está tan de moda en los medios de comunicación, aparecen noticias sobre robots que cocinan como los mejores chefs. Esto significa que el acto de cocinar no requiere de mucha creatividad, sino que basta con copiar, aprender y repetir. Lo realmente creativo es inventar platos nuevos, pero cocinar platos conocidos es, en realidad, gestionar el conocimiento. Aunque no nos guste escucharlo, nuestro trabajo consiste en repetir algo ya hecho antes ,usando el conocimiento que tenemos y ojalá mejorarlo con lo que vamos aprendiendo. Las empresas están obligadas a aprender a gestionar su conocimiento si quieren sobrevivir. Como sabiamente me compartía mi amigo Alex la última vez que estuve en Venezuela, "una organización gestiona su conocimiento cuando sabe lo que sabe y lo usa, conoce lo que necesita aprender y lo aprende y cualquier proceso de trabajo, se ejecuta utilizando la mejor práctica".

Los días 5 y 7 de julio estaremos impartiendo un curso sobre Mapas de Conocimiento Crítico para el Ayuntamiento de Barcelona.
El 6 de julio participaremos en el encuentro sobre Métricas para la Gestión del Conocimiento junto con Jesus Martinez, Responsable de Formació Directiva i Nous Programes del Cefje
El 11 de julio en Santander impartiremos la conferencia "Gestión del Conocimiento en el SXXI, lecciones aprendidas y desafíos" en el marco del curso "El reto del relevo generacional en
nuestras organizaciones: diseñando programas de transferencia de conocimiento", organizado por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.


 
 
 

Catenaria - Gestión del Conocimiento
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¿CÓMO GESTIONAR TU CONOCIMIENTO PERSONAL ?

E D I C I Ó N - N ° 1 3 4 - M A Y O - 2 0 1 7
 
¿Cómo gestionas tu conocimiento personal?
Javier Martínez Aldanondo
Gerente de Gestión del Conocimiento de Catenaria
jmartinez@catenaria.cl y javier.martinez@knoco.com Twitter: @javitomar
Aunque el mundo no empezó contigo ni se terminará cuando ya no estés, es evidente que el planeta gira alrededor tuyo. Y no se trata de un ataque de soberbia o egocentrismo sino de pura realidad. Por más que quieras con locura a tus hijos o a tu pareja o te entregues al prójimo por una causa noble, en tu vida no hay nadie más importante que tú. Nadie puede comer o dormir por ti, tampoco sufrir o gozar en tu lugar. Estás condenado a pasar toda tu vida contigo mismo, hablándote continuamente, felicitándote, recriminándote…. Por supuesto, tú no eres el único que cuenta, necesitas dominar el arte de la relación con tus semejantes, pero por más que el hombre sea un animal social e insistamos en conceptos como empatía, solidaridad o colaboración, para ti eres el centro del mundo. Y eso significa que eres el principal responsable, y a su vez beneficiado, de la adecuada gestión de tu vida.
En la civilización occidental, las 3 principales prioridades de los adultos son la salud, la familia y el trabajo. Estos últimos años nos han demostrado que tener un empleo estable y satisfactorio es un lujo cada vez más difícil de disfrutar. Y, al contrario, perder el trabajo, en sociedades despiadadas donde no es posible sobrevivir sin dinero, es una de las situaciones más estresantes que podemos experimentar. Por si nunca te has detenido a pensarlo, si trabajas es gracias a tu conocimiento. La razón por la que una organización te contrata o un cliente paga por tus servicios es porque tu conocimiento les aporta algún valor (satisface alguna necesidad por la que alguien está dispuesto a pagar). Y si tienes conocimiento, no es por suerte o por casualidad sino porque en algún momento lo has aprendido. Es decir, tu vida profesional está en función de tu conocimiento. Parece lógico concluir que deberías contar con un plan detallado, respecto de cómo administrar el elemento del que depende tu futuro laboral (o lo que es lo mismo, tu vida). Me temo que conozco la respuesta: la inmensa mayoría de personas reconocen no tener un plan para gestionar su conocimiento personal. Claro, todos administramos nuestro conocimiento de forma intuitiva y accidental, pero debemos asumir que estamos corriendo un riesgo gigantesco al dejarnos llevar y que las cosas nos sucedan.  Si el conocimiento es la materia prima con la que construirás todo lo que te espera desde hoy en adelante, entonces no te puedes permitir no planificar cuidadosamente tu desarrollo. Asumiendo que siempre será un proceso en cambio constante, tiene que ser un ejercicio consciente. A fin de cuentas, tu conocimiento es tu marca y tu principal producto, si no lo administras, alguien terminará haciéndolo por ti o quedarás a merced del azar.
¿Y cómo gestiono mi conocimiento personal? El stock conocimiento del que dispone cada uno de nosotros se puede desglosar en 5 dimensiones:
  1. Conocimiento presente entendido como todo lo que sabes hacer hoy. Dado que el conocimiento es aprendido (no lo traías al nacer) incluye desde habilidades hasta actitudes, hábitos, competencias, etc., es decir, todo aquello que puedes aplicar y demostrar. Para gestionar tu conocimiento actual, el que te permite ganarte la vida, necesitas hacer 2 cosas: Identificarlo y evaluar su estado.
    Identificar mi conocimiento: Para ser consciente de lo que sabes, primero debes ser capaz de responderte estas simples preguntas: ¿Por qué te pagan? ¿qué conocimiento tienes que resulta valioso para tu empresa o tus clientes?
    Evaluar su estado: Nuevamente, necesitas analizar varios aspectos de tu conocimiento: ¿Cómo lo adquirí? ¿cuánto sé, en qué nivel estoy? ¿lo tengo documentado? ¿hay mucha gente experta ese ese campo y es fácil de encontrar en el mercado? ¿es estratégico para el futuro de mi organización o de mis clientes? ¿es susceptible de cambiar rápidamente o automatizarse? ¿a quién le resulta valioso, por qué lo necesita y qué está dispuesto a hacer para obtenerlo? ¿soy capaz de lograr que otros lo aprendan?
  2. Red: Como reza el dicho popular, "no necesito saberlo todo sino tener el teléfono del que sabe, y que sea mi amigo" (esto último es de mi cosecha). Soy un firme defensor de compartir el conocimiento en comunidad, pero la colaboración es un fenómeno reciente que todavía estamos aprendiendo tras siglos de desconfianza plasmada en crueles guerras y luchas permanentes por el poder. Que el conocimiento sea personal no implica que sea individual. En un escenario crecientemente complejo, nadie tiene suficiente conocimiento para resolver todos los problemas por su cuenta. Por muy experto que seas, no puedes llegar muy lejos tú solo armado únicamente de tu conocimiento. Necesitamos del conocimiento de otros para complementarlo con el nuestro. Aunque siempre se dijo que el conocimiento es poder, lo cierto es que el conocimiento compartido es más poder aún.
    ¿Cómo administras tus contactos? ¿te has preocupado alguna vez de mapear tu red? Ese es justamente el lucrativo negocio de Linkedin ¿sabes quiénes son los que te pueden aportar conocimiento y por qué razón lo iban a compartir contigo cuando lo necesites?,¿saben ellos quien eres tú y qué les puedes aportar? ¿tienes vínculos sólidos y los cultivas regularmente? Alimentar la red es un trabajo arduo que toma mucho tiempo y que no ocurre de forma automática: no basta solo con recibir conocimiento, tienes también que aportar el tuyo. Establecer y mantener tu red de relaciones profesionales te exige ser a la vez, generoso y confiable.
  3. Tecnología: Hace ya muchos años que nuestra vida laboral no se puede entender sin el uso permanente e intensivo de tecnología. Por tanto, podemos fácilmente predecir que, en el futuro, el rol de la tecnología solo adquirirá todavía mayor protagonismo. El ritmo esquizofrénico al que evoluciona la tecnología nos obliga a identificar nítidamente cuales son las herramientas que mejor nos ayudan a alcanzar los objetivos y aprender rápidamente a manejarlas. ¿Sabes cuáles son las herramientas más apropiadas para desempeñar tu trabajo, tanto a nivel de productividad personal como de comunicación y acceso al conocimiento de terceros? ¿sabes sacarles todo el partido posible? ¿tienes previsto cómo mantenerte actualizado e ir incorporando las nuevas aplicaciones que surgen cada día? Ante el peligro de ahogarse en el inmenso océano de la tecnología, lo razonable siempre es priorizar (menos es más), aprender a dominarlas (y no al revés) lo que implica saber apagarlas porque hay vida fuera del trabajo. El reciente ciberataque nos recuerda además que tenemos que prestar especial atención al tema de la seguridad.
  4. Información: La información es uno de los principales insumos del conocimiento. Si quiero cocinar un nuevo plato, lo primero que haré es buscar la receta y un video que me explique cómo prepararlo. Las personas dedicamos (y malgastamos) una enorme cantidad de tiempo diariamente en buscar, procesar, analizar y generar información a través de múltiples dispositivos. He hecho el ejercicio de observar a las personas en la calle, y si están solas, un porcentaje gigantesco están mirando la pantalla de su teléfono. Sin embargo, acceder de forma rápida a la información clave y que permita tomar la mejor decisión posible, no es trivial. De hecho, no conozco ninguna organización que tenga resuelto este problema para sus colaboradores. Todos ellos se quejan amargamente de lo tortuoso que resulta encontrar la información que necesitan y confiesan que terminan acudiendo a Google. Si queremos ser eficientes, necesitamos generar un modelo de gestión de la información que considere tanto la información que necesito, cómo la que voy generando, dónde y cómo las guardaré para asegurarme que las encontraré, etc.  ¿Sabes qué información es la que mayor valor te ofrece para el trabajo que realizas? ¿tienes claro cuáles son las fuentes que te proveen esa información y cómo asegurarte de disponer de ella cuando te haga falta? Nuevamente, no es posible ni sensato consumir toda la información interesante que se produce. Sin embargo, jamás el colegio o la universidad se preocuparon de enseñarte un método para priorizar la información que necesitas, ordenarla y mantenerla actualizada. Se trata de una habilidad clave cuyas consecuencias las sufren los individuos y sobre todo, las empresas que los emplean. Basta asomarse al computador de cualquier persona para comprobar que cada cual organiza su información con criterios incomprensibles para otro que no sea su propio dueño y muchas veces, poco efectivos.
  5. Conocimiento futuro: ¿Tienes claro dónde quieres estar dentro de 5 años? ¿has planeado lo que debes hacer para llegar allá? ¿sabes qué conocimiento vas a necesitar para lograrlo? ¿has decidido ya cómo lo vas a adquirir? ¿cuáles serán los valores básicos que guiarán tu vida (coherencia, respeto, honestidad, rentabilidad, éxito, ambición…)? Hablar de futuro implica hablar de los objetivos que te has fijado y de lo que necesitarás aprender para alcanzarlos. Pero también de desaprender y dejar atrás todo aquello que ya no sirve y va quedando obsoleto, empezando por el ego. Aprender no puede ser visto como una interrupción sino como parte indivisible del flujo de trabajo. Aprender y trabajar son la misma cosa, no se puede trabajar sin aprender. De cara al futuro, no importa tanto lo que sabes hoy porque tu conocimiento tiene fecha de caducidad. Lo relevante es tu habilidad para aprender, cuan capaz eres de generar nuevo conocimiento que ni siquiera imaginas que te harán falta (innovar). Evaluar el conocimiento que tiene una persona no resulta difícil, basta con que lo demuestre. Pero evaluar su capacidad de aprender no es tan sencillo porque depende de factores intangibles: su actitud, curiosidad, inconformismo, tolerancia al error y a la frustración, orgullo para no rendirse, capacidad de reconocer su ignorancia y recibir feedback, etc. Aprender es buscar las respuestas a las preguntas que te inquietan porque desconoces algo que te interesa. ¿Qué preguntas son las que no te dejan dormir?
Conclusiones: Resulta increíble lo descuidados que somos con el manejo de nuestro conocimiento cuando es el principal activo de nuestra vida profesional y casi personal. Solo podemos mejorar lo que hacemos si sacamos partido de lo que sabemos. Sin embargo, tratamos el conocimiento como si apareciese de forma espontánea, mágica, sin necesidad de esfuerzo. ¿Qué conocimiento tengo, cómo tengo previsto reforzarlo, qué conocimiento no tengo y necesito y como lo aprenderé, cómo voy a descubrir el conocimiento que necesitaré, pero todavía no sé? son preguntas cuya respuesta debiese ser obvia. Tu vida depende muy poco de tu genética, depende un poco del contexto que te rodea (no es lo mismo nacer en Silicon Valley que en Burundi) pero sobre todo depende de tu capacidad de aprender, del conocimiento que vas generando. Por eso resulta imperdonable la catástrofe que provoca el sistema educativo. ¿Qué sabe hacer un joven al terminar el colegio o la universidad? Muy poco, apenas tiene conocimiento útil para salir adelante. Pero peor aún, ¿y cuan consciente es de lo decisivo que resultará en su vida el hambre por aprender? Nada. Si seguimos sin asegurarnos de que nuestros jóvenes aprendan cosas importantes y asuman que su futuro depende de no dejar nunca de aprender, entonces los seguimos estafando y conduciendo al despeñadero.
No puedes continuar administrando tu conocimiento personal de forma tan amateur. Necesitas que sea un proceso ordenado y metódico. No es difícil, se trata de ir incorporando hábitos sencillos (reflexionar, sistematizar y compartir) que tienen una cualidad fundamental: te obligan a ser consciente de que estás gestionando tu principal y único recurso.
 
Catenaria - Gestión del Conocimiento
La Concepción, 141 of. 505 / Teléfono 56 - 2 - 22905577 / Mail: jmartinez@catenaria.cl /
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¿Cómo se enciende la chispa del aprendizaje?



E D I C I Ó N - N ° 1 3 3 - A B R I L - 2 0 1 7
 
¿Cómo se enciende la chispa del aprendizaje?
Javier Martínez Aldanondo
Gerente de Gestión del Conocimiento de Catenaria
jmartinez@catenaria.cl y javier.martinez@knoco.com Twitter: @javitomar
"Dad al alumno algo que hacer y no algo que aprender, ya que el hacer tiene tal fuerza que exige pensar y reflexionar" (John Dewey)
Imagina que un buen amigo, que vive desde hace años aislado de la civilización con una tribu amazónica, te avisa que viene a visitarte. El día de su llegada, tu agenda está repleta de actividades que no puedes cancelar y tan solo dispones de media hora para comer con él. Así que no te queda más remedio que invitarlo al Mc Donalds que está debajo de tu oficina. Tu amigo sabe lo que es un restaurant, pero se fue a la selva hace ya tanto tiempo que jamás ha pisado un local de comida rápida. Cuando entráis al Mc Donalds, tu amigo queda descolocado al comprobar que nadie le recibe en la puerta, ni le lleva a una mesa, ni le trae la carta con el menú, ni le recomienda un vino… Todo lo contrario, hay que hacer la cola de pie, descifrar el menú en un confuso letrero, pagar antes de comer, llevarse la comida en una bandeja y recogerla al finalizar, comer sin cubiertos… Se vuelve hacia ti y te mira con gesto estupefacto.
Este artículo Messi inteligencia en movimiento, demuestra estadísticamente que el argentino fue el jugador más decisivo del ultimo clásico a pesar de ser el que corrió más lento y menos distancia de todos los que estuvieron sobre el césped. Los humanos no somos la especie más fuerte, rápida o resistente de la tierra, no gozamos de los dientes y garras más afilados, la vista más aguda o del olfato u oído más desarrollados ¿cómo se explica que seamos la "casta" dominante? La respuesta obvia es gracias a nuestro cerebro. Pero los demás animales también tienen cerebro. El secreto que marca la diferencia es la inteligencia. Pero nuevamente, tu perro o tu gato también tienen inteligencia. Sin embargo, el principal rasgo de un ser inteligente es su capacidad de aprender y por muchas horas que dediques a tratar de que tu perro aprenda a leer, no vas a tener éxito. El diccionario define aprender como adquirir conocimiento. El resultado de todo proceso de aprendizaje es siempre el conocimiento. Nuestra capacidad de producir conocimiento es inalcanzable para el resto de criaturas del planeta y por eso hemos prevalecido. Es imposible separar la gestión del conocimiento (o la innovación) del aprendizaje. El acto de aprender ocurre en el único órgano sin el que no podemos vivir: el cerebro. Por tanto, el concepto de conocimiento no existe fuera del cerebro. Por ejemplo, una moto es conocimiento plasmado en un vehículo que existe gracias al cerebro inteligente de personas que inventaron los componentes, la diseñaron y la fabricaron (junto al conocimiento de los que aprendimos a conducirla). Pero si le regalo mi moto a un indígena de la selva, no le será de más utilidad que un tronco o una roca.
Todo lo que pasa en tu vida es gracias a tu cerebro. Si me estás leyendo y entendiendo (no son lo mismo), no es gracias a tus ojos sino a tu cerebro. El combustible que usa tu cerebro para todo lo que hace que es el conocimiento, en este caso sabes leer y además entiendes bien el castellano. Si la inteligencia que nos hace "superiores" al resto de seres vivos existe gracias a nuestro cerebro y se hace tangible en el conocimiento, la pregunta más importante de la historia de la humanidad es ¿cómo funciona nuestro cerebro para aprender y producir conocimiento? Aunque parezca mentira, sabemos muy poco sobre el mecanismo cerebral del aprendizaje. Más de 50.000 neurocientíficos trabajan en numerosos laboratorios realizando millones de experimentos y recopilando enormes cantidades de datos que les muestran lo que pasa en el cerebro, pero sin que todavía se pongan de acuerdo respecto de cómo ocurre. A pesar de ello, hay una conclusión irrefutable: para diseñar procesos de aprendizaje es imprescindible conocer cómo aprende nuestro cerebro. Por eso, resulta increíble que después de siglos sufriendo la dictadura de un sistema educativo que carece de toda base científica sobre cómo aprenden realmente las personas (y que da muestras inequívocas de fracaso), existan todavía tantos partidarios de mantenerlo. La mayoría de la comunidad educativa se resiste a introducir cambios y en el ámbito del aprendizaje, rechaza todas las propuestas (aprender por proyectos, por problemas, jugando, simulaciones, casos, etc.) tildándolas despectivamente como "modas" aunque sean metodologías coherentes con la manera natural en que aprendemos.
¿Cómo aprende nuestro cerebro? El neocortex es la parte del cerebro que solo poseemos los mamíferos, compuesta por unos 30 billones de neuronas y donde reside tu inteligencia, tus recuerdos y aprendizajes. Básicamente, ejecuta 2 operaciones primordiales:
1. Recibir información: Tu cerebro está siempre en alerta, captando un torrente permanente y gigantesco de señales del mundo exterior mediante tus sentidos (vista, oído, olfato…) o tus órganos motores (movimientos de tu cuerpo, manos, pies). Todo ese flujo continuo de información que ingresa, se transmite mediante conexiones neuronales y va escalando por diferentes niveles de la estructura cerebral.
2. Predecir: Si el neocortex tuviese que considerar todo lo que le llega como algo nuevo, el gasto de energía que le supondría procesarlo sería gigantesco. Para generar la respuesta más eficiente, el neocortex intenta anticipar que es lo que va a ocurrir a continuación. Para ello, analiza ese flujo de información que recibe tratando de detectar patrones y los compara con los que ya tiene almacenados de experiencias anteriores. A partir de aquí, pueden pasar 2 cosas:
a. Que compruebe que se trata de patrones ya existentes y conocidos. En ese caso, dispara la respuesta que utilizó en ocasiones previas. Para que esto ocurra, tiene que hacer el ejercicio de "recordar" lo que previamente "memorizó". ¿Qué ocurre si no recuerdas, como pasa con la mayoría de lo que estudiaste en el colegio y la universidad? Que todo te resulta novedoso, lo que te obliga a volver a aprenderlo como si fuese la primera vez. Cuando debe realizar una predicción, tu cerebro razona de la siguiente forma: "como ya se lo que ocurrió las otras veces que recibí este patrón, sé cómo debo actuar y me puedo anticipar". Y cada vez que dispara la misma respuesta, las conexiones neuronales involucradas se van haciendo más sólidas, igual que pasa a medida que usas cualquier músculo de tu cuerpo. Cuanto más firmes son esas conexiones, más difícil resulta romperlas (como vimos en la columna sobre desaprender) y empiezas a actuar de forma automática.
b. Que se trate de patrones nuevos que llegan por primera vez. En este caso, al comprobar que no dispone de antecedentes, lo que hace es guardarlos para cuando los necesite en el futuro, es decir, los memoriza. Es importante aclarar que, por mucho que insista el sistema educativo, nuestro cerebro no almacena conceptos, formulas, teorías o definiciones sino secuencias de patrones que provienen de nuestras experiencias. Decimos que "el saber no ocupa lugar" porque al aprender no almacenamos datos, sino que creamos conexiones neuronales que no ocupan espacio. No podemos seguir evaluando la inteligencia de un niño por su capacidad de recordar información en un examen. Cualquier computador, que carece de inteligencia, es más eficiente que nosotros en esa absurda tarea.
Según algunos neurocientíficos (recomiendo revisar el trabajo de Jeff Hawkins en Numenta y en su libro sobre la inteligencia), todas las áreas del neocortex funcionan igual con independencia de que se ocupen de la vista, el oído o el lenguaje. Usan este mismo algoritmo de aprendizaje y resuelven el problema de la misma forma.
¿Cómo se enciende la chispa del aprendizaje? Retomemos la historia de tu amigo y la hamburguesería. Es imprescindible destacar que tanto tu amigo como tú tenéis objetivos (la mayoría de veces inconscientes): saciar el hambre, disfrutar de una conversación agradable y poneros al día de vuestras respectivas vidas. Para alcanzar esos objetivos, trazáis un plan (inconsciente de nuevo): que tu amigo venga a tu oficina, bajar al Mc Donalds antes de que llegue mucha gente, sentaros a comer y charlar, etc. Siempre que tienes un plan, generas expectativas (inconscientes por supuesto) acerca de cómo van a suceder las cosas: que tu amigo sabrá llegar a tu oficina y lo hará puntualmente, que el Mc Donalds estará abierto, habrá mesas libres, etc. Y por tanto, tu cerebro tiene preparadas sus predicciones respecto de lo que hará cuando estés en el restaurant. Sin embargo, una vez comienza la ejecución del plan, las predicciones que se había hecho tu amigo, basadas en el conocimiento que tiene sobre restaurantes en los que comió en el pasado, empiezan a fallar estrepitosamente. Ninguna de las predicciones que su cerebro le provee le sirven: Tiene que hacer cola de pie y pagar por adelantado, comer sin cubiertos, llevar los envoltorios a la basura… Tu amigo no entiende nada, sus expectativas han sido bruscamente destruidas por una realidad que no tenía en la memoria. Y es justo en ese instante cuando se desata un proceso imparable para tratar de entender qué está pasando. Ese proceso se llama APRENDER y se dispara una vez que te equivocas (tus predicciones fallaron) y tratas de explicarte por qué (reflexión). No aprendemos de la experiencia, aprendemos de reflexionar sobre la experiencia. Obviamente, tu amigo pronto llega a la conclusión de que existe un tipo nuevo de restaurantes, lo que le obliga a actualizar y corregir las predicciones que tenía e incluir una nueva "categoría" (los de comida rápida) y almacenar esta nueva experiencia en su memoria. Sin embargo, el proceso de aprendizaje no está concluido y no lo estará hasta la siguiente ocasión en que tu amigo pise, por ejemplo, un Burger King. Si olvida lo que ocurrió y le vuelve a suceder lo mismo, tu amigo simplemente no aprendió. Pero si recuerda cómo ocurren las cosas en ese tipo de locales (su cerebro rescata de la memoria su experiencia previa en Mc Donalds) es capaz de predecir y actuar acorde a ello y sus expectativas se cumplen, significa que aprendió. Aprender consiste en acumular experiencias y reutilizarlas en el futuro. Cuando memorizas sin entender, no aprendes porque no se crea ninguna conexión neuronal.
¿Qué debemos tener en cuenta a la hora de diseñar experiencias de aprendizaje? Son 2 los elementos fundamentales: objetivos y expectativas.
Objetivos: "Si no sabes hacia dónde vas, cualquier camino te sirve (Alicia en el país de las maravillas)". Un ser humano sin objetivos es como un barco a la deriva, algo que sucede a la inmensa mayoría de los niños en el colegio y a no pocos adultos en la vida. El aprendizaje siempre empieza con un objetivo que te importa mucho alcanzar. Lo crucial es que el objetivo debe ser tuyo, no sirve que sea de otros (de tus padres, de tu profesor, de tu jefe o de tu empresa). A esto se le llama también motivación y es la energía que mueve el aprendizaje. Aprender trigonometría o biología e incluso sacar buenas notas no son ejemplos de objetivos que te apasionen cuando estás en el colegio. Saciar el hambre o pasar un rato con tu mejor amigo si lo son. Aprender es un medio para alcanzar un fin, la clave es tener claro desde el principio cuál es ese fin que le interesa al alumno al que quiero enseñar. Para desencadenar el proceso de aprender, el cerebro necesita estar interesado en lo que recibe porque de otra manera, no le presta atención. Se ha medido la actividad cerebral de los niños mientras están en un aula y apenas se registran señales. No aprenden porque no les interesa lo que les enseñamos, no le encuentran sentido. Por eso, cuando no entendemos, recurrimos a la memorización. Obviamente, es posible inducir objetivos, se puede seducir a los alumnos a que quieran saber, pero para eso hay que hacerse algunas preguntas: ¿Por qué está aquí el alumno? ¿por qué le importa lo que va a aprender? ¿cómo podemos hacerle vibrar y que le importe? El cine o las series lo logran magistralmente. Capturan tu interés, te presentan conflictos que consiguen involucrarte y una vez te han conquistado, te "manipulan" a lo largo de la historia. A diario, veo como mis hijos son capaces de dedicar horas a un juego de alto nivel de complejidad como Clash Royale porque les plantea desafíos y tienen objetivos claros que quieren alcanzar. Y ojo, aprender exige esfuerzo intenso. No puedes aprender solo lo que te gusta, pero si se trata de algo que te emociona, estás dispuesto a cualquier sacrificio, al revés que cuando estás sentado en un aula escuchando lo que no te importa.
Expectativas: Para alcanzar tus objetivos, tu cerebro tiene expectativas de lo que puede ocurrir, basadas en lo que ha vivido en el pasado. Por tanto, continuamente hace predicciones para poder actuar de manera eficiente. Y cada vez que esas expectativas no se cumplen, se abre la ventana para aprender porque, instintivamente, el cerebro busca una explicación para recobrar el equilibrio. La mejor estrategia para provocar el aprendizaje consiste en provocar el error, la confusión, las contradicciones y las sorpresas. El aprendizaje empieza cuando fallan tus expectativas (te equivocas) y reflexionas para corregirlas. El fracaso de tu predicción provoca una situación inédita que lo cambia todo: eres tú quien se hace la pregunta de ¿por qué fallé? e inmediatamente buscas respuestas. Sin embargo, el sistema educativo te trae miles respuestas a preguntas que tú no te has hecho, como quien te trae comida que ni te gusta ni has pedido. Eso significa que, a la hora de diseñar, necesitamos tener en cuenta los errores que las personas cometen cuando llevan a cabo una actividad, la situación en la que esas personas cometen ese error, las consecuencias del error y cómo les ayudamos a recuperarse.
Para aprender no hace falta seguir el ritual artificial de sentarse en un aula, hacer cursos, asistir a clases, estudiar asignaturas, hacer exámenes y sacar buenas notas. Para aprender necesitas objetivos cautivantes y tener dificultades para lograrlos. Mientras todo funciona normalmente, sin alteraciones, tu cerebro entiende que no hay nada que aprender.
Moraleja: Hemos pasado siglos educando sin tener idea de cómo ocurre realmente el aprendizaje. ¿A nadie le llama la atención por qué olvidamos casi todo lo que aprendimos en el colegio y la universidad? Porque cuando nuestro cerebro comparó lo que escuchaba en el aula con lo que ya tenía, no pudo establecer ninguna conexión y rápidamente lo borró. El sistema educativo ha hecho un daño irreparable, premiando como inteligentes a aquellos que eran buenos para memorizar mientras etiquetaba como tontos, lentos y dispersos al resto. Ahora que la neurociencia nos ofrece respuestas contundentes, no hay razón alguna para que no las apliquemos y cambiemos la manera en que enseñamos. Ya surgen voces que sostienen que enseñamos mal las matemáticas. Si el cerebro usa la memoria (todo lo que has aprendido) para hacer predicciones de lo que ocurrirá, entonces la clave consiste en reconocer que esos aprendizajes se producen fruto de la experiencia. Escuchar hablar a un profesor sobre cosas que no me interesan no produce sinapsis neuronales, equivocarme en algo que me importa y que mis expectativas no se cumplan, si las crea. Nuestra memoria se crea a través de años de práctica repetida. Woody Allen insiste en que "sólo me ha llevado cuarenta años tener éxito de la noche a la mañana". Tenemos que enseñar menos para que sea posible aprender más.

PD: Hasta el 7 de mayo, estará abierta la segunda encuesta mundial de Gestión del Conocimiento que estamos realizando. Si participas en esta iniciativa, tendrás acceso al estudio con los resultados de 2014 y, una vez estén disponibles, te entregaremos una copia de los resultados de esta edición de 2017. De esta forma, te será posible comparar vuestro proyecto de Gestión del Conocimiento con otras empresas y organizaciones de todo el mundo, así como conocer las tendencias en Gestión del Conocimiento en los últimos 3 años.
La encuesta está en inglés y puede requerir cierto tiempo para ser respondida, pero te aseguro que la riqueza y profundidad de los resultados hacen que merezca la pena el esfuerzo.
Aquí tienes el link https://www.surveymonkey.co.uk/r/Knoco2017KMsurvey

 
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EL VALOR DE LOS INTANGIBLES




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El valor de los intangibles
Javier Martínez Aldanondo
Gerente de Gestión del Conocimiento de Catenaria
jmartinez@catenaria.cl y javier.martinez@knoco.com Twitter: @javitomar
"Lo esencial es invisible a los ojos" El Principito (Antoine de Saint-Exupéry)
Apple es oficialmente la empresa más próspera del planeta con un valor de mercado de 750.609 millones de dólares. ¿Cómo se explica que su valor de libro (activos tangibles reflejados en su balance) sea "solo" de 132.401 millones? El mundo unánimemente acepta que ese 82,4% de diferencia corresponde a intangibles. En el caso de Google, el valor de sus intangibles es el 76% de su valor total y en el de Microsoft, el 85,3%. Si tomamos las principales empresas industriales, los intangibles de la petrolera Exxon Mobil representan un 49,5% de su valoración, en el caso de Johnson suponen un 80% y para General Electric llegan al 71%. ¿Pero qué son los intangibles? ¿Cómo es posible que representen la mayor parte del valor de las organizaciones y sin embargo sepamos tan poco acerca de ellos?
Según el diccionario de la Real Academia, intangible es aquello "que no debe o no puede tocarse". Podemos, entonces, dividir la vida entre lo tangible y lo intangible. Ocurre que estamos acostumbrados a guiarnos únicamente por lo que nuestros sentidos perciben, sobre todo por aquello que se puede ver y tocar, empezando por nuestro cuerpo, el suelo que pisamos, la ropa que nos ponemos, los alimentos que ingerimos, etc. Actuamos como si solo existiese lo material, lo evidente. Pero la realidad es otra, lo que de verdad gobierna nuestra existencia es invisible:
  • Los estados de ánimo son intangibles. Somos seres menos racionales de lo que creemos y las decisiones más importantes las tomamos a partir de intangibles como las emociones. Cada emoción (lo que nos mueve) es nuestra respuesta a los estímulos que recibimos del medio ambiente. Y claro, no podemos ir al supermercado a comprar medio kilo de alegría o encargar por Amazon una docena de botellas de esperanza.
  • Los elementos por los que "eliges" a tu pareja y amigos (y por los que te alejas de ellos) son intangibles.
  • En cualquier institución, el principal gasto corresponde a los sueldos de sus integrantes. Lo que le ofreces a tu empresa a cambio del salario que te paga es un intangible llamado conocimiento. Cuando una organización te contrata, no lo hace por tus recursos financieros, sino que te compra tu conocimiento para hacer el trabajo (que traes a diario cuando llegas las 8 AM y te llevas contigo cuando te retiras a las 18h).
  • Ahora que está de moda emprender e innovar, ambos son intangibles puros. Lo único que tiene un emprendedor (y lo más importante) es conocimiento y lo que le falta es justamente dinero. Sin su idea inicial, no puede llegar a ninguna parte.
  • Si eres creyente, la fe es el intangible por antonomasia que, a lo largo de los siglos, ha tenido un impacto brutal en la vida de las personas y la historia de los países.
¿Y qué ocurre en el ámbito empresarial? La visión, la misión y los valores que declaran todas las organizaciones no son otra cosa que una colección de intangibles. Cada vez que formulamos estas simples preguntas a un directivo, obtenemos las mismas respuestas:
  • ¿En tu organización hay intangibles? ¡Por supuesto!
  • ¿Influyen en los resultados? ¡Desde luego que sí!
  • ¿Qué sabes de ellos? ¿Cómo se producen, en qué estado se encuentran…? ¡La verdad es que nada muy concreto…!
  • ¿De todos ellos, cuál es el intangible más importante? ¡Hummmmm, tendría que pensarlo!
  • ¿Tiene sentido identificar los intangibles y administrarlos? ¡Claro!
  • ¿Qué hacen con los intangibles? ¿Nos puedes mostrar cómo los gestionan? ¡No tenemos una estrategia definida!
Este antiguo artículo de Mckinsey sobre nuevas métricas para evaluar el desempeño corporativo, describe perfectamente 2 evidencias: la primera, que los focos de creación de valor en una organización no provienen del capital sino de las personas (y en concreto de su conocimiento). Y la segunda, que las métricas que se siguen utilizando miden el retorno del capital y los resultados financieros, fueron creadas para las necesidades de la difunta era industrial y necesitan una actualización urgente. Cualquier directivo sabe que los intangibles son activos fundamentales y deben ser gestionados. Pero como ya abordamos en otras columnas, la inmensa mayoría de ellos no pueden mostrar una estrategia concreta para sacar el máximo partido de su principal, y muchas veces, único activo.
La sociedad del talento funciona a partir de la economía del conocimiento (incluyendo a todo el sector público) y se basa en servicios, es decir, en intangibles. Sin embargo, la mentalidad ingenieril imperante apenas les ha prestado atención. La razón es obvia: los intangibles nos confunden porque no se comportan como el resto de los elementos que conocemos. Para empezar, cuando tratamos de identificarlos y cuantificarlos (dada nuestra inevitable obsesión por los números), se muestran esquivos y no se dejan atrapar fácilmente. ¿A quién le puede sorprender? Nuestra gloriosa educación cartesiana se asegura de que los curriculums escolares estén repletos de contenidos inútiles, pero fácilmente medibles en un examen escrito y que los intangibles no aparezcan nunca entre lo que los niños deben aprender. Hemos optado por el camino fácil de administrar lo tangible, lo que nos obedece y se puede medir, pesar, almacenar, transportar, comprar y vender sin problemas. El balance de una empresa recoge sus activos físicos y recursos financieros, pero no dice nada de sus intangibles. A pesar de que son responsables de los resultados, hacemos como si no existieran. Necesitamos entender que las herramientas de gestión actuales no sirven para administrar intangibles porque no fueron diseñadas para ello. 4 años atrás ya insistimos en que Einstein tenía razón: "No todo lo que cuenta puede ser contado, ni todo lo que puede ser contado cuenta". Nos dedicamos a gestionar lo que es fácil de medir, pero no necesariamente lo más importante.
¿Cuáles son los principales intangibles? Es posible encontrar muchas y variadas clasificaciones, pero una manera simple de agruparlos es la siguiente:
1. Conocimiento: Nos referimos al conocimiento tácito (no codificable) que tienen las personas en su cabeza y que les permite llevar a cabo su trabajo. Dentro del enorme volumen de conocimiento que atesora una empresa, la clave radica en identificar el conocimiento crítico, responsable de los resultados y que sostiene la ventaja competitiva.
2. Procesos: Conocimiento explicito, sistematizado y por tanto independiente de las personas mencionadas en el punto anterior. Incluye metodologías, modelos, procedimientos, informes técnicos, la forma de organización de la empresa, procesos de trabajo, etc.
3. Tecnología: Software, programas, diseños, modelos o patentes tecnológicas.
4. Mercado: Valor de la cartera de clientes y de los contratos vigentes, de la red comercial, proveedores, aliados y colaboradores.
5. Marca
6. Reputación
7. Derechos: Propiedad intelectual, patentes, derechos de autor, franquicias, royalties, licencias, contratos.
8. Innovación e investigación y desarrollo.
¿Cómo se gestionan los intangibles? En las últimas semanas, 3 noticias me parecieron reveladoras. La primera se refería a Uber, empresa que sufre una crisis de intangibles que se plasma en hechos como la pérdida de clientes por el apoyo de su fundador a Donald Trump, acusaciones de maltrato a empleados y a choferes o la dimisión de su presidente. La noticia desvelaba la millonaria demanda interpuesta por Google acusando a Uber por robo de conocimiento en el proyecto de coche autónomo.  La segunda noticia recogía el lanzamiento, por parte de Futbol Club Barcelona, de su Innovation Hub, proyecto estratégico del club por el que se crea una estructura de conocimiento y tecnología para aprovechar todo el conocimiento que se ha generado a lo largo de los años. O lo que es lo mismo, la decisión de considerar el conocimiento (lo que hemos aprendido) como un producto que es posible rentabilizar. La tercera noticia anuncia la prohibición de Coca Cola, a su saliente vicepresidente, de trabajar para empresas competidoras (es decir, le impide poner su valiosísimo conocimiento al servicio de los principales rivales).
Los intangibles, por su propia naturaleza, no se pueden gestionar de forma directa. El conocimiento, que es el más importante de todos, ni siquiera es propiedad de la organización.  Si mañana enviamos a los empleados de Apple a trabajar a Exxon Mobil y viceversa, el valor y los resultados de ambas empresas se desploman de inmediato. Todos los activos tangibles seguirían en su lugar e incluso ambas empresas contarían con trabajadores brillantes. Pero en cuanto cambiamos el conocimiento de lugar, simplemente ya nada funciona.
Estas son algunas acciones que siempre debiésemos tener presentes para gestionar los intangibles de la organización:
  • Identificarlos y evaluar su estado. Esta es la primera tarea y primordial y para ello, existen los mapas de conocimiento crítico y las auditorias de conocimiento.
  • Explotarlos en la operación del negocio para:
    • Aumentar los ingresos creando nuevos productos, nuevas líneas de negocio, nuevos mercados, mejorar la producción o la calidad.
    • Disminuir costos reduciendo los errores, las interrupciones y fallas, los accidentes, acortando los tiempos, evitando reinvenciones o aumentando la productividad.
  • Protegerlos para evitar perderlos, mediante procesos de retención y de sistematización y almacenamiento.
  • Transferirlos y difundirlos asegurando que están a disposición de quien los necesita en el momento justo.
  • Incrementarlos mediante procesos de aprendizaje, incorporándolos via contratación, alianzas con terceros o directamente a través de la innovación y el I+D.
Años atrás, consulté a un grupo numeroso de gerentes qué era lo que más valoraban de sus colaboradores. La respuesta fue unánime y por supuesto un intangible: la actitud. El éxito de cualquier organización depende de aprender a gestionar sus intangibles porque tienen un impacto decisivo en sus resultados y para ello, empezar por mapearlos es clave. La fuente de todos los recursos intangibles son las personas ya que sus conocimientos no se pueden adquirir fácilmente en el mercado porque son el resultado del proceso de aprendizaje histórico de la empresa. El futuro de una organización (y de sus miembros) depende de lo que hace, que a su vez depende de lo que sabe, que obviamente depende de lo que ha aprendido y aprenderá. No hay mejor decisión que invertir en desarrollar tus intangibles para enfrentar los cambios que vendrán. Eso sí, necesitamos ser más creativos, inventar las métricas adecuadas y empezar a gestionar los intangibles (en especial el conocimiento) con mucho más rigor.

 
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Si no somos tontos ¿por qué no aprendemos?



 
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Javier Martínez Aldanondo
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"No hay nada mejor que la adversidad. Cada derrota, cada angustia, cada pérdida, contiene su propia semilla, su propia lección sobre cómo mejorar tu rendimiento la próxima vez" (MalcomX).
El diccionario de la Real Academia de la Lengua, define tonto como "falto o escaso de entendimiento o de razón". No conozco a nadie que se crea tonto ni que le guste que los demás lo consideren así. Pero basta revisar nuestras actuaciones como especie, para comprobar que mostramos un comportamiento que dista mucho de ser inteligente. Un sabio refrán nos lo recuerda tercamente: "el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra". Si solo fuesen dos veces, sería para estar contentos. Da la sensación de que nos gustan las piedras…

Desde mediados de enero, Chile viene padeciendo una serie de devastadores incendios forestales que han creado una situación de caos en amplias zonas del país: han costado vidas humanas, han destruido decenas de miles de hectáreas, han arruinado el sustento y la vivienda de numerosas familias y han generado una enorme alarma social. ¿Qué hacemos? La reacción habitual es señalar a los culpables (como en el caso de los Oscars) y empezar inmediatamente la reconstrucción. Nadie presta atención a lo más importante: Aprender. Para ello, conviene echar la vista atrás y revisar un par de datos:

  • Chile tiene una larga historia de convivencia con desastres naturales. Según las estadísticas, en los últimos 200 años, el país ha sufrido 97 terremotos de una magnitud superior a 7 (con sus tsunamis), 19 inundaciones, 10 incendios mayores, 9 erupciones volcánicas, 5 remociones de tierra y 2 sequías. Conclusión: no es la primera vez que ocurren incendios (ni será la última).
  • Un informe de 2015 del Banco Interamericano de Desarrollo ya advertía de las debilidades de Chile para enfrentar desastres. Señala que "a pesar de que tras el terremoto de 2010 se llegó a un consenso sobre la necesidad de cambiar la estructura institucional ligada con el riesgo y los desastres (Onemi) y se elaboró un proyecto de ley, a la fecha no ha sido aprobado ningún nuevo instrumento jurídico que reemplace la estructura actual". Conclusión: si ocurre alguna catástrofe, las consecuencias serán funestas. Y eso sucedió.

¿Qué puede pasar cuando se cruzan esas 2 variables, una alta probabilidad de que ocurran desastres y una deficiente preparación para enfrentarlos? Te estas exponiendo irresponsablemente a una tragedia. ¿Somos tontos al arriesgarnos a que se desaten estas catástrofes que casi podemos asegurar que se producirán? ¿Por qué pasa esto? Podemos atribuirlo al cambio climático o a la acción deliberada del hombre, pero desde la gestión del conocimiento, la respuesta es obvia: PORQUE NO APRENDEMOS, y por el simple hecho de no aprender, las consecuencias que debemos pagar son terribles.
¿Qué significa que no aprendemos? Quiere decir que después de que te pasa algo imprevisto (y en este caso destructivo), no extraes las lecciones correctas para evitar que te vuelva a ocurrir. Cada vez que realizas cualquier acción, lo haces para lograr un objetivo (consciente o no): me levanto de la silla para buscar un vaso de agua porque tengo sed. En la mayoría de los casos, no surgen obstáculos que te impidan lograr tu propósito. Pero cuando por alguna razón no consigues tu objetivo, es justo el momento exacto donde surge la oportunidad de aprender.
¿Y qué hacemos para asegurarnos de aprender? Ya hablamos antes de 3 hábitos innegociables que es obligatorio realizar: reflexionar, sistematizar y compartir. ¿Antes de dormir, cada día, dedicas 5 minutos a analizar lo que salió bien para poder repetirlo en el futuro y lo que salió mail para corregirlo? El 90% de las personas a las que hago esta consulta me confirman que no tienen la costumbre de dedicar tiempo a pensar sobre lo que les sucede. Lo más "nutritivo" de esta noticia sobre un sistema de inteligencia artificial que arrasó a jugadores profesionales de póker, es que cada día, después de las partidas, el sistema "examina lo sucedido, añade 6.000 nuevas rondas con datos reales sobre cada jugada, afina la estrategia, corrige sus propios errores y armado con este nuevo conocimiento, comienza un nuevo día sin cansancio". Es decir, su jornada de trabajo no termina si no incluye tiempo sagrado para aprender. Reflexionar obliga a dominar el arte de hacerse preguntas y las 4 preguntas esenciales son: 1. Qué pasó y porque pasó, 2. Qué funcionó bien y qué salió mal, 3. Qué haríamos distinto si se repitiera (lo que incluye conocer la experiencia de otros que han tenido éxito) y 4. Cómo nos aseguramos de implementar los cambios necesarios para que no se repita. Es evidente que necesitamos dejar registro (escrito y audiovisual) de todas estas conclusiones para que los aprendizajes no queden únicamente en las cabezas de los participantes. Sin embargo, en la mayoría de ocasiones, cuando se trata de acceder a documentación sobre eventos pasados, o bien no existe o no es posible encontrarla. Y es igualmente imprescindible compartir estos aprendizajes con todos aquellos a los que puedan resultar útiles.

Ahora bien, ejecutar esos 3 hábitos es la primera parte del proceso, pero no es suficiente. Para aprender no basta con saber, es imprescindible actuar. Todos sabemos lo que hay que hacer para bajar de peso, pero muy pocos lo hacen. Años atrás, recibí un correo del responsable de riesgos de una empresa minera que me preguntaba: "Tengo almacenados en una base de datos 11.000 incidentes de seguridad que se han producido en la organización, ¿qué hago con ellos?". El objetivo no es capturar y almacenar conocimiento sino utilizarlo para tomar decisiones y mejorar. No necesitamos más repositorios ni más informes sino nuevos comportamientos que sean verificables (puedo comprobar que lo que antes me generaba problemas, ahora no lo hace). Veamos 2 ejemplos felices y otro no tanto:

  • Iberia acaba de obtener el premio a la aerolínea más puntual del mundo en 2016. ¿Cómo lo ha conseguido? En primer lugar, tomó la decisión de convertir la puntualidad en un objetivo prioritario. E inmediatamente después, diseñó e implantó un modelo que incluye procesos claros, responsabilidades definidas y sistemas informáticos. Por ejemplo, a nivel de procesos para gestionar el conocimiento, se fijaron 3 reuniones diarias donde el equipo reflexiona e intercambia experiencias de forma permanente.
  • A pesar de que el 40% del PIB de Noruega depende de su producción de petróleo, el país ha decidido que no puede vivir de los hidrocarburos y ha optado por eliminar los vehículos diésel y gasolina a partir de 2025 en favor de los eléctricos. Todos los países saben que los combustibles fósiles son contaminantes, pero nuevamente, la clave está en pasar a la acción.
  • Transantiago es el sistema de transporte público urbano que opera en el área metropolitana de la ciudad de Santiago y que acaba de cumplir 10 años con resultados deficientes. Periodistas, especialistas y políticos están aprovechando el aniversario para hablar alegremente de aprendizaje. Pero el ciclo del aprendizaje no se completa con lo que crees saber sino con lo que cambias y haces distinto. Ha transcurrido una década y si consultamos a cualquier usuario del transporte, confirmará que es muy poco lo que ha cambiado.

El aprendizaje está íntimamente ligado con la capacidad de reconocer los errores. Cada vez que pregunto ¿cómo se gestionan los errores en tu organización? la casi totalidad me responde que "tienen consecuencias negativas y por tanto se ocultan". Es muy raro que alguien reconozca públicamente sus equivocaciones, por eso resultó sorprendente que Adele, tras cometer un error durante la entrega de los últimos premios Grammy, reaccionase de forma tan natural frente a una audiencia de millones de espectadores (ganándose de paso su admiración). Hemos creado una atmósfera de exitismo donde solo se acepta ganar y no está permitido perder. La cuestión no son los errores que se cometen sino la forma en que los enfrentamos: aprendemos de ellos o no lo hacemos y nos exponemos a repetirlos. Hace más de un siglo, el Nobel de Medicina, Santiago Ramón y Cajal, afirmó "lo peor no es cometer un error, sino tratar de justificarlo, en vez de aprovecharlo como aviso providencial de nuestra ligereza o ignorancia".

¿Qué quiere decir que no cuentes con una respuesta preparada para anticipar y actuar frente a las emergencias? Significa que no lo consideras importante. Cuando algo nunca te pasó anteriormente, solo puedes ser reactivo. Pero cuando te ha pasado varias veces, tienes que anticiparte (el objetivo ya no es apagar el incendio sino evitar que ocurra). Si no reflexionas tras una catástrofe, no tomas medidas ni haces los cambios requeridos, significa que no aprendes porque el aprendizaje incluye reflexión + acción. Los especialistas técnicos sostienen que sobran estándares y prácticas internacionales para enfrentar desastres, lo que falta es voluntad.  El asunto ya no estriba en si es factible implementar los cambios, sino en cuánto te importa y qué estás dispuesto a hacer. No es un problema de dinero porque el principal recurso que se requiere es el conocimiento, y quienes lo tienen son las personas.

¿Y POR QUE NO APRENDEMOS? Quiero analizar 2 elementos que nunca se tienen en consideración: la dificultad para colaborar y la desconfianza.
1. Colaboración: Cuando llegué a Chile en el año 2002, me invitaron a jugar en un campeonato de baloncesto de veteranos. Como dediqué muchos años a la práctica de ese deporte y tenía ganas de mantenerme activo, acepté agradecido. Durante 2 años, participé en una liga competida y bien organizada, en la que nuestro equipo fue subcampeón en ambas ocasiones. Me llevé 2 sorpresas. La primera es que el nivel era mucho mejor de lo que imaginaba (Chile no es una potencia a nivel internacional). Había bastantes jugadores con excelentes fundamentos técnicos, varios de ellos ex miembros de la selección nacional. La segunda fue que, durante los partidos, además de producirse innumerables peleas, cuando pasabas la pelota a un compañero, había grandes posibilidades de que el balón nunca regresara ya que cada uno optaba por jugársela por su cuenta. He jugado a baloncesto organizado en España, EEUU y México y nunca había visto nada igual. Al finalizar el segundo año y viendo que la situación no tenía visos de cambiar, decidí abandonar el equipo ante la incredulidad de mis compañeros. A estas alturas de la vida, he comprobado que lo que diferencia a los países que prosperan, a las sociedades desarrolladas, a las organizaciones exitosas y a los equipos del alto desempeño es su capacidad de colaborar, de colocar el nosotros por encima del yo y de comprometerse con el bien común. Y, por el contrario, el individualismo es un virus mortal que termina contaminándolo todo. No es casualidad que el curso más solicitado por las empresas, año tras año, sea "trabajo en equipo" ni que los 2 primeros clientes que nos pidieron asesoría en enero de 2017 sean una multinacional y una institución pública que necesitan que sus integrantes trabajen colaborativamente… El seleccionador del equipo chileno de rugby, un francés con amplia experiencia y sin pelos en la lengua, respondió así la pregunta sobre cómo es el jugador chileno: "Muy aguerrido, valiente. Tiene entusiasmo y ganas, pero juega individual. Éste es un deporte colectivo y aquí no puede haber estrellas. Hay talento, pero eso no sirve si no se ocupa en equipo". Generar una respuesta inteligente al desafío de las catástrofes naturales exige colaboración de muchos actores, cada cual aportando humildemente su conocimiento específico y con voluntad de aprender del resto. Sin embargo, la tónica predominante, igual que en mi equipo de basket o en el de rugby, es el individualismo: cada uno se preocupa de su parcela. ¿Cómo se explica un individualismo tan exacerbado? El factor fundamental radica en la dificultad para confiar en los demás. ¿Qué obtenemos al juntar un modelo de neoliberalismo extremo (donde el éxito económico y el consumo tienen un valor desmesurado) con un sistema educativo supercompetitivo (necesito ganar a mis compañeros para acceder al trabajo mejor remunerado)? El resultado es una sociedad egoísta y en vías de enfermarse porque el individualismo conduce indefectiblemente a la depresión y la ansiedad.
2. Confianza: Ese mismo año 2002, un compañero de trabajo me espetó, totalmente en serio, una violenta frase que jamás olvidaré: "Yo no me fio de nadie y acostúmbrate a que, en Chile, eres culpable mientras no demuestres lo contrario". No me entraba en la cabeza el gasto de energía que requería estar siempre a la defensiva, sospechando que todos te quieren engañar. Lo preocupante es que después, la expresión "si no te cuidas te van a cagar (robar)", la he escuchado repetida de boca de cientos de personas, la mayoría de ellas muy ilustradas. ¿Por qué importa la desconfianza? El Dr. Paul Zak explica en esta charla TED cómo comprobó que "los países con más gente confiable, son más prósperos. En esos países hay más transacciones económicas y se crea más riqueza. Los países pobres en general son países de poca confianza". Chile aparece en último lugar en el ranking de confianza entre los países de la OCDE, muy lejos del penúltimo. Las encuestas que se hacen regularmente, confirman esa triste realidad: no confiamos en nuestro vecino (solo el 24% lo hace) ni en las instituciones y los jóvenes mantienen la tendencia. Desconfiar de mis compatriotas, lleva al individualismo e impide colaborar. Es casi imposible hablar de cohesión social y de desarrollar espíritu de comunidad en un clima de desconfianza generalizado.

Conclusiones: Si eres el "campeón del mundo" de desastres naturales (este fin de semana una serie de aluviones dejaron sin agua a la capital y causaron varios muertos y desaparecidos), debieses tener el sistema de respuesta más eficiente del planeta. La naturaleza lleva siglos avisándonos y nuestra respuesta ha sido recurrir a la testosterona, las acciones heroicas y la fuerza bruta: "somos un pueblo resiliente, acostumbrado a sufrir estoicamente que siempre se levanta de nuevo". Levantarse es admirable, pero es mucho más sabio evitar caerse porque el costo es enorme. Para no caernos, no necesitamos más valentía sino más inteligencia. Al fin y al cabo, estamos en la era del conocimiento. No me refiero a impedir lo que está fuera de nuestro alcance sino aprender cada vez que te ocurre una calamidad para anticiparte y que la próxima vez no te pille desprevenido.
Peter Drucker sostenía que "la mejor manera de predecir el futuro es construyéndolo". Como todavía no sabemos predecir, lo único que podemos hacer es aprender del pasado y sacar conclusiones. El pasado nunca es un predictor exacto del futuro, pero, si ha habido incendios, debiésemos prepararnos y asumir que ocurrirán de nuevo. Cuando los mismos desastres se repiten, es señal de que no aprendes porque careces de un sistema diseñado para ello. Dicho sistema se tiene que asegurar de que reflexionas para explicarte los eventos pasados y entender qué causa esos eventos (lo que te ayuda a predecir eventos futuros y establecer un cierto control potencial de los mismos). Ese mismo sistema debe proveer a cada persona el conocimiento que necesita en el momento adecuado para tomar la mejor decisión, de otra manera, el precio lo pagamos en vidas humanas. Dado que el conocimiento está siempre en riesgo de caducar, estamos obligados a vivir en permanente estado de aprendizaje, en alerta continua. Tenemos que ir acostumbrándonos a lidiar con lo inesperado y no solo a saber resolver lo que ya dominamos. Una cosa es la respuesta que tienes prevista para cuando ocurra una emergencia y otra distinta es lo que haces para dificultar que ocurra. Aprender no significa saber lo que hay que hacer, significa hacerlo, y por ende exige acción. Y Chile ya ha demostrado que está capacitado: goza de uno de los mejores estándares mundiales en construcción antisísmica que explica por qué, durante el brutal terremoto de 2010, no se destruyó la mitad del país.

Es habitual que los políticos aprovechen estas crisis para sacar beneficios. La autoridad se atreve a afirmar, irresponsablemente, que el país ha aprendido. Un destacado representante de la oposición se da el lujo de advertirnos que no debemos olvidar cuando estamos pagando justamente las consecuencias de una amnesia colectiva imperdonable. Olvida que ninguno de los gobiernos anteriores (incluido el suyo en el que se desempeñó como ministro del interior) se preocupó de abordar este problema. Es cierto que tenemos un grave déficit de memoria como lo confirman este tipo de noticias: Una de las empresas más grandes del país, involucrada en un caso de colusión para alterar los precios del papel de baño (y condenada a indemnizar a cada ciudadano mayor de 18 años) anuncia que el escándalo no ha afectado su cuota de mercado. La consecuencia es elemental: los chilenos no confían en su empresariado. Si desconfías, no colaboras, si no colaboras, no aprendes y cuando no aprendes, repites los errores y quedas como un tonto. Tal vez no seamos tontos, pero estamos demostrando ser muy poco inteligentes.


 
 
 

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