EL CULTO AL AVISPADO*

                               Juan Luis Mejía A.

En 1914, Don Jesús del Corral publicó su famoso cuento Que Pase el
 Aserrador, el cual, desde entonces, figura en todas las antologías de la
 literatura colombiana, dado que reúne las calidades literarias del cuento
bien escrito: historia atrayente, narración concisa y eficaz, humor
dosificado, final inesperado.

La pequeña obra de Don Jesús narra las aventuras de Simón Pérez, desertor
 de uno de los ejércitos en contienda en la guerra civil de 1885 y quien,
 en compañía de un soldado boyacense, se internó en las selvas del bajo
 Cauca en busca de una mina de oro que estaba montando el Conde de Nadal a
 orillas del río Nus. A pesar de su total ignorancia en el oficio, Simón se
 hizo pasar por experto aserrador y a punto de trovas, cuentos, embustes y
 brebajes, obnubiló a la familia del Conde y pasó dos años a cuerpo de rey
 en la mina, mientras por ingenuo y crédulo "aquel pobre indio de Boyacá se
 murió de hambre sin llegar a ser aserrador".

Fuera de sus valores literarios, en el imaginario colectivo, el cuento
 representa el arquetipo del antioqueño: recursivo, atrevido, chacharachero,
 audaz. Hay una palabra que agrupa con precisión todas estas
 características: el avispado.

El pueblo antioqueño creó el culto al avispado. El avispado tiene profunda
 confianza en sí mismo, por tanto no requiere de preparación, dado que su
 astucia natural le permite salir triunfante en todas las situaciones. El
 avispado no prevé las situaciones, las resuelve en cada momento gracias a
 su viveza. El avispado no hace empresas, hace negocios. Para el avispado
 la mejor universidad es la calle y la vida. El avispado no cree en el
 esfuerzo pues sabe cómo se la gana de ojo. El avispado no conversa sino
 que se come de cuento a la gente. El avispado es cañero, fafarachero,
 lanza, espuelón, fregao y ventajoso, tiene agallas y se lleva a todo el
 mundo por delante.

El avispado se ufana: "Yo no lo tumbé, el se cayó sólo". Para el avispado
 no hay mayor triunfo que sacar ventaja en cada negocio.

Es muy simbólico el léxico utilizado por el habla popular para exaltar la
 figura del avispado, por lo general asociado con la fauna predadora. Para
 destacar a alguien nos referimos a él como una fiera, un tigre, un águila,
 una culebra. Por el contrario, la víctima del avispado se asocia con la
 flora: una papa, un aguacate, un arracacho, una torta. Claro que no faltan
 los elementos faunísticos como el marrano y el burro o cierto órgano
 masculino.

En fin, es el imaginario popular de una sociedad que le confirió más valor
 a la intuición que al conocimiento, a la improvisación que a la
 planeación. Ya desde la escuela se desprestigia el saber. No hay mayor
 ofensa para un escolar que se le tilde de nerd. En reciente estudio sobre
 el parlache, el lenguaje de las tribus urbanas de Medellín, los nerds son
 definidos como "Los inteligentes del salón, usan gafas y visten raro"
 -vestir raro es usar ropa común y corriente-. Es el término que reemplaza
 al sapo, al mamasanto, al lambón de otras épocas.

El avispado tiene profunda confianza en sí mismo, no tiene dudas. Tiene
 respuestas para todo pero hace muy pocas preguntas. Ya Estanislao Zuleta
 nos había revelado que la ignorancia no es un estado de vacío sino de
 llenura.

Por el contrario, el conocimiento es un salto al vacío. El científico tiene
 más preguntas que respuestas. Cada logro de la ciencia no es un punto de
 llegada sino el lugar donde surgen los nuevos interrogantes. "Sólo sé que
 nada sé" decía Sócrates con humildad. "Yo me las sé todas" farfulla con
 arrogancia el avispado.
El avispado está conforme con el mundo mientras no le afecte su estatus.
 Por el contrario, el arte y la ciencia nacen de la inconformidad. Aquel
 que está insatisfecho con el mundo decide reinterpretarlo o recrearlo. El
 espíritu crítico permite que la humanidad avance. Por eso la Universidad
 no puede perder jamás el espíritu de indagación La Universidad, en
 síntesis, es la ventana por la cual nos asomamos a indagar el Universo, a
 extraerle con cuentagotas sus arcanos secretos, sus leyes más profundas.

Una política educativa centrada en la calidad y la cobertura es una
política trunca. Ya sabemos que la educación no es sólo responsabilidad
 del sistema educativo sino que es un proceso complejo en el cual convergen
 todos los estamentos sociales. Para tener una sociedad educada se requiere
 primero una sociedad educadora. Y el primer papel de esa sociedad es crear
 el ambiente propicio para que florezca el conocimiento. Una sociedad que
 valore al científico, al intelectual, al artista, por encima del avispado.
 Una sociedad donde el saber y el conocimiento sean un deleite, una
 aventura apasionante y no una fuente de tortura y padecimiento como ocurre
 hoy en nuestra educación básica.

Nos sentimos orgullosos de vivir en un país con la mayor biodiversidad del
 planeta tierra, es decir el mayor banco genético de la humanidad. Pero hoy
 no importa tanto la biodiversidad, que es un fenómeno natural, sino el
 saber sobre esa biodiversidad que es un hecho cultural. Ese saber se
 encuentra en otras latitudes. Es como si poseyéramos una gran riqueza
depositada en el banco, pero la clave para extraer el dinero la tiene
 otro.

Hace ya varios años el economista brasileño Celso Hurtado preveía que en el
 siglo XXI existirían dos tipos de países: Unos que enriquecerían al
 patrimonio común de la humanidad a través de su creación e innovación y
 otros que se deberían resignar al papel de simples receptores de bienes y
 conocimientos emanados en otras esferas. Según las decisiones que hoy
 tomemos, las próximas generaciones estarán ubicadas en una de las dos
 orillas: en la de la creación o en la del simple consumo.

El actual modelo de desarrollo tiene como principales indicadores las
variables positivas o negativas del PIB. A pesar de que estos indicadores
 tienden a ser optimistas, en materia de conocimiento los datos son
 desalentadores. América Latina aporta el 1% del total de científicos del
 mundo y Colombia contribuye con el 1% del total de América Latina. Es
 decir, en materia de conocimiento aportamos a la humanidad el 1% del 1%.

Un verdadero y real Producto Interno Bruto. Y eso que somos tan avispados.

Otro dato que nos retrata: en los productos que conforman la canasta
 familiar no figuran los libros pero si las fotocopias.

Pero es que también terminamos de estudiar. Al finalizar la llamada
 moratoria social, en la cual al joven se le excusa de trabajar para que
 dedique ese tiempo a su formación, se considera que termina de estudiar al
 culminar sus ciclos académicos. Puede que ese concepto hubiera tenido
 validez hace unas décadas cuando los cambios tecnológicos eran lentos, las
 transformaciones del entorno pausadas y los conocimientos y las destrezas
 adquiridas en el período universitario tenían vigencia por el resto de la
 vida. Pero hoy, con el vértigo del mundo conectado en línea en tiempo real,
 con asombrosos avances que a duras penas nos permiten asimilarlos, terminar
 de estudiar constituye un suicidio intelectual y social. Por ello, el
 sistema educativo, fuera de la transmisión de conocimientos básicos y de
 formar en las destrezas propias para ingresar al mundo laboral, debe
 sembrar el ansia de saber y la curiosidad permanente, acompañadas de las
 herramientas metodológicas que permitan que la indagación tenga un sentido
 y sea eficaz y pertinente.

En la última edición del diccionario portugués encontré la poética y muy
 brasileña definición de la palabra saudade: "Sentimiento más o menos
 melancólico de incompletud". Retomo ese concepto de incompletud para
 aplicarlo al hombre y la mujer contemporáneos: qué incompleto es aquel que
 se da por satisfecho con lo aprendido, qué incompleto el que ha perdido la
 capacidad de asombro ante las propuestas del arte y la poesía; qué
 incompleto aquel que no se interroga ante los asombrosos descubrimientos de
la ciencia. Vano fue su paso por la vida.

Una última recomendación: Desconfiad del avispado.

*Conferencia del Rector de la Universidad Eafit, Doctor
Juan Luis Mejía A. dictada recientemente en Itegral S.A.
Nota: este texto nos fue enviado, muy gentilmente,  por nuestro corresponsal Ing. Orlando Flechas Corredor - vía correo electrónico. 
                                                     CONTÁCTENOS: < director@granboyaca.org >  

No hay comentarios: